VII Marcha Misionera

«Si llueve, que llueva»

Antes de iniciar la marcha en el patio del colegio de las Misioneras.
Antes de iniciar la marcha en el patio del colegio de las Misioneras.

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La mañana planteaba dudas pero tal y como dijo el delegado de Misiones de la diócesis, José María Rodríguez Veleiro, «si llueve, que llueva», y los participantes de la VII Marcha Misionera se pusieron en camino hacia Ivanrey.

La lluvia acompañó en algunos momentos del recorrido e incluso, el propio obispo, Raúl Berzosa, planteó a los asistentes si seguían adelante con la misma o trasladaban este jornada, también festiva, al Seminario de San Cayetano.

Finalmente se llegó hasta la pedanía de Ivanrey donde se celebró una eucaristía.

A lo largo del camino se invitó a los participantes a realizar diferentes reflexiones a través de juegos y de hecho, apareció un doctor o se entregaron huevos a los grupos participantes que debían cuidar y mantener a salvo hasta llegar al destino.

Una pancarta que decía ‘Sígueme’ encabezaba la comitiva, y recordaba al lema elegido en la campaña de la Infancia Misionera de este año.

El lema lo tienen muy presente en la diócesis pues la joven María García obtuvo un accésit en el concurso nacional de christmas organizado por Infancia Misionera.

 

San Blas

Raúl Berzosa: «Pido a San Blas que nos conceda la gracia de usar siempre nuestras gargantas y nuestras lenguas para alabar, bendecir y siempre dar gracias a Dios y a los demás»DSC_0490

Queridos hermanos sacerdotes, queridos Mayordomos y cofrades de San Blas, queridos todos:

Un año más, la Providencia Divina, y San Blas, nos han permitido poder celebrar la Eucaristía en este recinto tan único: el Monasterio de La Caridad. Como la temperatura nos aconseja que seamos breves, permitidme unas palabras centradas en dos núcleos: por un lado, en las lecturas litúrgicas de hoy y, por otro lado, en las palabras del Papa Francisco en su reciente visita a la parroquia romana de Santa María en Seteville.

En la primera lectura de este día, tomada de la Carta a los Hebreos, se nos recordaba que “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre”. El mismo Jesucristo fue el de San Blas, y el de todos los santos, y es el mismo en pleno siglo XXI. Pero de nada sirve creer en Jesucristo si, como hemos recitado en el Salmo 26, no experimentamos que Él, Cristo, “es nuestra luz y Salvación”. Aunque, como hemos proclamado en el Evangelio de Marcos, nos cueste incluso dar la vida, como Juan, por ser sus testigos y discípulos. Así se puede resumir también la vida de San Blas, a la luz de las lecturas de hoy: centró su fe en Jesucristo, en quien creyó como su Señor y su Luz y Salvación, y hasta fue capaz de dar la vida por él.

Me detengo brevemente ahora en otro aspecto central de San Blas: el ser patrono de los operados de garganta y protector de nuestras gargantas. Me permitís que lo haga recordando unas recientes palabras del Papa Francisco. En la visita a la parroquia romana a la que antes he aludido, como un párroco sencillo, improvisó esta homilía que nos viene como anillo al dedo: «Juan dio testimonio de Jesús. Y los discípulos encontraron a Jesús porque antes encontraron un testigo de Jesús; descubrieron que ser cristianos no es tener una filosofía o practicar una moral, sino, ante todo, dar testimonio de Jesús…Testimonio en las cosas pequeñas de la vida y, para algunos, en lo grande hasta incluso dar su vida… Los apóstoles no hicieron un curso para ser testigos de Jesús ni fueron a la Universidad. Tampoco fueron perfectos: los doce eran pecadores, envidiosos, tenían celos entre ellos…Incluso fueron traidores. Cuando prendieron a Jesús, todos escaparon llenos de miedo. Ser testigo no significa ser santo… Pero tuvieron una virtud: los apóstoles no fueron chismosos; no hablaban mal los unos de los otros, no se desplumaban, ni se creían superiores los unos sobre los otros o hablaban mal a sus espaldas… Por el contrario, a veces nuestras parroquias y comunidades son chismosas y, por lo mismo, incapaces de dar verdadero testimonio. Una parroquia de chismosos y chismosas no es la comunidad de Jesús ni la de los Apóstoles… Nada de chismes. Si tienes algo contra alguien díselo a la cara. Este es el signo de que el Espíritu está en una parroquia. Lo que destruye una comunidad son los chismorreos… Que el Señor les conceda esta gracia: no hablar jamás mal unos de los otros.

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San Blas

2017-02-03-PHOTO-000005052017-02-03-PHOTO-00000507Una manera curiosa de celebrar la festividad en Serranillo

Una de las tradiciones más conocidas en la festividad de San Blas es la de bendecir las gargantillas pero en la localidad de Serranillo, por ejemplo, al sacar la imagen se tiran al suelo para que la misma pase por encima de ellos. Es un símbolo de que se ponen bajo la protección del santo.

 

Jornada de la Vida Consagrada

Raúl Berzosa:  «Además de la esperanza, donde hay consagrados, se palpa la alegría»DSC_0402

Queridos hermanos sacerdotes, especialmente D. Ángel, Delegado Episcopal para la Vida Consagrada; muy queridas consagradas; queridos todos:

Como cada año, en la Fiesta de la Presentación del Señor, celebramos la Jornada de la Vida de especial Consagración. Lo hemos escuchado en el Evangelio: cuarenta días después de la Navidad, Jesús fue presentado en el Templo por sus padres, José y María. Lo que podía parecer un mero cumplimiento de la ley de Moisés, se transformó en un encuentro público con el resto de Yahvé, con el pueblo de la memoria. Un encuentro gozoso y esperanzador. Jesucristo era luz de las naciones y gloria de su pueblo, Israel.

También hoy, la Vida de especial de consagración, es para toda la Iglesia y para toda la humanidad “testimonio de esperanza y de alegría”. Es una familia muy grande compuesta por Órdenes e Institutos Religiosos y Seculares, contemplativos y de vida activa, Sociedades de vida apostólica, Eremitas y Orden de Vírgenes, y otras muchas nuevas formas de vida de especial consagración. Lo repetimos: ¡Son la alegría y la esperanza para la Iglesia y la humanidad entera!

El Papa Francisco nos habla constantemente de esperanza y de alegría. Y, particularmente, anima a los consagrados a abrazar el futuro con esperanza. Sin ocultar las muchas dificultades, como son: disminución de vocaciones, el envejecimiento, la cultura adversa a los compromisos duraderos, la incomprensión e irrelevancia social de la vida consagrada, y otros… Pero en medio de todo ello, se levanta la bandera de nuestra esperanza, fruto de la fe en un Dios que, con su Espíritu, lleva adelante la historia de la humanidad y nos alienta con un grito: “!No tengáis miedo, yo estoy siempre con vosotros!” (Jer 1,8).

Nuestra esperanza no es fruto de nuestras obras sino de la fidelidad de Aquel que nos ha llamado y que nunca nos falla ( 2 Tim 1,12).DSC_0410

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