La espiritualidad sinodal inspira el nuevo curso pastoral: ‘Impulsados por el Espíritu’

La comunidad diocesana inició este sábado el curso 2025-2026 con un encuentro en el Seminario, iluminado por la reflexión de Antonio Ávila sobre la espiritualidad sinodal. La jornada concluyó con la eucaristía de envío en la Catedral, donde el obispo animó a todos a «vivir una Iglesia en salida» que se ponga al servicio del mundo 

DELEGACIÓN DE MEDIOS

“Impulsados por el Espíritu” es el lema con el que la Diócesis de Ciudad Rodrigo comenzó este sábado, 20 de septiembre, el curso pastoral 2025-2026. Así fueron enviados los participantes en el encuentro diocesano que se inició en la capilla del Seminario San Cayetano, y que reunió a sacerdotes, laicos y consagrados, y culminó en la Catedral de Santa María con la eucaristía de envío presidida por el obispo, Mons. José Luis Retana. Un curso que tendrá como eje central la espiritualidad vivida en clave sinodal.

La jornada comenzó con una oración guiada por fieles de los siete arciprestazgos de la diócesis, para invocar la luz del Espíritu Santo sobre el camino que inicia la diócesis en este nuevo curso. Cada uno de ellos depositó junto al mapa de la diócesis un cirio encendido con el nombre de su arciprestazgo. Después, el teólogo Antonio Ávila Blanco, que fue director del Instituto Superior de Pastoral de Madrid y actualmente es el responsable del equipo de coordinación de la sinodalidad en la Archidiócesis de Madrid, impartió la conferencia “Dimensiones de la espiritualidad sinodal en el aquí y ahora de nuestra diócesis”.

Antonio Ávila agradeció el hecho de que la Diócesis de Ciudad Rodrigo haya puesto la espiritualidad en clave sinodal como eje del curso, “un tema transversal y prioritario” que, según señaló, suele quedar eclipsado por cuestiones más estructurales.

Su exposición, estructurada en seis apartados, recorrió desde la presencia de la espiritualidad en los documentos del Sínodo, desde la fase preparatoria y la consulta (año 2021) hasta su implementación, remitiéndose a los principales documentos del Sínodo (Documento preparatorio, Vademécum, Instrumentum laboris,…). Y destacó que, «sin conversión personal, comunitaria y pastoral, el camino sinodal pierde su fuerza evangelizadora». Y eso “supone una espiritualidad”. 

 

 

 

Rasgos de la espiritualidad sinodal

Para Antonio Ávila tres rasgos definen esa espiritualidad sinodal: “es encarnada, no de evasión”, centrada en Jesucristo y en su modo de orar, que se traduce en gestos concretos de misericordia y salvación para los demás; “Personal y comunitaria”: alimentada en la oración individual, pero vivida en común, compartiendo lo que el Espíritu suscita en el Pueblo de Dios; y “en camino”, que impulsa al crecimiento, la maduración y la conversión permanente de personas y comunidades.

De estos rasgos nacen actitudes evangélicas como la acogida de todos, la fraternidad y el servicio preferencial a los más frágiles. Asimismo, Antonio Ávila indicó tres pasos para ejercitarla en parroquias y arciprestazgos: a través de la escucha, el discernimiento y la puesta en práctica de lo discernido.

La espiritualidad sinodal es propia de toda la Iglesia. Y es esa espiritualidad la que nos encontramos todos”, resumió después durante el diálogo con la asamblea.

Silencio frente al ruido y centralidad de la Eucaristía

También advirtió sobre las dificultades que frenan este camino: “como toda espiritualidad, para que haya escucha es necesario el silencio. Y en este momento tenemos muchos ruidos”, dijo, refiriéndose al exceso de información, a las medias verdades y al autoengaño. Antonio Ávila puso en valor la religiosidad popular porque, como indicó, “mucha parte de la religiosidad popular es el grito de las necesidades de nuestro pueblo”.

Del mismo modo, subrayó la centralidad de la Eucaristía como la mejor expresión de esta espiritualidad compartida: “La Eucaristía es el momento en que la comunidad reunida delante del Señor toma conciencia de su fragilidad, escucha su Palabra y recibe la salvación. Y se despide para hacer las tareas que tiene por dentro”.

En su reflexión añadió la importancia de las Bienaventuranzas como fuente de esperanza y advirtió contra el peligro de la indiferencia, que “rompe la espiritualidad sinodal” al alejarnos de la realidad y del sufrimiento de los demás.

Formación, parroquias vivas y órganos de participación

También apuntó como retos pastorales en las diócesis: una formación que haga cristianos adultos y libres, “que asumamos cada uno de nosotros nuestro papel”. Una formación que vaya más allá de lo teórico, “sino existencial, que transforme nuestras vidas”; parroquias vivas que superen el “consumo litúrgico” , y reconozcan a todos como sujetos activos de la Iglesia; y órganos de participación reales y eficaces, como los Consejos de Pastoral, “son el órgano sinodal por excelencia, porque en ellos está representada toda la comunidad”, señaló.

Celebración del envío

Tras la mañana de encuentro y reflexión, la jornada concluyó con la eucaristía de envío que presidió Mons. José Luis Retana en la Catedral de Santa María. En la monición de entrada, el vicario de pastoral, Antonio Risueño, invitó a la asamblea a “vivir con gozo, alegría y confianza en el Padre” esta celebración, “en la que todos seremos enviados a vivir de forma testimonial aquello que nos compromete gozosamente con el mundo en el que acontece nuestro existir diario. Y señaló que “buscamos vivir auténticamente la espiritualidad sinodal, que queremos descubrir a lo largo de este curso”.

Después, durante la homilía, el obispo de Ciudad Rodrigó expresó la alegría de poder iniciar juntos el nuevo curso pastoral de la diócesis y recordó que la Iglesia es comunión y misión, fruto de la Trinidad, un dinamismo que nos lleva “del yo al nosotros y nos pone al servicio del mundo”.

Mons. José Luis Retana resaltó que “si queremos que nuestra diócesis, la Iglesia local, sea reflejo de la Trinidad, hemos de apostar por la sinodalidad”, convirtiendo nuestras estructuras en «espacios de escucha, diálogo y corresponsabilidad”. Insistió en que la Iglesia diocesana debe ser “el sujeto primario de la evangelización” y estar siempre presente allí donde más se necesita la luz de Cristo Resucitado.

El prelado animó a los fieles, llegados de diferentes puntos de la geografía diocesana, a vivir una Iglesia en salida, “que callejee la fe, que vaya a los márgenes sociales y existenciales”, y animó a todos a sentirse misioneros, a descubrir a Cristo en la vida cotidiana, en los rostros de los hermanos, y a ser una Iglesia que dialogue con ternura y empatía:  “No tengamos miedo a salir, el Señor va por delante, como lo fue con sus discípulos”, señaló.

Además, en su intervención, Mons. Retana destacó la necesidad de que la diócesis sea una comunidad con capacidad de acompañar y despertar esperanza: “Nuestra diócesis necesita el oxígeno del Evangelio, el soplo del Espíritu de Cristo Resucitado, que vuelva a encender los corazones”. 

 

Finalmente, pidió favorecer comunidades parroquiales vivas, donde los laicos sean “corresponsables de la misión de la Iglesia”, para construir todos juntos una diócesis que sea “sacramento de amor y de misericordia”.  “Entre todos, construyamos una diócesis que contagie el entusiasmo por la persona de Jesús y por un ideal que es la civilización del amor”. 

Tras sus palabras comenzó la liturgia eucarística. Y, en el ofertorio, además del pan y el vino, que fueron presentados por representantes de Cáritas diocesana, cada arciprestazgo ofreció el cirio que había permanecido encendido durante el encuentro previo en el Seminario.

La celebración concluyó con el rito del envío de los agentes de pastoral, a quienes el obispo entregó su carta pastoral Impulsados por el Espíritu junto con la programación del curso 2025-2026. En ese mismo gesto, los profesores de Religión recibieron la missio, signo de su misión evangelizadora en el ámbito educativo.