Mons. Retana: “Celebremos hoy nuestro sacerdocio en sinodalidad, conforme al deseo del Papa Francisco”

El Obispo de Ciudad Rodrigo, Mons. José Luis Retana, ha presidido este jueves, la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, cuya esencia litúrgica consiste en conmemorar a Cristo Sacerdote. 

Muchos de los sacerdotes de la Diócesis han participado en la Eucaristía celebrada en la Capilla Mayor del Seminario y en la posterior charla sobre la sinodalidad pronunciada por el sacerdote, D. Juan José Hernández.

En su homilía, don José Luis ha animado a celebrar el sacerdocio “en sinodalidad, conforme al deseo del Papa Francisco, experimentándonos una familia, una fraternidad sacerdotal”.

El prelado, además, ha recordado que el sacerdocio de Cristo “no sigue el camino de la ambición, de la soberbia y del poder”, por el contrario, “Jesús ha seguido el camino de la humillación, del sufrimiento y de la muerte. Ha asumido nuestra naturaleza frágil y débil, de carne y de sangre, y ha afrontado la muerte”.

En sus palabras reconoció que “el corazón del sacerdote, misericordioso, compasivo, vigilante y valiente, es siempre un corazón en constante renovación” por lo que “esa será siempre nuestra tarea, antes que nada desde dentro, es decir, renovándonos nosotros para ofrecer al hombre de hoy la novedad de Cristo”. Para alcanzar esa meta “es preciso que no descuidemos en ningún momento y bajo ningún pretexto nuestra relación íntima con Dios”, dijo don José Luis, que quiso acercar las palabras del Papa Francisco: “El déficit de intimidad no es otra cosa que la aridez de la vida espiritual”.

En el contexto de este fiesta tuvieron especial protagonismo dos sacerdotes: D. Ángel Martín, que celebró sus 50 años de ordenación y D. Antonio Risueño, que fue ordenado hace 25 años.

En ambos casos tuvieron muy presentes a sus familiares más directos, pero también a muchos otros sacerdotes que les han acompañado a lo largo de este camino.

“El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”, pronunció don Ángel esas palabras tomadas del Salmo 125, como una manera de reconocer “la presencia de Dios y mostrarnos alegres por todos los detalles que tiene con nosotros siempre”.

D. Antonio optó por el Evangelio según san Mateo: «Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla”, las palabras que utilizó en su invitación de ordenación.