Con motivo del Día de la Iglesia Diocesana, el obispo de Ciudad Rodrigo, fue entrevistado este domingo en el programa «Iglesia Noticia» de COPE, donde invitó a los fieles a redescubrir la alegría de pertenecer a la Iglesia y a renovar su corresponsabilidad en la vida y misión diocesana
DELEGACIÓN DE MEDIOS
El obispo de Ciudad Rodrigo, Mons. José Luis Retana, fue entrevistado el domingo, 9 de noviembre, en el programa «Iglesia Noticia» de COPE, donde reflexionó sobre el sentido del Día de la Iglesia Diocesana, celebrado ese día bajo el lema: «Tú también puedes ser santo», y sobre la llamada a vivir la santidad en lo cotidiano. Por su interés, reproducimos a continuación la entrevista completa.
¿Por qué es importante detenernos un día al año para dar las gracias por nuestra Iglesia diocesana y tomar conciencia también de que formamos parte de una familia en la diócesis?
Es muy importante porque los días transcurren lenta o rápidamente, pero el que haya un momento como este día 9 para hacer memoria de lo que somos y de a quién pertenecemos, es decir, que somos cristianos, que pertenecemos a Cristo, que somos miembros de un pueblo resulta esencial. Es importante dar gracias por este regalo inmenso de la fe y por el hecho de pertenecer a la comunidad cristiana, porque cada uno de nosotros formamos parte de esta gran familia creyente, donde cada uno aporta, dentro de sus dones y carismas, lo más valioso que tiene. A veces es simplemente una oración, otras es su tiempo, su talento o también la colaboración económica.
Queremos tomar conciencia de que pertenecemos a un pueblo y de que caminamos juntos, unidos, siguiendo a Cristo. Y esto es la Iglesia.
Este año el Día de la Iglesia Diocesana coincide con la memoria de los santos, beatos,… de las iglesia local, impulsada por el papa Francisco. ¿Qué significado cree usted que tiene esta coincidencia y qué nos enseña?
Creo que no somos conscientes de que en este pueblo, que es la Iglesia, hay una historia bellísima. En primer lugar, porque todos somos llamados a ser santos, pero también porque existe una historia concreta, la de nuestros santos y beatos que son el rostro vivo de la fe en nuestra tierra concreta. El ver que hay gente de nuestros pueblos, de nuestras familias, que han sido reconocidos por la Iglesia como beatos en este caso, es muy importante.
De hecho, nosotros en Ciudad Rodrigo tenemos a la beata Nieves Crespo, que fue carmelita vedruna, murió mártir en el 36; a los beatos Pedro Luis Luis OP y Vidal Luis Gómara OP, de Monsagro, también mártires; al beato Fernando García de Dios, novicio dominico de San Felices de los Gallegos; y, a dos beatos capuchinos de Sobradillo, el P. Alejandro y el P. Ramiro.
Estos son paisanos nuestros, y hacer memoria de ellos nos recuerda que no nos salvamos solos. La Iglesia es una comunidad que camina, un pueblo que avanza unido en comunión con toda la Iglesia universal y, por lo tanto, es reconocer que nos necesitamos unos a otros para ayudarnos, sostenernos y crecer en el bien. Esto es lo que celebramos en toda la Iglesia el 9 de noviembre.
El lema de este año del Día de la Iglesia Diocesana es tú también puedes ser santo. ¿Cómo podemos vivir hoy esa llamada en nuestra vida diaria?
Hay una llamada clara, que es la del Bautismo. La Iglesia, que es maestra y que es sabia, nos ha hecho vivir esta gran fiesta de Todos los Santos hace muy pocos días. Son santos anónimos, que no tienen peana ni están en los altares, pero que son santos de nuestra tierra, posiblemente de nuestra propia familia, porque han vivido bien su vida, la que le correspondía. Es decir, que la vida nueva que brota en el bautismo es una llamada a la santidad, y ésta se vive en lo cotidiano, se vive en lo sencillo, en lo pequeño: en la vida cotidiana, en el trabajo, en la familia que tienes, en el servicio que prestas, en el pequeño testimonio, en la oración,… Se trata de vivir la santidad concreta en nuestra circunstancia de cada uno. Uno será sacerdote, otro trabajará en la banca, otro será maestro, otra será madre de casa,… En esa circunstancia concreta es donde uno se hace santo, porque no depende tanto de nosotros como de dejar que el amor de Dios transforme nuestra vida y hacerlo no solos, sino en la comunidad de la vida de la Iglesia.
¿Qué signos de vida y de esperanza destacaría en este momento la Diócesis de Ciudad Rodrigo?
Ciudad Rodrigo es una diócesis histórica y su gente vive con amor a su tierra y a su diócesis. Yo veo que hay una vida muy grande. Tenemos 52 sacerdotes, hay un diácono permanente, más de 80 catequistas y 74 religiosas, que sostienen la vida pastoral de la diócesis, en las 121 parroquias, distribuidas en siete arciprestazgos. En esos arciprestazgos hay encuentros mensuales, el obispo va trimestralmente y contamos con 39 misioneros diocesanos que anuncian el evangelio fuera de las fronteras de nuestra diócesis.
La acción social, por ejemplo, llevada por Cáritas que el año pasado acompañó a casi 3.000 personas a través de sus acciones y programas. También las comunidades religiosas que atienden residencias de ancianos,… los laicos voluntarios -48 en Cáritas y 20 en Manos Unidas-, y la vida consagrada. En todo ello, veo una comunidad sencilla, pero con una vitalidad grande, comprometida, que camina, con esperanza.
Este Día de la Iglesia Diocesana sirve además para presentar el balance económico y la memoria de actividades de la Iglesia. ¿Es un gesto importante de transparencia?
Eso es importantísimo para nosotros. La Iglesia tiene las paredes de cristal: se puede ver todo, también su pecado, pero en la gestión económica es transparente. La Iglesia ha optado con una claridad meridiana por una transparencia que yo creo que forma parte de su ADN, porque la transparencia genera confianza y permite que todos se sientan parte de su misión, cada uno desde la sencillez de lo que puede aportar.
Los ingresos de nuestra diócesis dependen fundamentalmente de las aportaciones de los fieles, que son generosos y entienden que la vida de la Iglesia la llevamos adelante entre todos. También de la asignación tributaria, que se distribuye en la diócesis dependiendo de su geografía, número de sacerdotes, kilómetros cuadrados, etc. Pero es importante recalcar que cada euro que recibe la Iglesia tiene un destino pastoral, tiene un destino educativo, social o misionero. Cada euro recibido tiene un rostro, y no se queda nada por el camino.
¿Cómo podemos los fieles colaborar con nuestras parroquias y con nuestra diócesis para seguir construyendo juntos esa Iglesia viva y misionera de la que habla?
Además de la transparencia, hay otra palabra que nos identifica: la corresponsabilidad. La Iglesia entera la llevan adelante los cristianos, conscientes de la belleza de pertenecer a este pueblo. Uno entiende que para la cantidad de actividades que se hacen en nuestra diócesis y en nuestra parroquia, tenemos que colaborar todos. Podemos aportar ese sostén espiritual que es la oración para la Iglesia, nuestro tiempo, colaborar en nuestra parroquia en diversas acciones solidarias, también nuestras cualidades, que las ponemos al servicio de todos; y también económicamente: con las colectas y las aportaciones periódicas, las donaciones, los legados y a través del portal Dono a mi Iglesia.
Si uno entiende que la Iglesia el euro que recibe lo multiplica, ese creyente es responsable de su fe, pues ayuda a la Iglesia. Es decir, que la corresponsabilidad es la que nos da el signo de la madurez eclesial de un cristiano. Por lo tanto, invito a vivir esta jornada como una oportunidad para renovar nuestro compromiso con nuestra diócesis y con nuestra parroquia, especialmente con los más necesitados, que son los preferidos de Jesús. Si la Iglesia quiere ser creíble, también ellos tienen que ser sus preferidos.