Cáritas Diocesana de Ciudad Rodrigo lanza su campaña de Navidad y alerta del aumento de la exclusión, según el último informe FOESSA en Castilla y León
DELEGACIÓN DE MEDIOS
Cáritas Diocesana de Ciudad Rodrigo ha presentado su campaña de Navidad con un mensaje directo: la dignidad de una persona no puede depender del lugar donde nace ni de la familia que le toca. Bajo el lema: «Hagamos que tener una vida digna no sea cuestión de suerte», la directiva de la entidad, acompañada por el obispo, Mons. José Luis Retana, pidió mirar de frente la realidad y sostener a quienes viven con más fragilidad.
El prelado abrió el acto recordando que, si miramos el viaje a Belén, Jesús llega al mundo en precariedad, sin comodidades y sin un lugar donde nacer. «Dios se hace presente en la fragilidad de un niño», señaló, como clave para entender cómo estamos llamados a mirar hoy la pobreza. Habló claro sobre los tres frentes que más golpean a las familias: la vivienda, el empleo precario y las dificultades de regularización de muchas personas migrantes.
El obispo insistió además en algo esencial: esta es una campaña diocesana, un esfuerzo común que pide caminar en unidad. «Si no vamos todos a una, rompemos lo más importante: la comunión», advirtió.
Un trabajo por la «dignidad»
Tras él tomó la palabra la delegada de Cáritas, la Hija de la Caridad M.ª Paz Diago, que recordó que todo el trabajo de Cáritas se hace «por justicia, porque la Iglesia y Cristo nos lo ha enseñado», porque la dignidad humana es sagrada. «El que tienes al lado es tan digno como tú», subrayó. Y añadió que esta conciencia se aprende desde pequeños y se vive día a día, también en Navidad, es formación, más allá del consumo y las luces.
Adviento: un tiempo de esperanza
La directora de Cáritas Ciudad Rodrigo, Mar Manzano, situó la presentación de la campaña en el contexto del Adviento, ese tiempo que prepara la llegada de Jesús. Recordó que la Navidad es, ante todo, un tiempo de esperanza, de encuentro y de cercanía, especialmente para los cristianos, porque celebramos que Jesús vino al mundo para estar al lado de quienes sufren y de los excluidos, «para quienes no encontraron lugar en la posada».
Desde esa clave, explicó que este año el mensaje de la campaña cobra una importancia especial. Mientras adornamos las calles y empiezan a sonar los villancicos, hay una realidad que interpela con fuerza: la que revela el IX Informe FOESSA, presentado el pasado lunes, 24 de noviembre, en Valladolid, con datos empíricos que muestran la situación de la exclusión en Castilla y León.
El informe confirma que la exclusión social no solo persiste, sino que se cronifica. En Castilla y León, 352.000 personas, el 14,8% de la población, se encuentran en situación de exclusión. La situación, dijo, es incluso peor que en 2018, antes de la pandemia, cuando el impacto económico y social dejó a mucha gente fuera de todo. Además, el 19% de los hogares, tras pagar los gastos corrientes —luz, agua, basuras, hipoteca o alquiler— cae por debajo del umbral de la pobreza, una circunstancia que está erosionando a la clase media.
Manzano añadió que ya no basta con tener empleo, ni siquiera dos personas trabajando en un hogar, para garantizar llegar a fin de mes o dar oportunidades a los hijos. Y esto está obligando a Cáritas a buscar nuevas formas de acompañar a familias que «lo han hecho todo bien», se han formado, han invertido en su educación y han conseguido un empleo, pero aun así no llegan.
Por una integración plena
El informe FOESSA analiza 37 indicadores para determinar la situación de las personas encuestadas, y basta con marcar 15 para estar en riesgo de exclusión. De ahí la importancia de comprender que la exclusión no es solo una cuestión económica: es estructural, afecta a distintos niveles de la vida y requiere programas de prevención y promoción, no solo de asistencia.
También recordó que el 44,8% de la población de Castilla y León no goza de una integración plena. Y destacó un dato que la conmovió especialmente como maestra: el 24,6% de los jóvenes y adolescentes de 18 a 29 años está en riesgo de exclusión, comprometiendo su proyecto vital y su transición a la vida adulta. Alertó, además, de cómo la ruralidad multiplica esta problemática, limitando oportunidades y recursos para quienes viven en pueblos y zonas dispersas.
Mar subrayó otro punto clave del informe: rompe mitos. Los datos desmienten la idea de que las personas en exclusión “no quieren trabajar” o “esperan ayudas sin hacer nada”. Al contrario, el 77% de quienes están en exclusión severa participa en proyectos de activación, lo que demuestra que la gran mayoría hace todo lo que puede por salir adelante.
Un descenso de los donativos
El secretario de Cáritas Ciudad Rodrigo, Domingo Matías, completó el análisis bajando al terreno concreto de la diócesis. Explicó que los datos de intervención de 2025 mantienen una línea similar a la de los últimos años en cuanto a programas y equipo técnico, pero con un impacto considerable en el territorio: 584 personas acompañadas y presencia en 375 hogares.
En cuanto a ayudas económicas, hasta el día previo a la presentación Cáritas había entregado casi 114.000 euros. Sin embargo, estas ayudas han disminuido ligeramente respecto al año anterior debido a la caída de donativos —de particulares, parroquias, empresas y entidades— y a una reducción de subvenciones.
A finales de septiembre, los donativos generales rondaban los 20.000 euros, muy por debajo de lo que después se entrega en ayudas. Matías recordó, una vez más, que cada euro recibido llega directamente a las familias.
Uno de los problemas más graves que constata Cáritas es el aumento del precio de la vivienda. En uno o dos años, el alquiler medio que afrontan las familias acompañadas ha pasado de unos 250 euros a 450–500 euros, un incremento “brutal” que muchas no pueden asumir. Y esto se agrava por el precio de la cesta básica y por el estado de una vivienda que, en muchos casos, es muy antigua: casas sin calefacción ni instalación para tenerla, humedades, aislamiento insuficiente, mobiliario y electrodomésticos en mal estado.
El secretario señaló otro fenómeno preocupante: la transmisión intergeneracional de la pobreza. «Atendíamos a los abuelos, atendemos a los padres y ahora atendemos a los hijos», explicó. Jóvenes que vivieron los programas de infancia y juventud de Cáritas hoy son adultos acompañados por la entidad, y sus hijos participan ahora en sus actividades. Romper esa cadena exige políticas sociales estables y un trabajo constante de prevención y promoción.
A esto se suman la irregularidad sobrevenida de muchas personas migrantes, que tras un tiempo con protección y acceso al mercado laboral vuelven a quedar sin documentación y regresan al círculo de la exclusión, con graves dificultades para acceder a la sanidad —especialmente en el caso de los menores—; la violencia contra la mujer, que Cáritas acompaña en su día a día; y el deterioro de la salud mental, que se ha intensificado desde la pandemia y que ya está generando programas específicos de prevención del suicidio. Cáritas, dijo, se coordina con entidades como Cruz Roja y la Asociación Salud Mental, pero subrayó que queda “mucho camino por andar”.