Carta Saludo a la Diócesis de Mons. José Luis Retana

Plasencia, 15 de noviembre de 2021 Festividad de San Alberto Magno

 

Saludo a los diocesanos de Ciudad Rodrigo y Salamanca

Queridos diocesanos civitatenses y salmantinos:

En este día de San Alberto Magno, en el que la Santa Sede hace público el nombramiento que me hace el Papa Francisco como nuevo Obispo de la Diócesis de Ciudad Rodrigo y de la Diócesis de Salamanca, me dirijo a vosotros para que oréis por mí, para que sepa ser para vosotros un pastor bueno según el Corazón de Cristo. Después de un largo periodo de consultas, el Papa Francisco ha decidido unir in persona episcopi las dos diócesis, manteniendo ambas su personalidad jurídica y canónica, así como sus respectivas estructuras eclesiásticas. He aceptado este nombramiento en el que empeñaré todas mis energías en una tarea que comprenderéis no es fácil.

Doy gracias a don Carlos López, Obispo amigo y paisano, también antecesor mío en la sede de Plasencia, que ha regido la diócesis de Salamanca durante dieciocho años largos y a don Jesús García Burillo, al que quiero como un padre, y ha estado acompañándoos en Ciudad Rodrigo los últimos tres años como Administrador Apostólico. Ambos han sabido poner a vuestro servicio su celo y su sabiduría pastoral. Desde Plasencia les saludo y les doy con vosotros gracias pidiendo al Señor que los bendiga.

Una vez más compruebo que el Señor ha llevado las riendas de mi vida y la ha ido conduciendo por misteriosos caminos que sólo Él sabe. El lema que elegí cuando vine a Plasencia fue “Fiat et Fecit”, que quería expresar el sí incondicional de María, dejando hacer a Dios sus designios en su vida y el sí activo de José que, sin mediar palabra, cuando se despertó, “hizo lo que el Señor le había mandado”. Con esa docilidad he intentado vivir mi vida sacerdotal y con esa misma obediencia he aceptado las tareas que mis obispos, y ahora el Papa, me han pedido. Soy consciente de la dificultad de la tarea y de mi desproporción, pero confío en que el Señor me dará la energía suficiente en este momento en el que Él me llama en su Iglesia al ministerio episcopal entre vosotros.

Os pido ayuda y os ruego paciencia. Estoy seguro de que con paciencia y afecto sabréis ayudarme en esta misión que Jesucristo me confía hoy en su Iglesia. Consciente de las dificultades, he aceptado en la obediencia de la fe ante el Señor, encomendándome a la Madre de los Apóstoles.
Tenía suficientes razones humanas para decir no, pero no he tenido ninguna razón evangélica para negarme a esta llamada que el Señor me propone. Por eso, con toda ilusión, queriéndoos a todos y a cada uno como a verdaderos hermanos e hijos, acepto ser Obispo vuestro como servidor del Evangelio de Jesucristo. Quiero repetir el sí de la Virgen, con una conciencia conocedora de todas mis pobrezas y límites, pero convencido de que para el Señor no hay nada imposible. Con esta conciencia he renovado mi Fiat para su Gloria. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Contemplando ahora en mi corazón ambas Diócesis, saludo con particular afecto a los sacerdotes de los presbiterios de Ciudad Rodrigo y de Salamanca, tanto del clero secular como del regular, que seréis mis principales colaboradores. Me ofrezco con afecto y respeto a vosotros como padre, hermano y amigo. Trabajaremos juntos. Deberemos trabajar con fidelidad creativa la propuesta vocacional entre nuestros jóvenes, ofreciendo ante todo el gozo de la propia llamada como la mejor y primera pastoral de vocaciones.

Igualmente saludo a toda la Vida Consagrada de las dos diócesis. Me uno en oración con los que habéis profesado los Consejos Evangélicos en la vida contemplativa y me encomiendo a vuestras plegarias. Os saludo igualmente a los que vivís vuestro bautismo y consagración en los diversos carismas. A los religiosos y religiosas de vida activa que estáis trabajando con fecunda entrega en el campo de la enseñanza, de la sanidad, de la caridad y acción social y de la evangelización. A todos vosotros, también mi gratitud, mi ofrecimiento de disponibilidad y mi palabra de aliento.

También dirijo mi saludo cordial y afectuoso a todos los miembros de asociaciones católicas y movimientos, a los laicos cristianos que testimonian con su vida la Buena Noticia del Evangelio en medio de una sociedad tantas veces descristianizada y hostil. Vuestra vocación de compromiso evangélico en medio del mundo es preciosa para la Iglesia. Saludo a los jóvenes en sus dificultades y con sus deseos grandes, a las familias con sus retos actuales, a los ancianos, a los enfermos, a los pobres y marginados; deseo que cada uno de vosotros, en vuestra circunstancia concreta, sintáis mi solicitud y cercanía.

Entre todos deberemos seguir construyendo la Iglesia del Señor que camina en nuestra tierra, desde una comunión generosa y madura que se pone al servicio de todos los hombres, anunciándoles la Salvación de Jesucristo.

Quiero también saludar con todo respeto y cordialidad a las autoridades de Ciudad Rodrigo y Salamanca, así como de la Comunidad Autónoma de Castilla y León. Trabajaremos unidos en una leal colaboración al servicio de nuestro pueblo. Y mi gratitud a los medios de comunicación que nos ayudan a contactar con nuestras gentes y a dar Buenas Noticias.

Durante mi obligado secreto pontificio llevo semanas dando gracias al Señor por vuestras vidas y pidiendo por vosotros. Mi larga estancia en Salamanca como Rector del seminario y mi relación con el seminario y la diócesis de Ciudad Rodrigo facilitarán mi integración en vuestras dos queridas diócesis.

El Señor nos acompaña con la intercesión de san Isidoro de Sevilla, san Sebastián y San Juan de Sahagún. Cuento también con la intercesión materna de la Virgen María que, en tantas advocaciones populares de nuestras Diócesis, ha acompañado y acompaña a las buenas gentes de nuestro pueblo. Pero en especial, en su advocación de Nuestra Señora de la Peña de Francia y la Virgen de la Vega. Que Ella y todos nuestros santos nos obtengan la gracia de la fidelidad y del ardor misionero.

Nos veremos en breve y podremos saludarnos e iniciar nuestro trabajo. Con mi afecto y bendición. Vuestro Obispo.