Domingo II de Cuaresma. Visita de la Virgen Peregrina (Homilía de Mons. García Burillo en las MM. Carmelitas)

Mi saludo al capellán y a los sacerdotes presentes, a la Madre y comunidad de carmelitas, a los colaboradores de Radio María, a cada uno de vosotros, queridos hermanos y hermanas. Un saludo también a los MCS, que habéis madrugado para estar con la Virgen Peregrina y poder informar con verdad a los fieles que no han podido asistir. Hoy es el último día de la visita de la Virgen de Radio María a Ciudad Rodrigo, que nos llena de alegría y de gracia.

En esta mañana temprana del II domingo de cuaresma, también nosotros podemos decir con el apóstol Pedro: “Qué bien se está aquí”. Qué bien se está junto a la Virgen que nos trae el espíritu y el ejemplo de su vida, una vida en peregrinación constante. El tiempo de cuaresma también es un tiempo de peregrinación hacia la pascua, lo sabemos bien. Durante cuarenta días caminamos hacia la Resurrección del Señor, siguiendo los modos de oración, limosna y ayuno, que la Iglesia nos propone hasta llegar purificados a la Pascua.

Los tres discípulos elegidos por Cristo también pudieron saborear la cercanía de Jesús transfigurado que les llenaba de paz, de luz y de gracia, la misma sensación que ellos experimentarían más tarde, cuando llegó el día de la Resurrección del Señor, después de haber pasado por la terrible prueba de oscuridad y dolor de la pasión.

“Qué bien se está aquí”, decían los discípulos aquella mañana resplandeciente y serena, de la transfiguración en el monte Tabor, que el Señor les dio a disfrutar en medio del conflicto. ¿En medio del conflicto?  Ciertamente, el ambiente de aquellos días era un ambiente tenso, sumido en el conflicto que los escribas y fariseos habían creado contra Jesús y que habría de terminar semanas más tarde en los días de Pasión.

Aquel ambiente que los enemigos de Jesús crearon en medio de la sociedad, llevó a Jesús a exclamar, informando de este modo a los discípulos: “El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sacerdotes y escribas, ser ejecutado y al tercer día resucitar”. Nos dice el Evangelio que ellos no comprendieron lo que quería decir con aquellas palabras, pero empezaron a temer que algo grave podría sucederle al Maestro cuando hablaba de este modo misterioso. Por eso, aquella visión de Jesús glorificado, vestido de blanco como en la resurrección, acompañado de Elías y Moisés, les parecía increíble. Estaban en el Tabor, en una mañana clara y espléndida, y por ello disfrutaban atisbando el final de su relación humana con el Maestro, que sería lleno de gozo por la Resurrección.

Los sufrimientos que habrían de compartir con Cristo, envuelto en odio, en mentiras y traición, no serían comparables con la alegría del día de la pascua, en que la vida, la alegría y la verdadera existencia de Jesús llenaría sus vidas definitivamente. El Señor, aquella mañana les regalaba la realidad de sus vidas: el poder de los que intrigaban contra Jesús, que le harían sufrir hasta la muerte, no podría apagar la realidad del don de Cristo, que era el triunfo de la verdad sobre los instigadores y perseguidores. “Qué bien se está aquí”, repetimos también nosotros a los pies y bajo el amparo y de la Virgen Peregrina, que nos envuelve con su amor y su protección.

El tiempo de cuaresma es un tiempo de peregrinación hacia la Pascua, decimos, de camino y de conversión de todas nuestras impurezas y sombras en que nuestra condición de pecadores se desenvuelve.

Y la Virgen María es modelo de caminante. Siendo todavía adolescente, después de recibir la noticia de que sería la madre de Dios, y después de conocer por el Ángel el embarazo de su pariente Isabel, salió a toda risa a la montaña para cuidar a quien, ya mayor, precisaba de sus solícitos cuidados. La necesidad del servicio, la llevó a caminar largamente allí donde era reclamada.

Tres meses después, en estado de gravidez, María hubo de tomar el camino de regreso a Nazaret para preparar su propio parto. Y en inminente estado, previo al alumbramiento, María vuelve a tomar el camino hacia Belén, donde sufriría la enorme decepción de no encontrar posada, lo que le llevó a tener que dar a luz en las afueras de ciudad, en una gruta dispuesta para albergar los animales.

No pudo disfrutar mucho tiempo de la paz de Belén, cuando José recibió el anuncio del ángel, para emprender una nueva y larga peregrinación con la circunstancia de acompañar a un niño recién nacido, a varios cientos de kilómetros, hasta alcanzar Egipto, probablemente cerca de la frontera con Israel, donde otras veces compañeros judíos se habían refugiado hasta el momento en que pasara el peligro.

Y una vez muerto Herodes, María debió prepararse de nuevo para otra larga peregrinación, incluso por camino más prolongado, por temor a encontrase con Arquelao, hasta llegar, finalmente al hogar donde Jesús habría de crecer en gracia y santidad, José trabajaría honradamente como artesano para sustentar a su familia, y María tendría que dedicarse a la educación del niño, con la ayuda del padre de familia y al cuidado de la casa.

Un nuevo tiempo de peregrinación le esperaba todavía a María, siguiendo a su hijo Jesús por los caminos de Galilea, escuchando su palabra, contemplando sus abundantes milagros en favor de los más vulnerables, ciegos, sordos, cojos, tullidos, leprosos, muertos en varias ocasiones… en un ambiente de incomprensión social que le habría de llevar al patíbulo de la cruz, junto a María a sus pies, para ser declarada por su Hijo como Madre de Juan, es decir Madre de la Iglesia, Madre de todos los creyentes.

 La vida de María puede calificarse , por tanto, como una vida en peregrinación. María es una peregrina para hacer el bien. La motivación familiar con Isabel, el acompañamiento a su Hijo y a su esposo José, la mantuvieron en dinamismo constate, viveza y previsión como en aquella ocasión en que nadie, excepto ella, captó la necesidad de unos novios que celebraban su boda, forzando a su Hijo a realizar el primero de los milagros.

La imagen peregrina por antonomasia es la de Fátima, que ha recorrido las principales ciudades de Europa y del mundo. En 1945, poco después de la segunda guerra mundial, un párroco de Berlín, conforme al deseo de la Virgen, propuso que la imagen recorriese las ciudades hasta alcanzar la frontera de la Unión Soviética. La consagración a la Virgen, el rezo del santo Rosario, la penitencia y la peregrinación habrían de ser los principales medios de conversión de Rusia y de los demás países del mundo. La Virgen de Fátima recorrió 64 países, y en enero de 2019 peregrinó hasta Panamá para encontrarse con el Papa Francisco junto a millares de jóvenes que celebraban la Jornada Mundial de la Juventud. San Juan Pablo II prodigó la devoción y la consagración de las naciones a la Virgen María, convencido de que ella fue quien desvió la bala, salvándole la vida aquel 13 de mayo de 1981 en la plaza de san Pedro.

La Virgen de Radio María, en peregrinación por España y Europa, nos ha visitado esta semana para invitarnos a la oración, a la austeridad, a la limosna y a la fraternidad, dones propios para vivir esta cuaresma, ambientada por amplias contrariedades sanitarias y económicas y algunas referentes al futuro de nuestra Diócesis.

Que la Virgen Peregrina nos ayude a vivir esta cuaresma con el mismo espíritu de disponibilidad en el servicio y amor para el bien de todos. En especial en esta fiesta de la Transfiguración, en que el Señor se nos presenta lleno de luz y alegría, esperanza firme de todos los esperanzados.