Homilía de Mons. Jesús García Burillo el 1 de enero, en la Catedral

Dialogo entre generaciones para la paz

Queridos sacerdotes del Cabildo, hermanas y hermanos: recibid mi saludo y mi felicitación en este primer día del año. Comenzamos el año nuevo en asamblea, sinodalmente, con la alegría y esperanza de quien recibe la bendición de Dios.

Destacaremos tres puntos en la homilía: la bendición, el diálogo y la protección de la Madre de Dios.

 

Bendición. El Señor te bendiga y te proteja

 

Este primero de enero de 2022 Dios nos ofrece la bendición que los sacerdotes de Israel impartían al pueblo al comenzar el nuevo año: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz”.

 

¿Qué es bendecir? Bendecir es decir bien, anunciar, desear un bien a una persona, a un objeto, a un lugar; desear toda clase de bienes y dones. Dios nos felicita el año nuevo bendiciéndonos. Jesús, presente en la Palabra que hemos proclamado y en el sacramento de la Eucaristía que celebramos, es la bendición del Padre a la humanidad: ¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones! ¡Cuánto necesitamos la bendición de Dios en estos momentos! La humanidad entera gime con dolores de parto, asegura S. Pablo y se verifica en estos momentos. Pero también ahora descienden sobre nosotros las bendiciones divinas.

 

Esta fórmula de bendición se acerca a la piedad de los salmos: haga brillar su rostro sobre ti.  Deseamos que el rostro de Dios ilumine nuestro propio rostro, frente a frente. Un rostro radiante expresa la bondad y benevolencia de Dios: te conceda su favor. En la bendición se desean toda clase de favores, y en particular la paz: Dios te conceda la paz. Paz y bendición son palabras portadoras de salvación: los bienes del cielo y de la tierra, la salud del alma y del cuerpo, la felicidad sin límites, la vida, la alegría, la satisfacción de los anhelos más profundos del ser humano, la plenitud de todos ellos. Desear la paz, decir Shalom, es desear a una persona todo el bien que se puede ofrecer. Es la paz que Cristo nos trae y el sacerdote nos comunica poco antes de darnos la Comunión.

 

El amor de Dios Padre alcanza a todos los hombres por su Hijo Jesucristo. El sacerdote que pronuncia la bendición sólo es un mediador; el autor de la bendición es Dios. En nombre de Dios yo os bendeciré con solemnidad al final de la Misa. Una bendición que llegue también a vuestras familias y a los excluidos de la sociedad.

 

Como cada primero de enero, el Papa ha dirigido este año una felicitación al mundo entero. En ella expresa sus deseos de paz para todos, y un medio importante para conseguirla: el diálogo entre generaciones. Francisco pretende que nos cuidemos unos a otros, conforme al lema del año pasado, pero añadiendo el diálogo entre generaciones.

 

Diálogo entre generaciones para construir la paz

¿Dónde radica la necesidad del diálogo intergeneracional? En un mundo todavía atenazado por la pandemia, que ha causado graves problemas, algunos huyen de la realidad, mientras otros la afrontan con violencia. Ahora bien, entre indiferencia y protesta, hay una opción posible para avanzar: el diálogo.

Todo diálogo sincero requiere la confianza básica entre los interlocutores. ¿Tenemos entre nosotros esta confianza? ¡Debemos recuperar esta confianza mutua! La actual crisis sanitaria ha aumentado la sensación de soledad y el repliegue sobre nosotros mismos. La soledad de los mayores va acompañada en los jóvenes por un sentimiento de impotencia y por falta de un proyecto de futuro. Esta crisis es ciertamente dolorosa, pero también puede ser una oportunidad para que brote lo mejor de las personas. De hecho, en la pandemia hemos visto generosos ejemplos de compasión y colaboración en todo el mundo.

Dialogar significa escucharse, confrontarse, ponerse de acuerdo y caminar juntos. Sinodalmente.  Fomentarlo entre las generaciones significa labrar la dura y estéril tierra del conflicto para cultivar las semillas de una paz compartida.

¿Es posible este diálogo? Aunque el desarrollo tecnológico haya dividido a las generaciones, las crisis actuales revelan la urgencia del encuentro entre ellas. Por un lado, los jóvenes necesitan la experiencia de los mayores; por otro, los mayores necesitan el apoyo, el afecto, la creatividad y el dinamismo de los jóvenes.

La construcción de la paz no puede prescindir del diálogo entre los depositarios de la memoria ―los mayores― y los continuadores de la historia ―los jóvenes―. Tampoco puede prescindir de la voluntad de cada uno de dar cabida al otro, de no ocupar todo el espacio persiguiendo los propios intereses como si no existiera pasado ni futuro. La crisis global actual nos muestra que el encuentro y el diálogo entre generaciones es la fuerza propulsora, que no se contenta con parches o soluciones rápidas, sino que se ofrece como forma de amor al otro, en la búsqueda de proyectos comunes.

Si sabemos practicar este diálogo intergeneracional, podremos estar bien arraigados en el presente, y desde aquí frecuentar el pasado y el futuro: el pasado, para aprender de la historia y sanar las heridas; frecuentar el futuro, para alimentar el entusiasmo, los sueños y las esperanzas. De ese modo, unidos, aprenderemos unos de otros. Sin raíces, ¿cómo podrían los árboles crecer y dar fruto?

María Madre de Dios, nos acompaña en el nuevo año

 Volvamos ahora a Belén. Allí nos encontramos con algo inimaginable: un niño, recostado en un pesebre, en brazos de María, velado por José. Una imagen que despierta toda la ternura que cabe en nuestro corazón. La Iglesia ha querido que el primero de enero esté consagrado a María, Madre de Dios.

Que la Virgen sea Madre de Dios es un misterio derivado del misterio de la Encarnación. Lo reconoció el Concilio de Éfeso en el año 431. Porque María no es solo la madre de un niño con naturaleza humana, sino, además, con naturaleza divina. Jesús es a la vez hombre y Dios. Y, por tanto, María es la Madre de Dios.

Ella nos acoge a todos como hermanos de su hijo Jesús. Ella también es madre nuestra, madre de la Iglesia.  Así lo confirmó Jesús en la cruz antes de morir, al dirigirse a Juan de este modo: “Ahí tienes a tu madre”. Y, desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo Santa María puede ser para nosotros modelo de diálogo intergeneracional.

 Con su amor materno, Santa María fue modelo de diálogo con su hijo en el templo. Ella cuida de los hermanos de su Hijo –nos recuerda el C Vaticano II-, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedades hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada (LG 62).  Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora”.

Queridos hermanos, María Madre de la Iglesia nos guiará en este año en el que deberemos avanzar hacia una Iglesia sinodal, cuestionarnos si tomamos en serio a los demás, si los valoramos y contamos con ellos en comunión, participación, y particularmente en el diálogo intergeneracional. Que ella sea para nosotros modelo de escucha en nuestro diálogo con Dios y con nuestros hermanos. Así sea.