Clausura Año Teresiano

Raúl Berzosa: «Continúa muy actual la herencia de Santa Teresa porque queremos, como ella, una Iglesia vital, dinámica y misionera, sanamente plural y sinodal»

Queridos hermanos sacerdotes, querida comunidad de madres carmelitas, queridos todos:

Vamos a clausurar el año teresiano. Y lo hacemos poniendo en nuestros labios y corazón el mensaje escuchado en las lecturas de hoy: “Con sabiduría e inteligencia”, como se nos recordaba en la Primera. “Con mansedumbre y humildad”, como reflejaba el Evangelio de San Mateo. Pero sin miedo a “Cantar las maravillas de Dios, en medio de la asamblea”, como hemos repetido en el salmo 88.

Durante todo un año, La Santa, nacida el 28 de marzo de 1515, nos ha brindado la oportunidad de celebrar su quinto centenario. No voy a repetir lo que he venido diciendo. Brevemente, al hilo de sus principales obras, os quisiera dejar una especie de testamento “reformador” o de “verdadera conversión” para nuestra iglesia de hoy. Se trataría de responder a esta pregunta: “¿Qué nos queda como herencia de la santa abulense, en estos momentos históricos, para reformar y renovar nuestras comunidades cristianas?”. Precisamente en estos momentos históricos en que estamos viviendo los frutos de la Asamblea Diocesana. Deseo insistir hoy en la dimensión de renovación comunitaria, porque tal vez, durante este año teresiano, hemos subrayado más los aspectos de renovación personal.

Comenzamos por el Libro de la Vida, escrito en 1562. Nos hablaría de “renovar la vitalidad eclesial”. A veces mostramos una cara de la Iglesia, mortecina, adormecida, envejecida y decadente. El libro de la Vida tiene un tono vital, entusiasta, optimista, atractivo, porque, en dicho libro de la Vida de la Santa, se trasluce el Espíritu Santo que todo lo renueva. Incluso es capaz de hacer que una religiosa, Teresa, tras quince años de vida consagrada, y a la edad de 52, se convierta en fundadora de algo nuevo y fecundo. Hermanas y hermanos, primera lección: la Iglesia, por el Espíritu, siempre es joven…”¿Somos nosotros los viejos y estériles?”, como nos preguntaba el escritor francés Bernanos. Pidamos al Espíritu, como primera lección, no perder la vitalidad eclesial que Santa Teresa refleja en el libro de su Vida.

Segundo libro, Camino de perfección, escrito en 1573. Nos habla del “dinamismo de la Iglesia”, de estar siempre en camino y de sentirnos peregrinos… Pero, “¿hacia dónde?”… -Hacia donde nuestro corazón nos reclama felicidad y plenitud. Es una buena lección de la Santa para este momento cultural donde parece primar el desconcierto, la superficialidad, la rutina, la aceleración estéril o la fragmentación y la división. El Papa Francisco nos viene hablando de la necesidad de un nuevo “dinamismo misionero y evangelizador”, de una Iglesia que no se instala, siempre en salida, en éxodo y en camino, para llegar a todos y al corazón de todos y, así, anunciarles dónde está la novedad de hoy, de ayer y de siempre: el encuentro existencial y personal con Jesucristo. Es una Iglesia, cuyo peregrinaje final culmina en la Jerusalén celestial. Esta es la segunda lección para nosotros, a la luz de la Santa: la Iglesia siempre es dinámica, en camino; siempre descubriendo los nuevos senderos que Dios nos marca desde los signos de los tiempos y que concluyen en una Vida sin fin.

La tercera obra son Las Moradas o Castillo Interior, fechada en el año 1577. Nos habla de un “sano pluralismo en la Iglesia”. En efecto, la Iglesia no sólo se renueva por la vitalidad interna y el dinamismo exterior, sino por el reconocimiento y fortalecimiento, en ella, de todos los dones, carismas y funciones que el Espíritu nos regala. Somos una Iglesia sinodal y corresponsable. Somos como una orquesta en la que todos tenemos un papel importante y, a la vez, diferente. La Iglesia es el hogar de todos. La Iglesia, como nos repite también el Papa Francisco, no es una “aduana ni una controladora” de todo. Ni es un ámbito en el que las mayorías se imponen y las minorías se bloquean. Somos fraternidad, somos comunión. Esto es mucho más que una democracia. Esta es la tercera lección para reformar la Iglesia: respetar la sana y necesaria pluralidad, fruto y regalo del Espíritu.

Finalmente, la cuarta obra, Las Fundaciones, escrita entre 1573 y 1582, nos habla de necesarias “estructuras o ámbitos eclesiales”. La Santa fundó más de doce “palomarcitos o conventos”. donde no sólo se buscaba una espiritualidad individual y personal sino colectiva y fraterna. Toda ella centrada en la Palabra de Dios y en la vivencia existencial de la Eucaristía, que llevaba a vivir con exquisitez y compromiso la caridad cristiana. Así tienen que ser nuestras comunidades renovadas: por un lado, mirada fija y directa al Señor, que se nos revela cada día en la Escritura y en los Sacramentos; y, por otro lado, mirada fija al Señor “en los hermanos y hermanas del camino”, los cercanos y los alejados. Porque vivimos, en forma de cruz, dos realidades inseparables y complementarias: verticalmente, hacia Dios, y horizontalmente, hacia los hermanos. En nuestras comunidades se deben equilibrar las cuatro dimensiones de la Iglesia: comunión-comunidad, anuncio misionero, celebración y compromiso de la caridad.

Queridos todos: si la Iglesia renueva, como Santa Teresa, su vitalidad, su dinamismo misionero, su sinodalidad y sus estructuras, nos lloverán críticas y voces en contra. ¡Qué importa!. ¿Sabéis lo que llegó a escribir de la Santa, en 1578, el Nuncio Felipe Sega?: “Teresa es una fémina inquieta, andariega, desobediente y contumaz, que a título de devoción inventaba malas doctrinas, andando fuera de clausura, contra el orden del Concilio Tridentino y preados, enseñando como maestra contra lo que San Pablo enseñó mandando que las mujeres no enseñasen”. Gracias a Dios, ni el Espíritu Santo, ni la Iglesia, le dieron la razón a este ilustre prelado. Continúa muy actual la herencia de Santa Teresa, después de quinientos años, porque queremos, como ella, lo repito, una Iglesia vital, dinámica y misionera, sanamente plural y sinodal y con estructuras que sirvan para transparentar al Señor y vivir la fraternidad genuinamente cristiana.

Concluyo: El día 21 de septiembre, el Papa Francisco hablaba a los jóvenes de Cuba. Su discurso se centró en tres palabras: soñar, comunión y esperanza en el camino. Hacemos nuestras dichas palabras, como resumen y actualización del mensaje de Santa Teresa hoy.

Tenemos que soñar, como la Santa, “porque las personas tenemos dos ojos: uno de carne y otro de cristal. Con el ojo de carne vemos lo que miramos, con el ojo de cristal vemos lo que soñamos”. Quien no es capaz de soñar sólo está encerrado en sí mismo. Cuanto más grande sea la capacidad de soñar, aunque la vida nos deje a mitad de camino, más camino se ha recorrido….

Tenemos que buscar siempre, como Santa Teresa, la unidad, la comunión, que requiere corazones abiertos y mentes abiertos. Hay que hablar, mucho y bien, de lo que tenemos en común y, al mismo tiempo, de las cosas diferentes; siempre buscando el bien eclesial y el bien común social. A esto se llama “amistad social” y “amistad eclesial”. Cuando sólo hay división, en la sociedad o en la Iglesia, hay muerte en el alma; porque estamos matando la capacidad de unir y la fraternidad.

Y, finalmente, hacer posible la esperanza en el camino, como Santa Teresa. Que no es tarea fácil; porque implica sufrimiento y esfuerzo cotidianos y, además, tiene que ser compartida. La esperanza, como la libertad, no se puede recorrer en solitario. Un proverbio africano dice: “Si quieres ir de prisa, camina solo; pero si quieres llegar lejos, camina acompañado”.

Pedimos, en este día, al Espíritu Santo, no sólo caminar con los hermanos que están a nuestro lado, sino con Santa María, la Virgen, con San José, con la propia Santa Teresa y con tantos santos y santas carmelitas, verdaderos hermanos mayores nuestros e intercesores. Que así sea.

Unas palabras finales de sincero agradecimiento a las madres carmelitas, que nos han acogido tantas veces en esta casa, y a las hermanas teresianas. La Santa os lo pague con nuevas y santas vocaciones. Gracias a D. Rafael y D. José María, y a todos los sacerdotes de Ciudad Rodrigo, por el servicio prestado día a día. Que también la Santa os bendiga.

+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo