Carta a la Diócesis

Somos una gran familia CONTIGO

Se ha insistido en estos años en contemplar la comunidad cristiana como una gran familia: familia de fe, de celebración, de anuncio misionero y de compromiso con los más pobres. Y ciertamente es así.

En una familia, todos somos responsables; los unos de los otros. Todos aportamos lo que sabemos y tenemos. Y especialmente protegemos a los más débiles e indefensos.

¡Qué bien y qué bellamente lo ha expresado nuestro querido Papa Francisco! Todos somos criaturas de Dios, hijos de Dios y, los que participamos en la eucaristía, la misma carne de Jesucristo. A veces, llagada y herida.

Estamos finalizando el Año de la Misericordia. Se nos ha pedido no solo practicar las obras de misericordia sino, sobre todo, tener un corazón misericordioso. ¡Qué maestro tan singular y único fue nuestro Señor Jesucristo! Nos dijo por adelantado cuál será el examen final de nuestra vida: lo encontraremos en el evangelio de San Mateo, en el capítulo 25. Se nos pedirá cuentas de lo que hicimos con los desnudos, con los hambrientos y sedientos, con los enfermos, con los encarcelados…¡Con todos y cada uno de los necesitados que estaban a nuestro lado o, incluso, lejos de nosotros!

La diócesis, encarnada en las familias de sangre (que son verdaderas «iglesias domésticas»), en las comunidades parroquiales, y en las comunidades de vida consagrada, tiene esa vocación y ese rostro tan hermoso: el de la familia de los Hijos de Dios. Viene bien recordarlo cada año en la Jornada de la Iglesia Diocesana.

Como familia, tenemos que ayudar con nuestros bienes materiales pero, sobre todo, con los talentos que el Señor nos ha concedido. Solamente se pude ser feliz cuando estamos al servicio de los demás. Ya lo decían nuestros clásicos: «¡Quien no sirve, no sirve para nada»!

Mi agradecimiento sincero y mi bendición. Que el Señor os pague vuestra generosidad.

 

+Raúl Berzosa Martínez

Obispo de Ciudad Rodrigo