Funeral D. Joaquín Alonso Martín

Raúl Berzosa: «Qué suerte tiene este presbiterio de Ciudad Rodrigo con sacerdotes tan dotados y tan ejemplares! Seguro que será un intercesor más en favor de nuevas y santas vocaciones sacerdotales»

Queridos hermanos obispos, D. José y D. Julián; muy queridos D. Santiago y familiares; queridos hermanos sacerdotes; queridas consagradas; queridos todos:

Justamente, ayer, al finalizar el Consejo de Gobierno, nos llegó la triste noticia del fallecimiento de D. Joaquín. Todos los miembros de dicho Consejo acompañamos a D. Santiago hasta la Residencia de San José y, allí, entre lágrimas, el propio D. Santiago le impartió los últimos sacramentos, le dio la absolución y la bendición papal, y le encomendó al Señor de la Vida. Todos juntos, después, rezamos un sentido responso. D. Santiago, y el propio D. Joaquín, quedaron en dicha Residencia, atendidos con el cariño y delicadeza que son la marca e identidad del carisma de la Congregación de Hermanitas.

Desde que llegué a Ciudad Rodrigo, me llamó la atención la persona de D. Joaquín. El propio D. Santiago, y otros hermanos sacerdotes, me pusieron al día de su vida y de su ministerio. Fue un fidelísimo colaborador de los obispos. De carácter y trato muy agradables, siempre sonriente y comunicativo. Como sacerdote, gran cumplidor y pudiéndote fiar de su palabra dada. Muy humilde y servicial, prefería pasar desapercibido si podía. Mostró un gran cariño a los seminaristas y un trato fraterno con los hermanos sacerdotes. Piadoso y amante de la Virgen. Tal vez por ello, estamos celebrando, precisamente en un sábado, su tránsito a la Casa del Padre y su encuentro definitivo con el Buen Pastor.

Porque, ciertamente, también fue un gran y cualificado pastor. De su amplio curriculum existencial y sacerdotal recuerdo que nació en Sobradillo en el año 1939. Estudió en el Seminario Diocesano y fue ordenado presbítero en 1964. Cursó estudios de Magisterio y catequética y tuvo como destinos: el ser coadjutor en la Parroquia de San Cristóbal, Vice consiliario de Acción Católica, Director del Secretariado de Catequesis, Vice Delegado de Caridad y Acción Social, Delegado de Misiones y para los Actos del V centenario de la Evangelización de América, Capellán de la Residencia de San José, Canónigo de la Catedral, Delegado de Fundaciones y Capellanías, Delegado de La mutual del Clero, Colaborador del Archivo Diocesano y Catedralicio, Miembro del Consejo Presbiteral, Notario del Tribunal Diocesano y Auxiliar de Secretaria y, lo más relevante a mi juicio, Secretario Particular de tres obispos: D. Antonio Ceballos, D. Julián López y D. Atilano Rodríguez. En el año 2009 sufrió una grave enfermedad cardiovascular-cerebral de la que ya no se recuperó. ¡Dios le premie su incansable y cualificada labor eclesial y pastoral! Desde ayer, he recibido muchas muestras sinceras de dolor y de condolencia cristianas, de aquí y de fuera; entre ellas, la del Obispo D. José, desde Brasil, uniéndose a este acto que estamos celebrando. Cuando veía a D. Joaquín, postrado en su silla, recordaba en mi corazón las palabras del Salmo 93: “En la vejez seguiré dando frutos, lozano y frondoso, para proclamar que justo es el Señor, mi Roca”.

Una vez más repito con objetividad y alegría: ¡Qué suerte tiene este presbiterio de Ciudad Rodrigo con sacerdotes tan dotados y tan ejemplares! Seguro que será un intercesor más en favor de nuevas y santas vocaciones sacerdotales.

Esta mañana hemos celebrado en el Santuario de la Virgen de la Peña de Francia la apertura de la Puerta Santa Jubilar. He pedido especialmente por D. Joaquín para que el Señor le otorgue el perdón de todos sus pecados y la absolución de sus culpas.

Me atrevo, humildemente, a hacer una confidencia por la que pido perdón a D. Santiago: ha sido muy ejemplar con su hermano, visitándolo y atendiéndolo todos los días, mañana y tarde; y, siempre, pendiente de él.

¡Muchas gracias, D. Santiago! Ojalá aprendamos de Usted a tratarnos así los sacerdotes entre nosotros, aunque no seamos hermanos de sangre. Ha sido un incentivo de caridad en este año jubilar de la Misericordia. De otra manera, ahora será D. Joaquín, quien le ayudará desde la Comunión de los Santos.

En el necesario capítulo de “agradecimientos”, los primeras “gracias” al Señor de la Vida por la larga y fecunda vida de D. Joaquín. Gracias a su familia por todas las atenciones y por el cariño manifestados hacia D. Joaquín; y, gracias, muy especialmente, a las hermanas y a los residentes de San José. ¡Qué mimo y cuántos cuidados recibió siempre D. Joaquín! Dios os pague lo que, humanamente, ni sabemos ni podemos hacer.

Estamos en la Octava de Pascua. En la primera lectura, de los Hechos de los Apostoles, se exclamaba:“no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído”. Así fue la vida de D. Joaquín y así tiene que ser nuestro recuerdo hacia él y hacia el ejercicio de su ministerio. Con el Salmo 117 hemos cantado: “Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste”. ¡Cuántas veces lo cantó D. Joaquín, mientras peregrinaba, y hoy se lo estará cantando al Dios de la Vida y de la Resurrección! Finalmente, el evangelio de San Marcos nos recordaba el mandato del Señor: “Id al mundo entero y proclamad el Eavngelio”. Este fue el secreto y el sentido profundo de la vida de D. Joaquín. Como he afirmado anteriormente, ojalá su misión sea continuada por nuevas y santas vocaciones. Se lo pedimos al Señor de la Mies y le ponemos por intercesor a D. Joaquín.

Finalizo. Recientemnte, despedimos a nuestro querido hermano sacerdote D. Floro. También de larga trayectoria ministerial. Le tenemos presente de nuevo hoy, hoy, en nuestras oraciones. Como sencillo homenaje de agradecimiento, a él y a D. Joaquín, recordaré unos versos de nuestro poeta y sacerdote D. Jesús Nieto, en este tiempo pascual y en esta Eucaristía exequial. Es soneto titulado “Resurrexit”:

Mañana del domingo. Se adivina

        el milagro. Resurrexit. Un concierto

        pascual. Aleluya. Un camino abierto,

        andadura de una Iglesia Peregrina.

       

        Magdalena llorosa de la esquina,

        no busques el cadáver. No está muerto.

        Cenáculo, Emaús, sendas del Huerto,

        votad por la esperanza que ilumina

 

        el Mensaje. A María le ha llamado

        por su nombre. Tomás es ya creyente

        porque ha puesto su mano en el costado.

 

        Cristo vive. Muerte a la Muerte ha dado.

        Es la Pascua. La Pascua Permanente.

        El paso de Jesús Resucitado.

 

Gracias a todos los presentes por vuestro testimonio de fe en la resurrección y por vuestras oraciones. Gracias por vuestro cariño a los sacerdotes. Rezad siempre por los vivos y por los difuntos. ¡Que en el cielo nos veamos todos, junto a nuestro querido D. Joaquín y en la compañía de tantos presbíteros santos de nuestra Diócesis, que nos han adelantado y nos están esperando! Amén.

+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo