En la Catedral de Ciudad Rodrigo (20-10-13)

Con motivo del fallecimiento de D. Dídimo López, padre de D. Julián López

         Queridos hermanos sacerdotes, queridos todos:

Hace unos días nos llegaba la triste noticia del fallecimiento de D. Dídimo, padre de nuestro querido D. Julián, actual obispo de León.

A los funerales que se han venido celebrando en Toro y en la capital leonesa, nos unimos en este día para dar gracias a Dios por tan longeva y casi centenaria vida y para pedir por él. Si necesita de nuestra oración, Dios se la aplicará. De lo contrario, volverá a nosotros con mayor generosidad.

En este Domingo, las lecturas nos hablan del poder de la oración de intercesión. Mientras Moisés tenía las manos en alto, orando, Israel vencía. Con el Salmo hemos repetido que el auxilio nos viene del Señor que hizo el cielo y la tierra.

Y, en el evangelio, se nos ha enseñado que debemos rezar con insistencia y perseverancia. ¿Cuál será el resultado de la oración? – La segunda carta a Timoteo nos decía que el hombre de Dios estará perfectamente preparado para hacer siempre obras buenas.

Fue el caso de D. Dídimo. Cuando he preguntado a los hermanos sacerdotes, que le conocieron, cómo era él, me respondieron: ante todo, una buena y muy sana persona, típico castellano. Comunicativo y abierto, amante y entendido del campo, familiar y cercano, amigo de los animales (todos le recuerdan con su perrita Chispita) y, sobre todo, creyente y hombre de oración. Toda su vida perteneció a la Adoración Nocturna. Me consta que guardó siempre un recuerdo muy agradable de Ciudad Rodrigo y de sus gentes. Hablaba de nuestra diócesis con añoranza y agradecimiento. Y, hacia el Hospital de la Pasión, donde iba con frecuencia, estaba sumamente reconocido por la atención que prestaron a su querida mujer hasta su muerte. ¡Descanse en paz! Particularmente, como obispo, quiero agradecer a Dios todo lo que hizo por su querido hijo, D. Julián, con el que ha compartido su vida en los últimos años.

Queridos hermanos: hoy también es el Día del DOMUND. El Domingo misionero por excelencia. Este año con un lema precioso: fe+caridad=misión. ¡Qué verdad más grande! La fe sin caridad es infecunda. Pero la caridad sin fe está como desorientada. Y, cuando se unen fe y caridad, aparece la verdadera y creíble misión, porque el Evangelio es anunciado por testigos fuertes, creyentes y apasionados por el Amor cristiano. Ayer, en la Vigilia del Domund celebrada en la parroquia de San Pedro y San Isidoro, con participación de muchos adolescentes y jóvenes, les recordaba que, después de más de dos mil años de cristianismo, seguimos casi como al inicio de la misión evnagélica: tan sólo unos mil millones de personas conocen a Cristo. La mayoría de la humanidad no ha recibido aún la buena nueva del Evangelio.

¿Qué mensaje nos ha recordado el Papa Francisco para esta Jornada?… Destaco cuatro puntos: el primero, que nuestras comunidades cristianas se miden, si son adultas o no, por su afán misionero. Cuanto más cerrada es una comunidad en sí misma, más pobre e infecunda es. Segundo, que ningún misionero o misionera son aventureros solitarios: siempre van enviados por la comunidad. Donde hay un misionero allí está, en ellos y con ellos, toda la Iglesia. Tercero, que la tierra de misión ya no son países lejanos, sino incluso nuestra España. Ya comienza a existir entre nosotros gentes no bautizadas y que, incluso, no han oído hablar nunca de Jesucristo. Y, cuarto, tenemos que rezar y apoyar a todos los misioneros y cristianos que hoy son perseguidos a lo largo y ancho de los cinco continentes. El Papa Juan Pablo II llegó a decir que el S. XX fue el de mayor número de mártires de todos los siglos. Y los papas Benedicto XVI y Francisco nos siguen alertando de lo mismo, ya en este siglo XXI. Porque mártires no son sólo aquellos a quienes se arrebata la vida de una vez, sino los mártires cotidianos que son acosados, violentados, agredidos y vejados…

Queridos todos: ¡Somos peregrinos hacia la Jerusalén Celeste! Que esta verdad renueve nuestra esperanza, refuerce nuestra fe y nos invite a vivir desde el amor cristiano. Como fue la vida de D. Dídimo, y la de tantos familiares y conocidos nuestros; y como es la vida de tantos misioneros. Que María, estrella de la Nueva Evangelización, nos ayude en nuestro caminar. Amén.

+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo