Homilía

Día de la Familia

(Grabada para la COPE, 30-12-2012)

Queridos todos, especialmente queridos enfermos. Este domingo celebramos el día de la familia y de la defensa de la Vida, desde que se engendra hasta su final.

Hace algunos años, tuvo éxito una película con este título: “La familia, bien. Gracias”. Cuando uno asistía a la proyección lo que aparecía ente sus ojos eran problemas y más problemas familiares que casi nada tenían que ver con el título.

En verdad, es difícil hablar de la familia porque no podemos hablar de ella en abstracto: nos toca de lleno y en lo más profundo: nos habla de nuestra propia familia.

Dejando las lecturas de la misa de este domingo, recordamos lo que, especialmente los últimos Papas vienen hablando de la familia.

Ante todo, ni están lejos ni viven alejados de esta sociedad. Por ello constatan que la familia está en crisis, aun siendo la realidad más valorada por los españoles. Por parte de los padres, se siente la crisis económica, el paro, cierto clima divorcista, e incluso la impotencia educativa. Como si ser padre o madre, hoy, fuese más difícil que en otros tiempos.

Por parte de los hijos, se experimenta incertidumbre y miedo ante una sociedad que ellos no han creado. Y, por parte de la sociedad, no se apuesta lo suficiente por la familia. Incluso no nos atrevemos, socialmente hablando, a dar una definición de familia: ¿De qué hablamos cuando hablamos de familia, en una sociedad tan compleja y plural?…

Y, a pesar de lo dicho, y precisamente por ello, la Iglesia nos presenta como modelo de familia la familia de Nazaret. Algunos pueden sonreir de forma irónica: ¿De verdad, José, María y Jesús pueden ser modelo para la familia de hoy?…

La respuesta es “sí”, pero copiando no tanto las formas externas de la familia de Nazaret como su mensaje profundo: es decir,  su proyecto  familiar y los valores que ella se vivían.

De esta manera, la familia de Nazaret nos recuerda cómo la familia, nuestra familia, debe ser escuela permanente de amor y de defensa de la vida. Sólo por amor, se crea la familia. Sólo por amor se hace posible la llegada de un nuevo ser en la misma. En la familia recibimos mucho más de lo que merecemos. Más aún: en ella se ama y mima más al débil y necesitado. Y, en la familia, comenzamos a elaborar y vivir nuestra escala de valores personales y sociales. En ella, experimentamos la autenticidad, la sinceridad, la coherencia, la fidelidad, el esfuerzo…

En segundo lugar, la familia de Nazaret nos nuestra que la familia es escuela de diálogo, de comunión, de superación y de crecimiento. Porque para crecer, necesitamos que nos escuchen y saber escuchar, hablar y que nos hablen, amar y ser amados, respetar y ser respetados, valorar y ser valorados. El clima de un hogar es el más propicio para ello. Entre los esposos, no se da la unión de dos egoísmos sino el encuentro sincero y la entrega amorosa de dos personas. En la relación padres-hijos, crece la sana autoestima personal. Y, entre hermanos, se practica la tolerancia, el diálogo, la fraternidad, la libertad, el compartir.

En tercer y último lugar, la familia, desde la fe cristiana, es una verdadera iglesia doméstica. En ella, desde la mirada de Dios, todos nos sentimos responsables de todos no sólo en el terreno físico o psíquico sino también en el espiritual.  Más aún: en los momentos más difíciles sabemos que la fe en Dios y el amor cristiano son más fuerte que la negatividad. Y no es un lema pasado de moda que “familia que reza unida, permanece unida”. Añado: la familia es sagrario de la defensa de la vida en todos los momentos de la misma. Gracias a la familia, es posible construir la civilización del amor y de la vida frente a las tentaciones de muerte y división.

Al final, la misma pregunta que nos hacíamos: ¿Tiene algo que ver la familia de Nazaret, la familia de Jesús, con la nuestra? – Sin duda, si sabemos profundizar y mirar con ojos limpios.

Hoy es el día de la familia. Demos gracias a Dios por nuestra familia de sangre. A un Dios que también es familia (padre-hijo-Espíritu Santo) y que, en el Hijo encarnado, experimentó la realidad de una familia humana.

Y demos gracias, también, por la familia de fe: nuestra parroquia, nuestro movimiento, nuestra comunidad. ¡Qué bello y gratificante es vivir en la gran familia cristiana! Particularmente en estos tiempos de crisis. ¡Es muy grande saber que no estoy sólo, que otros se preocupan de mí!

Al mismo tiempo que damos gracias, renovemos nuestro compromiso con nuestra familia y tengamos un recuerdo muy especial parta nuestros mayores y enfermos. ¡Gracias por  querer ser familia según el proyecto de Dios!

         + Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo