Carta del Obispo

Ganaremos todos

         Mi mensaje, en esta ocasión, se dirige a todos, tomando pie en una conferencia pronunciada en “El Porvenir”: “!Ay de ti, Ciudad Rodrigo, si ya no cantas al agua sino a la sed”.



Reinterpretando el salmo 136, quiere decir: No llores con nostalgia de Sión: no puedes ser la ciudad de la nostalgia, de los recuerdos del ayer, o de “la espera continua. No cuelgues tus cítaras: no te resignes al desaliento ni a la mera supervivencia. No despeñes a los hijos: agota todos los medios por encontrar trabajo y formas de vivir para los más jóvenes. No te limites a cantar lo políticamente correcto: no basta con el “sálvese quien pueda”, es preciso la solidaridad fraterna.

Ciudad Rodrigo no la hemos heredado de nuestros mayores sino que pertenece a nuestros hijos. Tenemos que hacer “otro mundo” y, a la vez,  de éste mundo “otro”: no podemos ser el pueblo de la “muralla” sino de las puertas abiertas; no podemos ser el pueblo del “museo” sino de la vanguardia. No podemos mirar sólo acontecimientos, ideologías, prejuicios pasado, sino el presente de “una mesa compartida” y el  futuro de un horizonte donde el sol sigue brillando al final de túnel. Y no busquemos “chivos expiatorios”. Todos viajamos en el mismo tren: el de la solidaridad y el que busca el bien común.

Tenemos que hacer de Ciudad Rodrigo un hogar familiar (donde todos nos sintamos a gusto), una escuela (donde todos aprendamos de todos), y un taller (para experimentar y apoyar iniciativas de futuro). Que no se cumpla nunca el refrán: “ciudad pequeña, infierno grande”, sino más bien “ciudad pequeña, cielo grande”.

         Tenemos que estar con los nuevos crucificados de hoy: los más pobres y desprotegidos. Con coraje para detectar las nuevas pobrezas y valentía y creatividad para aportar soluciones. Sólo nos valorarán las generaciones venideras todo lo que significó “intentarlo”;  y sólo nos perdonarán el haberlo intentado aunque no “·hayamos podido llegar a ello o solucionarlo adecuadamente”. En definitiva, tenemos que ser buenos Samaritanos: ver y detenernos (no pasar de largo); intentar curar con lo poco o mucho que tengamos (aceite y vino); cargarlo o montarlo en nuestro burro (acompañarlo); y dejarlo en las mejores manos (posadero).

Finalmente, hagamos realidad lo que el escudo de nuestra ciudad indica: tres columnas o cimientos, que saben conjugar: pasado-presente-futuro; familias-escuelas-parroquias; cabeza-corazón-acción; política-economía-espiritualidad; niños-jóvenes-adultos; fe-esperanza-caridad…

Un deseo final: – “Algunos ven las cosas como son y se preguntan por qué son así; otros ven las cosas como deberían ser y se preguntan por qué no son así ya”… Pido al Señor ayuda para todos, y agradezco vuestro compromiso con vuestra Iglesia y con vuestra ciudad.

+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo