¡Iniciamos un nuevo curso!

El obispo de Ciudad Rodrigo, Mons. José Luis Retana, encomienda el inicio del curso al Espíritu Santo e invita a toda la diócesis a vivirlo con una espiritualidad sinodal que impulse “la comunión, la participación y la misión”

 

El mes de septiembre nos pone en modo “inicio de curso” a todos y para todo. Algunos de nosotros vivimos en marzo nuestra peregrinación jubilar a Roma. En junio tuvimos la hermosa experiencia de vivir los Jubileos Arciprestales, en los que experimentamos, de hecho, que la Iglesia es más grande que los límites de nuestra pequeña parroquia y pudimos confraternizar con muchos de los diocesanos de nuestro arciprestazgo, lo que nos causó no poca alegría.

Afrontar un nuevo curso pastoral en nuestra Diócesis, significa un reto y una oportunidad, un don y una tarea, un impulso y un esfuerzo. Es, en definitiva, el ejercicio de apoyarnos en lo descubierto a lo largo de la vida pastoral de la Iglesia local y universal, y así seguir haciendo camino hacia el Reino a la luz del Espíritu Santo.

Este curso hemos propuesto, en el Consejo Presbiteral y en el Consejo de Pastoral, incidir sobre la espiritualidad con el objetivo de estimular y desarrollar la experiencia teologal. Pese a las sombrías previsiones sobre el fin de la religión, nuestro tiempo está lleno de movimientos espirituales que demuestran la vitalidad del sentido religioso en el mundo actual y, particularmente, en la Iglesia.

El renovado interés espiritual de nuestra época brota de profundas exigencias de autenticidad, de dimensión religiosa, de interioridad y libertad, que no satisface la sociedad con-sumista en la que vivimos. El hombre de hoy rompe la coraza represiva que le impone la sociedad, blandiendo las aspiraciones más radicalmente insertas en su ser. Sentimos una necesidad de ofrecer al mundo moderno un «suplemento del alma» que permita al hombre evitar ser aplastado por sus propias producciones y encontrarse así mismo auténticamente.

La espiritualidad en clave sinodal, en la que vamos a incidir en el objetivo diocesano de este curso, se refiere a una forma de vivir la fe cristiana que se caracteriza por la comunión, la participación y la misión, siguiendo el ejemplo de los primeros cristianos yen sintonía con la llamada del Espíritu Santo. Se trata de un camino de crecimiento espiritual que implica la escucha atenta de los demás, el discernimiento comunitario y la acción transformadora en el mundo.

La espiritualidad sinodal nos invita, por tanto, a escuchar con empatía, a dialogar con libertad, a aprender con humildad y a comunicarnos sin miedo ni reservas, porque el Espíritu sopla donde quiere (Jn 4,8). Impulsar tal sinodalidad es confiar en ese Espíritu.

Una confianza que nunca puede apartarse de adoptar posturas, actitudes, comportamientos que llevan a incorporarse a metas comunes con otras personas, dentro o fuera de instituciones. Hemos de abrirnos a la pluralidad con un horizonte de unidad o comunión. Sabemos que la unidad noes uniformidad, sino confluencia de aportaciones diversas, donde se acoge y respeta el protagonismo de personas y grupos, tendencias y perspectivas. De este modo, el diferente no es ni enemigo ni adversario con el que establecer controversia y menos confrontación, sino escucha, esfuerzo por comprender colocándose en la realidad del otro, valoración de las cosas del otro, poner al lado de ellas nuestras propias aportaciones.

Tal actitud puede vivirse como acción del Espíritu en cada uno: Él, que es comunión, abogado de unidad, vence la confusión de Babel dando paso a la intercomunicación de lenguas y culturas de Pentecostés.

Ponemos nuestro curso recién estrenado bajo la mano fuerte y sabia del Santo Espíritu, suplicando la comunión y la sinodalidad para todos los consejos, parroquias y grupos de nuestra Diócesis de Ciudad Rodrigo.

+ José Luis Retana, obispo de Ciudad Rodrigo