Rebeca Flores: “Tengo las mismas circunstancias que cuando vine a Cáritas, pero ahora estoy contenta, tengo esperanza”

Dentro de las muchas líneas de actuación en las que trabaja la Delegación Diocesana de Cáritas, la de la formación tiene un valor especial y en estos momentos se está desarrollando una Acción Formativa en Empleo Doméstico en la que participa Rebeca Flores Ferreira.

Esta vecina de Ciudad Rodrigo cuenta que tras ocho años al frente de su negocio de hostelería, la situación derivada de la covid-19 fue la señal definitiva para verse obligada a cerrar las puertas. “Además tenía mucho estrés porque era yo la que llevaba todo”, al tiempo que reconoce que “una vez que cierras y no entra ningún ingreso, los ahorros enseguida van desapareciendo”.

A sus 46 años, por primera vez en su vida, tocó a la puerta de Cáritas en un momento en el que “estaba echa un trapo, muy deprimida, no veía salida por ningún sitio y desde que me seleccionaron y acepté participar en el curso, es lo mejor que me ha podido pasar. Tengo las mismas circunstancias que tenía, pero estoy contenta, feliz y tengo esperanza; mi ánimo es otro, me he curado aquí”.

Esta madre de tres hijos, va a hacer todo lo posible por concluir esta acción formativa pues en breves fechas, comenzará una nueva andadura laboral. “Parece que lo sabes todo pero estoy aprendiendo mucho; realizamos muchos temarios, entretenidos, divertidos y de conocimientos básicos que todos debemos saber, sobre todo en nuestro hogar y para realizar trabajos”.

De igual modo, Rebeca explica la percepción que tenía de Cáritas: “Sabía que era un sitio en el que colabora la Iglesia, que ayudaba a las personas, pero no que lo hacía hasta un punto tan grande”.

Rebeca le dice “a todo el mundo” lo que está haciendo y en un futuro, “me encantaría ser voluntaria, ellos también vienen muy contentos”.

Además del apoyo formativo y psicológico, Rebeca quiere dejar constancia que desde la entidad de la Iglesia, “si necesito algo, me apoyan económicamente”. Echa la vista atrás y recuerda que comenzó a trabajar con 16 años, “nunca pensé que me pasaría esto”. A pesar de todo, se muestra confiada y esperanzada, “hay maneras de no hacer el mal, pidiendo ayuda y no quedándote en casa si te ofrecen algo, además, el horario no es una disculpa”.