Funeral de la Hermana Petra Junquera

Raúl Berzosa: «Supo vivir el espíritu de sacrificio y de trabajo, especialmente en las enfermerías y en la comunidad»

Queridos hermanos sacerdotes, especialmente D. Santiago, capellán de esta casa; querida madre Provincial y hermanas acompañantes; querida comunidad de Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Ciudad Rodrigo; queridos residentes, trabajadores, voluntarios y bienhechores de esta casa; queridos familiares; queridas consagradas; queridos todos: Ayer, hacia el mediodía nos llagaba la triste noticia del fallecimiento de Sor Petra. Me atreví a preguntar a la Madre Mercedes cómo había sido. Me dijo que, aunque últimamente, había tenido algún episodio de mayor deterioro de su salud, no se esperaba precisamente ayer su fallecimiento. Nos queda el consuelo de haber sido una “muerte dulce”. Debo confesar que la última vez que la visité en su habitación, postrada en su cama, me impresionó cómo reaccionaba a los estímulos y caricias de sus hermanas y con qué respeto y delicadeza se la trataba. Incluso me decían: “Es el mejor tesoro de nuestra casa”. “¿Quién y cómo fue Sor Petra?”…

La Madre me proporcionó lo siguientes datos biográficos y de vida consagrada: nacida en Castromocho (Palencia) en 1913, ha fallecido con 103 años. Procedía de una familia muy cristiana de la cual surgieron, además de ella otros dos consagrados: un hijo jesuita (ya fallecido) y un padre Paul, Pedro, que ha cumplido 102 años de edad y 82 de vida religiosa. Los primeros pasos de su vocación de hermanita los dio en Palencia. Ingresó en la Congregación en 1933 y emitió sus votos en 1936. Sus destinos principales: Aguilar de Campoo, Medina del Campo y, desde el año 1959, Ciudad Rodrigo. ¡Cuánto tenemos que agradecerla en nuestra Diócesis! Me recordaba la hermana Mercedes que vivió su vocación con sencillez pero con ilusión. Buscaba siempre la armonía de los residentes y lograba un clima de alegría. Solía repetir: “Os invito al concierto donde yo toco el armonio”. Es decir, os invito a vivir en comunión y fraternidad. Pero también supo vivir el espíritu de sacrificio y de trabajo, especialmente en las enfermerías y en la comunidad, hasta que sus fuerzas se lo permitieron. Era constante en el rezo del rosario, siempre con él en la mano, hasta el punto de haber tenido problemas de atrofia muscular por la postura con la que portaba el rosario en su mano. Muy amante del Santísimo: concluida la Eucaristía en esta Residencia, asistía a la de San Pedro y San Isidoro. Su enfermedad sirvió para unir aún más a la comunidad en torno a ella. Quien se acercaba a hablarle al oído, ella le respondía con caricias. En resumen, nos ha dejado una hermanita sencilla, buena, servicial, alegre y siempre uniendo a las hermanas y a los residentes. Estamos celebrando la Eucaristía como sufragio por ella. Hemos escuchado las lecturas de este jueves de Cuaresma. En la primera, del libro del Génesis, se nos narraba la fe de Abraham. También, como a él, el Señor concedió a Sor Petra muchos hijos a quienes cuidar: los ancianos. ¡Y qué modelo de entrega y de amor fue para todos! En el Salmo 104 hemos cantado que el Señor se acuerda de su alianza eternamente. Sor Petra vivía con esta certeza: la fidelidad del Cristo, el Esposo, sostenía su fidelidad, día a día, y su carácter alegre. ¡Una certeza envidiable y gozosa! En el Evangelio de San Juan, Jesús dice a sus paisanos judíos “que Abraham, hubiera saltado de gozo por ver este día”, es decir, por ver al Mesías. También Sor Petra, tan amante de la Eucaristía, saltaba de gozo cada día por participar en ella y recibir al Señor en su corazón de esposa. El lunes pasado, celebrando el funeral de D. Floro, el sacerdote más veterano de nuestra diócesis (93 años), me atreví a subrayar que los sacerdotes no descansamos ni siquiera cuando fallecemos, porque seguimos siendo intercesores en favor de nuevas y santas vocaciones. Así se lo pedimos hoy a Sor Petra: que interceda ante el “Buen Dios de toda llamada” para que nos envíe nuevas y santas vocaciones de hermanitas. ¡Qué sanamente orgullosa se siente nuestra pequeña Diócesis con la presencia y ministerio de las hermanitas! ¡Qué lujo es poder gozar de su carisma! Mucho más en este Santo Año del Jubileo, porque esta casa-hogar es una muestra patente y bella de la concreción de las obras de misericordia cristianas. Muchas gracias, hermanas y personal laboral y voluntariado, por el trato otorgado a todos los residentes y, en especial, a Sor Petra. Sólo Dios podrá pagaros todo el bien que hacéis y el amor que tan generosamente derramáis día a día. Gracias a todos los residentes y a los presentes por vuestra oración y testimonio de Fe en la resurrección. Que el Espíritu Santo que obrará el gran milagro de convertir el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre de nuestro Señor, nos ayude, no sólo a “hacer misericordia” sino a “ser misericordiosos”. Encomendamos a nuestra hermana, Sor Petra, a la Virgen de los Desamparados, nuestra Patrona y madre de los ancianos y de las hermanitas. Y, pedimos la intercesión de nuestra Fundadora, Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, y de tantas santas de la Congregación. ¡Que en el cielo nos veamos todos! Amén.

+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo