Hoja diocesana mayo

Madre de Misericordia

         Estamos en el Mes de Mayo. Mes de María, la Virgen. Este año, el Papa Francisco nos ha anunciado una buena noticia: el año de la Misericordia. Es cierto que comenzará en el mes de Diciembre pero deseo ya expresar algunas sugerencias para nuestra vida cristiana.

Afirma el Papa que Jesús el rostro de la misericordia de Dios Padre. Lo es con sus palabras, con sus gestos, con toda su persona. La pregunta nace también sincera: ¿No podemos decir lo mismo de María?… Más aún, el Santo Padre nos invita a experimentar en nuestra vida lo mismo que le aconteció al apóstol Mateo: “miserando atque eligendo” (“Le miró con misericordia y lo eligió”). Es también lo que expresó la Virgen en el Canto del Magnificat y es, igualmente, el lema elegido por el Papa en su Pontificado. Hagámoslo nuestro.

¿Por qué tenemos que vivir la misericordia? – Porque estamos llamados, como Jesús y María, a ser signos visibles de lo que Dios es en sí mismo: Amor y Misericordia. Y porque, como afirma el Papa, la misericordia es fuente de alegría, de serenidad y de paz. La misericordia sabe perdonar todo y va más allá de la mera justicia. En otras palabras: el misericordioso, trata a los demás como Dios nos trata a cada uno. Por eso rezamos en el Padre Nuestro que perdonamos como Dios nos perdona. Y, añadimos, amamos como Dios nos ama, y somos misericordiosos como Dios lo es con cada uno de nosotros.

¿Cómo podemos concretar la misericordia en nuestra vida cotidiana? – El Papa nos invita a vivir las obras de misericordia: siete materiales y siete espirituales. Las recordamos, porque son todo un programa existencial. Comenzamos por las materiales: dar de comer al hambriento; dar de beber al sediento; vestir al desnudo; acoger al forastero; curar enfermos; visitar presos; y enterrar a los muertos. Las obras espirituales son: dar consejo al que lo necesita; enseñar al que no sabe; corregir al que yerra; consolar al triste; perdonar las ofensas; soportar con paciencia las molestias de la vida y a los molestos; y rogar a Dios por los vivos y los difuntos. En definitiva, al final, se nos va a juzgar por cómo hemos practicado las catorce obras de misericordia (Mt 25, 31-46): “Lo que hicísteis con uno de éstos, lo hicísteis conmigo”, nos dirá el Señor. En nuestra tierra, no nos olvidemos de visitar y atender especialmente a los enfermos y ancianos.

Cuando contemplamos a los Santos, en cada uno de ellos vemos reflejada, hasta el heroísmo, alguna de las obras de misericordia. Y, en Jesús y María, el conjunto de todas ellas. Pidamos vivir así este mes de Mayo: que cada obra de misericordia sea como una flor preciosa ofrecida a nuestra Madre. Llenemos del buen olor de la misericordia nuestras familias, nuestras comunidades, nuestros pueblos y lugares de estudio o trabajo. Que el Espíritu Santo nos ilumine y ayude en esta buena y generosa tarea.

+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo