José María Calderón: “Si queremos una Iglesia misionera, los sacerdotes tienen que tener entusiasmo misionero”

El director de Obras Misionales Pontificias en España y miembro del Dicasterio para la Evangelización de los Pueblos impartirá el 11 de junio, a las 13:00 horas en el Salón Mazarrasa del Palacio Episcopal, una ponencia a los presbíteros de Ciudad Rodrigo con motivo de la Fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

DELEGACIÓN DE MEDIOS

El sacerdote y director de Obras Misioneras Pontificias, José María Calderón, visitará Ciudad Rodrigo el próximo miércoles, 11 de junio, para impartir una conferencia a los presbíteros diocesanos titulada: “Sacerdotes para la misión”, con motivo de la Fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. En esta entrevista, reflexiona sobre la dimensión misionera del sacerdocio, la pasión por anunciar a Cristo que debe latir en el corazón de todo pastor y la implicación que tiene toda la comunidad cristiana en la misión evangelizadora de la Iglesia. 

¿Qué significa para usted la fiesta de Jesucristo sumo y eterno sacerdote?

Es una fiesta muy española y muy sacerdotal. Celebramos a Jesucristo, que es el único sacerdote del que participamos todos los bautizados por el sacramento del Bautismo, y de forma ministerial los sacerdotes. Con lo cual, yo siempre lo he vivido como una fiesta muy sacerdotal y, además, en España tiene mucha relevancia.

¿Qué mensaje principal es el que va a transmitir a los presbíteros de Ciudad Rodrigo en esa jornada?

Voy a intentar transmitir entusiasmo por la misión. Que no nos acostumbremos, que nos demos cuenta que la vocación sacerdotal es una preciosidad, una joya, que está al servicio de la misión, de la evangelización, de llevar a Cristo a los demás. Y, además, que no podemos encerrarnos en nosotros mismos, sino que tenemos que salir -como decía el papa Francisco- a las periferias y llevar a Jesucristo. Hay miles de personas que no conocen a Cristo, y entre los que le conocen, hay muchos que no pueden recibir los sacramentos ni la predicación de la Palabra de Dios porque no tienen sacerdotes. Debemos ser conscientes de eso y sentirnos todos nosotros responsables.

¿Qué papel tienen los sacerdotes en ese impulso misionero? 

No quiero pecar de vanidad, pero creo que es importantísimo. Ha habido dos sacerdotes que a mí me han inspirado. Uno es el beato Paolo Manna, fundador de la Pontificia Unión Misional, un sacerdote diocesano de Italia que fundó esta organización para animar a los sacerdotes a que vivieran el espíritu misionero.

Y luego, en España, tuvimos también al primer presidente o director de las Obras Misionales Pontificias (OMP), Sagarmínaga, un sacerdote vasco, que ocupó este cargo desde el año 1926 hasta 1967. Los dos compartían la misma convicción: si queremos una Iglesia misionera, los sacerdotes tienen que tener entusiasmo misionero.

¿Cómo conseguiremos que una parroquia, una comunidad o movimiento tenga entusiasmo por la misión?

Si el sacerdote que tiene la labor de animar esa comunidad tiene espíritu misionero. Por lo tanto, para mí es muy importante entusiasmar a los sacerdotes y que sean conscientes de la responsabilidad que tenemos.

La Diócesis de Ciudad Rodrigo es una diócesis pequeña, pero con una fuerte sensibilidad misionera. ¿Qué puede aportar una diócesis como esta a la misión?

Hay una cosa que a mí me gusta repetir: nadie es tan rico que no pueda recibir, ni nadie es tan pobre que no pueda dar. Evidentemente, la Diócesis de Ciudad Rodrigo es pequeñita y con escasez de sacerdotes, pero ninguno puede cerrar la puerta al Espíritu Santo. Y, además, Dios no se deja ganar en generosidad.

Me acuerdo de una anécdota de un obispo americano que hace unos días nos contaba: cuando éramos 26 sacerdotes en mi diócesis, el obispo decidió enviar a cuatro a las misiones. Y todos nos quedamos indignados, diciendo: “Pero bueno, si somos 26 sacerdotes, ¿cómo nos vamos a…?”  Y él dijo: “No puedo dejar de enviar en sitios donde necesitan más. Seguro que el Señor nos regala vocaciones”. Y, en efecto, el Señor empezó a dar vocaciones y ahora es una diócesis grande en América. No quiero decir que esto vaya a pasar siempre así, pero sí que hay que decir que hay que tener una mirada generosa.

Desde el año 2019 dirige las OMP España. ¿Cómo vive esa vocación misionera desde una labor más ejecutiva, de coordinación y animación misionera?

Pues acabas de dar en el punto flaco: Lo que más me cuesta es lo que es ejecutivo y meramente burocrático, porque a mí lo que me gusta es “mancharme” en el trabajo: hacer pastoral y celebrar la Eucaristía, predicar, llevar grupos de jóvenes y de ancianos que recen,… Pero alguien tiene que ocuparse de esta labor también, que es muy bonita e importante.

Yo estoy ahí en la retaguardia, por decirlo de alguna forma, de todas las delegaciones de misiones de España, también de Ciudad Rodrigo. Estoy para apoyarles, animar y sacar adelante las cosas que ellos creen que necesitan para poder hacer su animación misionera. Puedo decir que yo seguramente no lo haga todo bien porque me equivoco, tengo fallos y no sé hacerlo todo. Pero lo que nadie puede decir es que no intento poner todo el corazón en aquello que hago y me ha pedido la Iglesia. Pues aquí estoy, Señor, para servir a Dios y a la Iglesia.

Como miembro del Dicasterio para la Evangelización de los Pueblos, ¿qué implica formar parte de este organismo y cuál es su función concreta?

Obras Misionales Pontificias forma parte de ese Dicasterio y todos los directores nacionales de OMP formamos parte de él. Dentro existe un grupo llamado miembros del Dicasterio para la Evangelización, que somos los que “acompañamos al prefecto”, en este caso el pro-prefecto, el cardenal Tagle. Le asesoramos, nos reúne y nos convoca para que, en temas determinados sobre las misiones, le podamos ayudar.

Entre esos miembros estamos tres directores nacionales de OMP: el de México, el de Inglaterra y yo. Tenemos reuniones en Roma, en las que discutimos de diferentes temas que él quiere plantearnos y consultarnos. Junto a nosotros hay otros muchos más miembros: cardenales, obispos, religiosas, religiosos y laicos.

 

En España, ¿tenemos una verdadera conciencia misionera?

Absolutamente. Me siento muy orgulloso, por lo que me toca vivir, porque España es un país con una conciencia de misión muy grande. Eso se manifiesta en el número de misioneros que hemos tenido siempre, aunque ahora ha bajado mucho, porque desgraciadamente, la edad media de los misioneros es muy alta, pero siempre ha habido muchos misioneros. Hemos sido el país con más misioneros, y actualmente también seguimos siéndolo, y económicamente también. Somos el segundo país que más aporta para las misiones en todo el mundo, por encima de Francia, de Inglaterra, de Italia o Alemania. Y eso es motivo para dar gracias.

Pero, sobre todo, eso se palpa en la animación misionera. Cuando tú llevas a un misionero a dar una charla, a dar una conferencia, a una parroquia para que dé un testimonio, la gente se entusiasma, la gente se vuelca. De hecho, aquí, en OMP, sois muchos los medios de comunicación que me llamáis: “Oye, ¿hay algún misionero que pueda hablar de este tema?”, porque atrae mucho.

Tengo que dar muchas gracias a Dios porque España es un país en el que la misión se tiene muy en el corazón de los cristianos.

Usted ha recorrido el mundo acompañando a misioneros. ¿Qué le han enseñado esos encuentros?

Me han hecho enamorarme más de la Iglesia. La Iglesia es espectacular. Es impresionante ver cómo las religiosas, los religiosos, los sacerdotes, también los laicos, están trabajando por llevar a la gente alegría, esperanza, ánimo, por curar las heridas del corazón de tantas personas.

¿Qué es lo que he aprendido visitando a los misioneros? La preciosa labor que hace la Iglesia en todas las partes del mundo, en los lugares más recónditos, en contextos donde hay persecución o injusticia, pero también en los lugares ricos y ociosos. Ahí está la Iglesia, dando testimonio de la Verdad. Y con eso he aprendido a amar más la Iglesia.

Y, con respecto a los sacerdotes, los miro y admiro, e intento aprender yo a entregarme. Como decía Santa Teresa de Calcuta: me gustaría dejarme comer como se deja comer Cristo nuestro Señor en la Eucaristía. Dejarme comer por la Iglesia, para que a todos les llegue en los sacramentos, para que a todos les llegue la gracia de Dios.