Día de San Cayetano

       DSC_0864Raúl Berzosa: «Tenemos que educar abriendo a la trascendencia. Esto quiere decir educar preparando los corazones para que el Señor se manifieste en la totalidad de nuestra humanidad»

 Querido Sr. Rector y Formadores, queridos hermanos sacerdotes, queridos profesores y alumnos, queridas familias y personal que trabajáis en el Seminario, queridos todos.

Un año más nos reunimos para celebrar la memoria de nuestro Patrón, San Cayetano. En esta ocasión, porque así lo ha programado el equipo directivo, además de las intervenciones de destacados alumnos que pasaron por esta Institución, se va a proyectar la película Francisco, sobre la vida del Papa Jorge Bergoglio. Del Papa Francisco quiero hablaros. Por una parte, en relación a San Cayetano. Por otra parte, en lo que el Papa pide a una escuela católica o a un seminario católico como el nuestro.

En relación a San Cayetano, precisamente, días atrás, mientras trabajaba en un manuscrito sobre el pensamiento del Papa Francisco, cayó en mis manos un interesante libro de dos escritores, Marcelo López y Feliciana Merino, con el título: “Francisco, el Papa Manso” (editorial Planeta). El octavo capítulo lleva por título “el poder es servicio” y, en la página 245, podemos leer que el patrono de Buenos Aires es san Martín de Tours, aunque existe una gran veneración popular por San Cayetano de Liniers, un santo con el que se identifica el Papa Bergoglio. San Cayetano nació a finales del siglo XV, en una época difícil y convulsa. Destacó en los estudios de leyes y el Papa Julio II le ofreció un alto cargo dentro de la Cancillería de los Estados Pontificios. Sin embargo, Cayetano quería vivir como Jesús y seguir sus pasos entregándose a los demás y optó por ser sacerdote. En Venecia, muy pronto destacó por su celo apostólico y por el aprecio a los pobres. Vendió todos sus bienes y prometió no mantener nunca posesión alguna mientras fuere necesario alimentar a un necesitado o cuidar a un enfermo.

San Cayetano vivió en los tiempos del cisma luterano, del saqueo de la ciudad de Roma y en medio de los escándalos de muchos sacerdotes. Cayetano entiende que son necesarias muchas reformas y decide crear una comunidad de vida en la que los demás puedan contemplar el deseo de santidad de sus miembros y percibir la belleza de una vida desapegada de los bienes de este mundo. Era la primera comunidad de sacerdotes, aprobada por el Papa, conocida como Teatinos o Clérigos de la Divina Providencia. Cayetano vivirá en Roma pero, tras el saqueo de Roma por las tropas de Carlos V, viaja a Nápoles.

Los monjes de San Cayetano consideran el trabajo como una fuente de dignidad y que cada uno debía ganarse el pan con el sudor de su frente. No aceptaban vivir de limosnas sino de su trabajo. Además, Cayetano fue un gran sembrador de paz entre los habitantes de Nápoles y el Emperador.

En resumen, además de la vida y obra del San Cayetano, la comunidad que creció alrededor de nuestro santo, siempre ha sido fuente de inspiración para el Papa Bergoglio. Una vez al año, cuando los porteños acudían al santuario a pedir “pan y trabajo”, el entonces Arzobispo de Buenos Aires insistía en estos aspectos de la vida del pueblo: “comunidad, entrega y servicio”. Como una nueva forma de vida capaz de hacer un pueblo nuevo. En la fiesta del año 2005, Jorge Bergoglio afirmaba: “Quizás alguno piense que somos ingenuos al decir estas cosas. Pero nuestro pueblo sabe muy bien lo que es el poder y lo que es el servicio. Nuestro pueblo sabe muy bien que venir a San Cayetano, a los pies del poderoso santo, es un gesto religioso y, al mismo tiempo, político en el más alto sentido de la palabra. Al tocar los pies del santo, al lavárselos con sus lágrimas, al suplicar el perdón a Jesús que limpia y dignifica, nuestro pueblo nos está diciendo a todos que el poder que Jesús le dio al santo es servicio, que todo poder es servicio y no hay que usarlo para otra cosa. Lo dice en silencio, con el gesto manso y paciente de esta fila interminable de pies cansados y quizás sucios que, a los ojos de Jesús, son los pies más hermosos del mundo”.

Dejamos a San Cayetano y nos centramos en nuestro seminario, como escuela y centro católica. El día 21 de noviembre, el Papa habló de la escuela católica a profesores católicos. ¿Qué les dijo, en síntesis y en sustancia? – Primero, que no se puede hablar de una educación católica sin hablar de humanidad y de hacer hombres verdaderos porque precisamente la identidad católica es Dios que se hizo hombre.La verdadera escuela, explicó Francisco, “debe enseñar conceptos, hábitos y valores”.

En segundo lugar que tenemos que educar abriendo a la trascendencia. Esto quiere decir educar preparando los corazones para que el Señor se manifieste en la totalidad de nuestra humanidad y, añado, descubra cuál es nuestra vocación en la vida.

En tercer lugar, tenemos que apoyar a los maestros y profesores. Entre “los trabajadores peor pagados están los educadores”, aseguró el Papa. También invitó a los educadores a ir “a las periferias” para hacer crecer a los jóvenes más rotos y problemáticos en humanidad, en inteligencia, en valores, en hábitos que no conocen. Porque el fracaso más grande que puede tener un educador es educar sólo ‘dentro de los muro’: los muros de una cultura selectiva, los muros de una cultura de la seguridad, los muros de un sector social acomodado, los muros de la rutina y de la costumbre.

Ojalá nuestro Seminario sea escuela de humanidad, donde abiertos a la verdadera espiritualidad, se aprendan conceptos, hábitos y valores que hagan posibles nuevos ciudadanos y, para los posibles llamados, nuevos sacerdotes. ¡Hombres nuevos para una sociedad y una Iglesia nueva! Como San Cayetano nos marcó.

        Concluyo: en las lecturas de este día, en la primera del libro de Daniel, se nos decía que “Dios envió su ángel a cerrar las fauces de los leones”. San Cayetano es más que un ángel para este Seminario: es nuestro patrón y protector. Con el Salmo responsorial, inspirado en el libro de Daniel, hemos dicho que es necesario “ensalzar al Señor con himnos por los siglos”. También nosotros damos gracias al Señor por tantos bienes como día a día nos regala. Y, en el Evangelio de San Lucas se anunciaba que Jerusalén tendría que sufrir grandes pruebas y hasta la misma destrucción. Es un aviso para nosotros: como también le sucedió a San Cayetano, ningún tiempo es fácil. Todos llevan cruz y sufrimiento. Pero no tenemos miedo: el Señor Jesús está con nosotros hasta el final de los tiempos. Él, con su Espíritu, es nuestra fortaleza, seguridad y esperanza.

Pedimos a ese mismo Espíritu, que va a hacer posible el milagro de convertir el pan y el vino en el cuerpo y sangre del Señor, que nos convierta, personalmente y comunitariamente, y que suscite vocaciones sacerdotales al estilo de San Cayetano y de como el Papa Francisco solicita. Que así sea. Amén.

+ Raúl,. Obispo de Ciudad Rodrigo