El Obispo preside el funeral por Dña. María Fernanda Arrayás, fundadora de la residencia de Casillas de Flores

“Una obra de Dios”. Así es como definió Mons. Gabino Díaz Merchán, arzobispo emérito de Oviedo, la residencia de ancianos “Divina Providencia” que Mª Fernanda Arrayás Martín edificó en Casillas de Flores.

Esta residencia ha sido considerada como una obra providencial, puesto que sacar adelante una residencia de ancianos sin capital inicial, únicamente con los ahorros obtenidos como trabajadoras en Francia, por María Fernanda y su amiga Harmonía, era un empresa arriesgada sólo basada en la Providencia Divina. La residencia estaba destinada a ancianos pobres, sin recursos, de bajo nivel económico y abierta siempre a admitir a toda persona anciana que lo necesitara.

La residencia fue inaugurada en el 1981 por Salvador Sánchez Terán, con una gran esperanza para Casillas y su comarca, aunque careciera de  sólidas bases económicas. Su estilo desde sus comienzos fueron “el cariño, la pasión, la confianza, la profesionalidad, la empatía y la vocación por ayudar a los demás”. La dedicación de las personas que se unieron a la Fundadora en este servicio estuvo centrada “en todos y cada uno de los usuarios, buscando el mayor nivel de calidad de vida posible”. Con frecuencia recibió ayudas económicas, algunas de gran valor.

La “Divina Pastora” ha sido, por consiguiente, una obra ejemplar basada en la entrega desinteresada de Mª Fernanda, que vivió y ahora ha muerto entregada a ella. A ella se unieron algunas mujeres jóvenes que la acompañaron en esta causa de carácter comunitario y social. Ester Elizalde, en particular, ha colaborado estrechamente con Mª Fernanda, continuando su mismo espíritu y ofreciéndole su principal apoyo, particularmente en los años en que las fuerzas de la Fundadora fueron menguando, muy debilitadas por la edad y por su falta de salud.

María Fernanda ha fallecido en Casillas el día 8 de noviembre, a los 96 años. Había nacido en Moguer (Huelva), fue amiga de Juan Ramón Jiménez y Zenobia, su esposa. Entregó su alma a Dios, después de haber vivido apasionadamente para Cristo y sus ancianos más pobres, en un ambiente familiar, caritativo y social, con carácter ejemplar. A veces se preguntaba cómo habría podido sostenerse aquella obra. Y la respuesta siempre estuvo en su plena confianza en Dios.

Las exequias han estado presididas por el Obispo Administrador Apostólico, Mons. Jesús García Burillo, acompañado por los párrocos D. Antonio Risueño, D. Nicolás Chaves y D. José Manuel Vidriales, y del sacerdote, D. Juan Carlos Sánchez, además de por una participación numerosa de fieles, que rezaron y cantaron con fuerza, puesta su confianza en el Señor.