Homilía en el día de San Isidro

 

DSC_0967Raúl Berzosa: «Hay que unir siempre fe y vida; trabajo y oración, amor a Dios y a los demás, sin divorcios ni separaciones».

Queridos hermanos sacerdotes, queridos cofrades, queridos todos:

 

Un año más, doy las gracias a vuestro párroco, D. Celso, por haberme invitado a celebrar esta fiesta tan popular en este barrio. Nos detenemos en las lecturas de hoy y glosaremos brevemente, algún aspecto de la vida y milagros del santo.

 

En la Primera lectura, de los hechos de los Apóstoles, se anuncia cómo Dios sacará, de la descendencia de David, un Salvador. Con el Salmo 88 nos hemos comprometido a cantar siempre las misericordias del Señor. Y, en el evangelio de San Juan, se subraya la unidad entre el Padre Dios y su Hijo Jesucristo; creer en uno es creer en otro. El Misterio de la Trinidad habla de tres personas divinas inseparables y complementarias: Padre-Hijo-Espíritu. Amante-Amado-Amor.

 

En cuanto a San Isidro, recordemos que nació en torno al 1082, en Madrid, durante el reinado de Alfonso VI, monarca que reconquistó las tierras madrileñas. Sus padres fueron de condición social humilde y, probablemente, le llamaron Isidro en honor de San Isidoro, sabio y santo Arzobispo de Sevilla en la época visigoda. Los restos de San Isidoro habían pasado por Madrid cuando Fernando I los trasladó de Sevilla a León.

 

San Isidro, cuyo nombre era Isidro de Merlo y Quintana, estuvo casado con Santa María de la Cabeza y vivieron en Torrelaguna. Sirvió en las tierras del noble madrileño Juan de Vargas. Su profesión principal era labrador, aunque también realizó otros oficios.

 

Se le atribuyen varios milagros. El primero, hace alusión a que visitaba a menudo los templos y otros campesinos decían que esto lo hacía por holgazanería en lugar de por devoción. El Sr. Vargas salió a comprobar si esto era cierto, y encontró a los ángeles arando en su lugar. Otra forma de contar el milagro, que aparece en las actas de la canonización, es que Vargas encontró a San Isidro arando con ángeles y esto le hacía arar más rápido. Tras presenciar el milagro nombró a San Isidro administrador de su hacienda.

 

Un segundo milagro nos habla de un pobre que se presentó un día en su casa pidiendo de comer. Le dio de la olla de comida que había preparado su mujer, María de la Cabeza, y la olla, una vez vacía, se volvió a llenar de comida milagrosamente. En este mismo sentido, se decía que la providencia hacía que su cosecha siempre fuera grande, y pudiera compartirla con los más necesitados, con las aves y con otros animales.

 

Entre sus milagros más populares y conocidos se cuenta el del pozo. Su hijo, que posteriormente sería llamado San Illán, cayó al pozo y, gracias a la oración de San Isidro, las aguas del pozo subieron y pudieron rescatar a su hijo. El pozo del milagro se encuentra en la casa museo de Madrid.

 

Fue beatificado por Pablo V, el 14 de junio de 1619, y canonizado el 12 de marzo de 1622 por Gregorio XV, junto a San Felipe Neri, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier. Juan XXIII le declaró patrono de los agricultores españoles, en el año 1960. También es patrón de los Ingenieros Técnicos Agrícolas y de los Ingenieros Agrónomos.

 

El cuerpo incorrupto del patrón de San Isidro se conserva en la antigua Catedral de Madrid, llamada Real Colegiata de San Isidro. La Familia Real española le ha invocado como sanador. Así, Felipe III, enfermo de unas calenturas al regresar de Portugal, fue sanado por intercesión del santo. Durante el reinado de Carlos II también se confió en el santo para que intercediera por su salud. En 1760, se llevó el cuerpo incorrupto al Palacio Real durante la enfermedad de la reina María Amalia de Sajonia.

 

¿Qué lecciones nos puede dar el Santo para vivir nuestro cristianismo de hoy?… Como una especie de brújula, a la luz de su vida y milagros, destaco cuatro puntos: Lo primero, que la santidad no es algo extraño, sino vivir “lo ordinario de forma extraordinaria”, con mucho amor y desde la presencia de Dios. Todos estamos llamados a la santidad.

 

Lo segundo, tener gran fe en la Providencia de Dios. Como afirman los jesuitas, “hacer todo como si dependiera de nosotros y, al mismo tiempo, tener tanta fe como si nada dependiera de nosotros”.

 

Lo tercero, unir siempre fe y vida; trabajo y oración, amor a Dios y a los demás, sin divorcios ni separaciones.

 

Y lo cuarto, no olvidarnos jamás de los más. necesitados. El Papa Francisco nos está recordando que, en este momento, en la sociedad, no sólo hay marginados sino excluidos, invisibles y sobrantes por una economía “del descarte”. Y no hace falta mirar lejos, sino a nuestro lado.

 

Concluyo: estamos en el año franciscano. San Francisco de Asís nació justamente cien años después de San Isidro, en 1181. Seguro que San Isidro Labrador, si lo hubiera conocido, haría suyo el cántico de las criaturas del fraile franciscano. Lo recuerdo y nos puede servir como oración:

 

Altísimo y omnipotente buen Señor,
tuyas son las alabanzas,
la gloria, el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te convienen,
y ningún hombre es digno de nombrarte.

 

Alabado seas, mi Señor,
en todas tus criaturas,
especialmente en el Señor hermano sol,
por quien nos das el día y nos iluminas.

 

Y es bello y radiante con gran esplendor.
De ti, Altísimo, lleva significación.

 

Alabado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las estrellas;
en el cielo las formaste claras, preciosas y bellas.

 

Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento
y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo;
por todos ellos a tus criaturas das sustento.

 

Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual iluminas la noche;
y es bello, alegre, vigoroso y fuerte.

 

Alabado seas, mi Señor,
por la hermana nuestra madre tierra,
la cual nos sostiene y gobierna
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.

 

Alabado seas, mi Señor,
por aquellos que perdonan por tu amor,
y sufren enfermedad y tribulación;
bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán.
Alabado seas, mi Señor,
por nuestra hermana muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.

 

¡Ay de aquellos que mueran
en pecado mortal!

 

Bienaventurados a los que encuentre
en tu santísima voluntad
porque la muerte segunda no les hará mal.

 

Alaben todos y bendigan a mi Señor
y denle gracias y sírvanle con gran humildad.

 

Nada más, pedimos a los Santos, San Isidro y Santa María de la Cabeza, y a San Francisco, que intercedan por los matrimonios y por las familias, especialmente las más necesitadas, y por todos nosotros. Y un recuerdo muy especial para los trabajadores del campo. Amén.

 

+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo