Carta del Obispo

Adviento 2012

Continuamos en el tiempo de Adviento. Toda la Iglesia, todos los cristianos tendremos dos palabras en nuestro labios y en nuestro corazón: “Marana Tha” (El Señor viene) y “Maran atha” (ven Señor).

No es inútil volver a recordar que los bautizados celebramos, cada año, cuatro advientos que preparan, a su vez, cuatro navidades: el primer adviento y la Navidad más decisiva: la del Hijo de Dios en carne, acaecida hace más de dos mil años. La segunda, la Eucaristía, que es una verdadera navidad cotidiana, con la preparación previa a la consagración del pan y del vino, que es como un adviento. El tercer adviento, la historia humana que prepara la Navidad definitiva: cuando Cristo sea todo en todos. Y cuarto adviento, y cuarta navidad, la experimentada por cada uno de nosotros. ¿Cómo se entiende esto último? – Este año he puesto en la postal de Navidad: “Hace dos mil años, todo un Dios pidió permiso a una Virgen para entrar en este mundo. El mismo Dios te pide permiso hoy para entrar en “tu mundo” y en el de los más necesitados. No le cierres la puerta. Déjale nacer en ti y en los demás”.

En este Adviento, en cada una de las cuatro velas de diferentes colores que podemos encender en nuestros hogares, podemos colocar las siguientes palabras: Luz, Vida, Esperanza, Solidaridad. Las dos primeras, para acoger al Señor que nace como lo que Él es: la Luz Verdadera y la Vida auténtica. Las otras dos, esperanza y caridad, para compartir con los demás, especialmente en este tiempo de crisis.

Durante estos días, “estemos vigilantes” como leemos en la Carta a los Tesalonicenses ( 1 Tes, 3,13): “Que el Señor os fortalezca internamente para cuando Jesús vuelva”.

Por todo lo anteriormente expresado, no podemos compartir con nuestros poetas que “estamos en esta vida como las hojas en los árboles en el otoño”. O que “somos como la huella que deja la ola en la arena y que enseguida viene otra y la borra”. Tenemos una certeza y una seguridad que nada ni nadie nos quitará: el Señor es nuestra roca, nuestro origen y nuestro destino. Por eso, con Santa Teresa podemos cantar: “Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa, Solo Dios basta”.

El Señor nos concede vivir un nuevo Adviento, en este Año de la Fe. Vivamos en espera y esperanza, alimentados por la verdadera Fe, y autentificados por el Amor. Esto es el Adviento. Y la prueba de que lo vivimos, y los medios para vivirlo, la Iglesia nos los viene recordando. No son nuevos: oración, compartir lo que somos y lo que tenemos, y sincera conversión en dos direcciones: a Dios y a los hermanos.

Que Santa María, la Virgen, y los personajes que el Adviento nos presenta como modelos, nos ayuden a caminar en este tiempo de gracia y bendición divinos.