Con motivo de la Beatificación de los Mártires Españoles (Catedral, 13-10-13)

«La Iglesia quiere que, social y culturalmente, dichos mártires contribuyan a la reconciliación y al recuerdo y memoria de algo dramático que no debe volver a repetirse»

        Queridos hermanos sacerdotes, queridas religiosas, queridos todos:

En este día, tan especial para la Iglesia que peregrina en España, nos unimos a quienes en Tarragona están celebrando la Beatificación de más de 500 mártires españoles. Hoy, es inevitable hacernos una pregunta: “¿Qué significa vivir en una Iglesia que se puede denominar, en sentido propio, ´Iglesia martirial´?”… –Para responder, señalo algunos datos que podemos encontrar en cualquier periódico y que nos hace exclamar, con justicia, que la Iglesia. “no sólo tiene mártires, sino que toda ella es una Iglesia martirial…El martirio pertenece a la verdadera naturaleza de Iglesia(H. De Lubac).  Sólo en el siglo XX, más de 45 millones de cristianos fueron martirizados. Y, ya en pleno s. XXI, más de 200 millones de cristianos viven cotidianamente en riesgo de persecución. Con frecuencia se silencia que, los cristianos, son uno de los grupos humanos más perseguidos del mundo. Lo que sucede cada día en India, Sudán, Irán, Pakistán, Arabia Saudí, Corea del Norte, China, Egipto, Indonesia o Timor Este… son pruebas elocuentes y dramáticas de lo que acabo de expresar.

El Concilio Vaticano II, de nuevo, vino a subrayar que el martirio es el “estado normal” del cristiano. Se atribuye a Peguy la expresión, “tener la verdad es comenzar a sufrir; defender la verdad, comenzar a morir”. Pero, añado, ¡bendita muerte que da la vida verdadera y eterna! Como nos ha recordado también el Papa Benedicto XVI, “un sufrimiento especial es el sufrir por amor a la verdad y a la justicia… Los santos pudieron recorrer el gran camino de ser hombres “al modo de Cristo”, sufriendo por la verdad y la justicia, porque estaban llenos de esperanza”.

        Volvamos a la fecha de hoy. Y, con alegría anunciamos que, entre los 522 mártires (y ya suman 1.523 en la iglesia española de la misma época histórica), serán beatificados dos capuchinos nacidos en nuestra diócesis. Los dos, en Sobradillo: el Padre Alejandro y  el padre Ramiro. El Padre Alejandro nació el 10 de enero de 1902 y fue martirizado el 21 de julio de 1936, cuando servía como Superior en la comunidad de El Pardo. El Padre Ramiro nació el 7 de enero de 1907 y fue martirizado el 27 de noviembre de 1936 en Paracuellos. Ambas son vidas ejemplares y de entrega heróica hasta el final. Como Diócesis, damos gracias a Dios, como se nos pedía en el Evangelio de hoy de la curación de los leprosos (Lc 17, 19), y nos sentimos muy orgullosos de ellos. El 26 de octubre, en Sobradillo, se celebrará una Eucaristía de acción de gracias con presencia de sus familiares y paisanos.

¿Cómo entender correctamente el por qué son  considerados como verdaderamente mártires cristianos? -Conviene puntualizar al menos tres claves para comprender lo que son, y lo que no son, los mártires cristianos y el sentido que tiene su beatificación y canonización.

Lo primero, y lo más importante, que es necesario subrayar es que dichos mártires son eso: “mártires”, es decir, víctimas totalmente inocentes en una persecución religiosa. Ellos no eran soldados, ni sindicalistas, ni políticos, ni intelectuales, ni representaban una ideología beligerante definida. No se los persiguió ni martirizó porque ellos hubieran iniciado una polémica o batalla alguna. Sencillamente, fueron martirizados por ser lo que eran: creyentes coherentes, hasta estar dispuestos a dar la vida por Jesucristo, en quien creían y a quien amaban.

En segundo lugar, la Iglesia ha venido beatificando y canonizando mártires desde hace veintiún siglos; desde el inicio del cristianismo. Por esta razón a la Iglesia nadie, desde fuera, le impone un calendario de beatificaciones o canonizaciones. Se atiene a una doble realidad: por un lado,  el declarar beatos o santos a dichos mártires viene reclamado por el pueblo que les honra con devoción. Y, por otro lado, sólo tras una rigurosa investigación, si se llega al convencimiento de que dichos mártires merecen tal categoría. Si estas dos dimensiones (devoción popular e investigación histórica rigurosa) reclaman la declaración positiva del martirio entonces, en la fecha más adecuada, se da el paso público y solemne, convirtiendo a los mártires en ejemplos de vida, intercesores y hermanos mayores en la Fe para los creyentes de todas las épocas. La Iglesia, puede, como es el caso presente, beatificar y canonizar varios mártires a la vez, como ejemplo colectivo. Con una certeza: para nosotros, los cristianos, no hay muertos; sólo vivos: los que peregrinamos  en esta tierra, y los que ya han llegado a la Jerusalén celeste. Entre unos y otros existe comunicación: es la comunión de los santos.

Y, tercera clave, en el caso que nos ocupa, la Iglesia en España no desea que los mártires anteriores a la guerra civil, y concomitantes a la misma, sean utilizados como arma arrojadiza contra nadie ni se presenten como bandera o enseña política de nadie. La Iglesia quiere que, social y culturalmente, dichos mártires contribuyan a la reconciliación y al recuerdo y memoria de algo dramático que no debe volver a repetirse. Su ejemplo de heroísmo y generosidad, como víctimas inocentes del ayer y estímulo para las víctimas de hoy, nos desafía con un mensaje claro y punzante: el mal nunca se vence con el mal, sino con el bien y con el amor. La violencia genera más violencia. Sólo el amor y el perdón son creativos y capaces de renovar personas y sociedades.

Nada más. La segunda lectura de este domingo nos recordaba que “si perseveramos hasta el final, reinaremos con Cristo”.  Y, el Salmo, “que el Señor revela a las naciones su salvación”. Pidamos al Señor de la Paz, que nos conceda imitar a nuestros mártires y que nos dé la ayuda necesaria para vivir nuestra fe y nuestro compromiso cristiano con coherencia, cada día y en cada momento, y hasta el final de nuestras vidas. Y que si nos llega la gracia del martirio, se nos conceda fe, valentía y amor para perdonar incluso a nuestros verdugos. A Santa María, Reina de los mártires, nos encomendamos.

+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo