Homilía con motivo Canonización

Raúl Berzosa: «Ellos nos han señalado dónde está nuestro secreto y sentido existencial y la clave de nuestra felicidad: en Jesucristo»

Queridos hermanos presbíteros, queridos seminaristas, queridas consagradas, queridos todos: gracias por vuestra participación en esta Eucaristía.

En el segundo domingo de Pascua bien podemos comenzar con el salmo que hemos repetido hoy: “Dad gracias al Señor porque es bueno; porque es eterna su misericordia”. El Padre bueno, en Cristo resucitado, por el Espíritu, nos hace un gran regalo, en este día y paratoda la Iglesia: la canonización de dos Papas.

Ya, en su momento, al fallecer Juan XXIII, en el año 1963, el pueblo decía de él que “había sido bueno y santo”.  Se ha escrito que su muerte fue una muestra de duelo mundial porque había ganado el corazón del mundo entero. Por eso, el papa Pablo VI, en 1965, comienza el proceso de su beatificación. Recordamos que la beatificación del Papa Juan XXIII tuvo lugar en el año 2000. En aquella ocasión, el milagro aprobado fue la curación de una hemorragia ulcerosa mortal a sor Caterina Capitani, en 1966.

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Asamblea Diocesana

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Mª Ángeles Infante cierra la segunda etapa de la Asamblea Diocesana

La Asamblea Diocesana sigue avanzando y en la jornada del sábado tuvo lugar la tercera de las ponencias destinadas a religiosas. De esta manera, se cerraba la segunda etapa de esta Asamblea con la conferencia pronunciada por Mª Ángeles Infante Barrera, Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl, cuyo título era ‘La Audacia de la Caridad: Espiritualidad, inserción, pobre’. La tercera etapa se desarrollará los meses de mayo y junio y en la misma, se darán a conocer las conclusiones de las tres grandes vocaciones: presbíteros, laicos y religiosas.

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La Catedral recuperó el lavatorio de pies

Una de las novedades que tuvo la misa del Jueves Santo que se celebró en la catedral de Santa María fue el lavatorio de pies que realizó el obispo  a un representante de cada una de las siete cofradías de la Semana Santa. Todos ellos iban vestidos con sus hábitos.

Hace años que en la catedral no se celebraba este rito, y antaño se hacía con los ancianos de alguna residencia. El símbolo que se le da es el del obispo celebrante al servicio de la diócesis, en este caso, sirviendo a las cofradías y como signo de comunión eclesial y de participación en los misterios litúrgicos de la Semana Santa.

Homilía en la Misa Crismal

Raúl Berzosa: «El pueblo santo de Dios sigue necesitando pastores que lo custodien ‘desde lo alto'»

        Querido hermano obispo, D. José; muy queridos hermanos de este presbiterio civitatense; queridas religiosas; queridos seminaristas y Diácono; queridos todos.

Un año más, nos reunimos para celebrar la Eucaristía y para renovar nuestras promesas: es la Misa Crismal. Día para dar gracias a Dios por nuestra vida sacerdotal y para recordar nuestra verdadera identidad y misión. Permitidme que, en esta ocasión, me haga eco de algunas de las palabras del Papa Francisco, pronunciadas en la Congregación para los Obispos, el día 27-3-2014, coincidiendo con la reciente Visita Ad Limina de los obispos españoles.

El Papa comienza destacando “lo esencial” de nuestra vocación: «Llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos…» (Mc 6, 7). El pueblo santo de Dios sigue necesitando pastores que lo custodien “desde lo alto”; necesita quien los mire con la amplitud del corazón de Dios; no necesita un manager, un administrador o delegado de una empresa, ni tampoco uno que esté al nivel de nuestras pequeñas pretensiones. Necesita pastores que sepan elevarse a la altura de la mirada de Dios para guiarnos hacia Él. La gente recorre con fatiga la llanura de la cotidianidad, y necesita ser guiada por quien es capaz de ver las cosas desde lo alto. Nuestro desafío es entrar en la perspectiva de Cristo, mirar con su luz. ¿Dónde encontrar esta luz? – El Papa Francisco nos invita a ir a los cimientos, a «visitar» la Iglesia apostólica para buscar allí algunos criterios para ser un buen pastor. Desde esa mirada apostólica comienza a señalarnos algunas notas: ante todo, tenemos que ser, como los Apóstoles, testigos del Resucitado. Nuestra vida y ministerio deben hacer creíble la Resurrección, que pasa por la entrega y la cruz y que debe ir en búsqueda de aquellos a los que el mundo “descarta”. Por lo tanto, para reconocer a un verdadero pastor, no sirven solo las cualidades humanas, intelectuales o culturales y ni siquiera pastorales. El perfil de un pastor no es la suma algebraica de sus virtudes. Es el Espíritu del Resucitado quien forma a sus testigos, quien integra y eleva las cualidades y los valores del pastor.

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Palabras en la celebración del sacramento de la Penitencia y de la reconciliación (14-4-2014)

Raúl Berzosa: «Cuando yo voy a confesarme, es para sanarme el alma y el corazón por algo que no hice bien»

Queridos hermanos sacerdotes, queridas religiosas, queridos todos:

Una Cuaresma más, el Señor nos ha concedido la gracia de poder acercarnos al Sacramento de la Reconciliación y de la Penitencia. Para prepararnos, comunitariamente, hemos escuchado dos lecturas y un salmo. En la primera lectura, de la Carta a los Efesios, se nos invitaba a renovar nuestra mentalidad y nuestra forma de vivir para con Dios y los demás. Con el Salmo 50 hemos repetido: “Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme”. En el Evangelio, en este año franciscano, hemos vuelto a leer las Bienaventuranzas. Después de nuestro Señor Jesucristo, nadie como San Francisco de Asís las encarnó y vivió. Nos servirán hoy para hacer un examen de conciencia.

Me detengo en el sentido del Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación. No hace mucho, el Papa Francisco habló sobre este sacramento en su audiencia de los miércoles. Nos recordó que este sacramento de la reconciliación es un sacramento de sanación, para recobrar la salud. Cuando yo voy a confesarme, es para sanarme el alma y el corazón por algo que no hice bien. El origen del Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación se manifiesta en la misma tarde de Pascua el Señor, cuando se apareció a los discípulos, encerrados en el cenáculo, y tras  haberles dirigido el saludo “¡Paz con vosotros!”, sopló su espíritu sobre ellos y les dijo: “A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados” (Jn. 20,21-23). Este pasaje, subraya el Papa, nos avisa de que el perdón de nuestros pecados no es algo que podemos darnos nosotros mismos: yo no puedo decir: “Yo me perdono los pecados”…Ni “yo me confieso directamente con Dios”; el perdón se pide en la Confesión y se recibe a través del Sacramento que el Señor quiso.

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