Festividad de San Blas

 

Raúl Berzosa: «Tenemos que tener sana la garganta, pero sobre todo la lengua»

Queridos hermanos sacerdotes, queridos Cofrades, queridos todos.

El Señor, con su gracia, nos ha concedido celebrar un año más la memoria de San Blas, muy próxima a la de San Antón, con cuya vida tiene muchos puntos en común.

Recordamos que San Blas vivió entre los siglos III y IV. Fue un hombre recto y probado en virtudes como la caridad, la mansedumbre, la piedad, o la castidad… Incluso tenía conocimientos médicos. Es elegido obispo de la ciudad de Sebaste (Armenia) y, en lugar de residir en ella, prefiere vivir en la montaña, en eremitorio. Allí lo visitan los animales a los que el santo trata con respeto y hasta cura. Los saldados, que iban de caza,  descubren la cueva y, como eran tiempos de persecución, lo arrestan. En el largo camino, el santo convierte a muchos paganos y realiza sus conocidos milagros. El primero,  un muchacho que tenía una espina clavada en la garganta. A Blas se le reconocen poderes de taumaturgo y se le nombra intercesor en enfermedades de garganta; también en Francia, àra enfermedades de los ojos; y, en Alemania, para enfermedades de vejiga. El segundo milagro, es la restitución de un cerdo a una viuda a quien se lo había arrebatado un lobo. Esta mujer, agradecida, cuando el santo está en la cárcel, le lleva la cabeza y las patas del cerdo, además de otros frutos, semillas y cirios. Blas los acepta pidiendo que en el futuro su memoria se celebre con los mismos objetos. Por eso, también es protector de los animales domésticos y de las cosechas. Curiosamente, el día 3 de Febrero coincidía con la primera siembra y se bendecían las semillas y los campos.

Finalmente, en la cárcel, Blas consuela a quienes van a ser mártires. El gobernador Agrícola le dice: “Ya conoces el dilema: o sacrificar o morir”. Blas responde: “No os canséis; no hay otro Dios que Jesucristo. Los demás son dioses falsos”.

Según las tradicionales Actas de Mártires, Blas sufrió el martirio por decapitación, tras una serie de torturas, entre las que se cuenta la descarnadura con cardas e incluso  el caminar milagrosamente sobre las aguas de un lago en el que Agrícola pretendía ahogarlo. Habría sufrido el martirio junto a siete mujeres y siete niños, hijos de una de éstas

Nuestro Santo Aparece en la iconografía vestido de obispo, a veces con carda de hierro en la mano; otras, con la curación del niño, o incluso con la devolución del cerdo. El más típico signo es el de las “velas cruzadas” en recuerdo del rito instituido por él. Es muy venerado en el mundo rural y, como San Antón, rico en refranes populares: “Por San Blas, la cigüeña verás y, si no la vieres, año de nieves… Por San Blas, una hora más… San Blas cura la garganta al joven que come y no canta… Por San Blas siembra ajos y de ellos comerás…Por San Blas higuera planta e higos comerás… Si hiela por San Blas, treinta días más”…

Al celebrar esta memoria, San Blas nos pide, al menos, cuatro cosas, para imitar las virtudes de su vida: lo primero,  coherencia en nuestra vida hasta al final, aunque vayamos contracorriente y nos cueste el martirio. En segundo lugar, practicar una vida austera y sencilla, guiados por la Palabra de Dios. En tercer lugar, una sincera entrega a los demás para hacerlos el bien y siempre viendo su lado bueno y hablando bien de ellos. Tenemos que tener sana la garganta, pero sobre todo la lengua. Y, finalmente, respeto a la naturaleza y a los animales, que son regalo del Creador.

Nada  más; damos gracias al Dios de todos los dones por este Santo y por todos los regalos que nos hace; encomendamos a nuestros enfermos, particularmente a quienes vamos a regalar la gargantilla bendecida; y pedimos por todos los presentes, para que podamos celebrarlo con salud el próximo año. Muchas gracias a los Mayordomos y Cofrade por mantener viva  la memoria de San Blas.

Que el Santo os siga bendiciendo y pagando lo que, humanamente, ni sabemos ni podemos hacer. Para todos, mi afecto y mi bendición especial en este día.

+ Cecilio Raúl, Obispo

Jornada de la Vida Consagrada (Convento MM. Carmelitas)

Raúl Berzosa: «Hermanas, vivid cada día más y mejor el testimonio de la fraternidad en vuestras comunidades»

Queridos hermanos sacerdotes, muy queridas consagradas, queridos todos:

Este año, el día de la Vida Consagrada tiene como lema. “Encuentro con el amor de Dios”. El Amor de Dios, que está inseparablemente unido a su manifestación visible y patente en Jesucristo, nuestro Señor, el Esposo. Desde el inicio de esta celebración, tenemos un recuerdo muy especial para la hna. Dolores, de las Misioneras de la Providencia que subió al cielo el pasado día 30 de Enero. Nos dejó un excelente ejemplo de lo que es vivir y trabajar como consagrada. ¡Descanse en paz y sea nuestra mediadora, desde la comunión de los santos!

Narra el Evangelio de hoy que Simeón no sólo pudo ver al Mesías, sino que tuvo el privilegio de abrazarlo y, por eso, se le llenó el corazón de alegría. Su canto, el Benedictus, es el de un hombre de fe que, al final de sus días, proclama que la esperanza en Dios nunca decepciona.

Permitidme que en este día de la Vida Consagrada, comience con un sincero agradecimiento sobre todo a las más mayores y ancianas. En cierta manera, somos herederos de su fe, de su fidelidad y de sus sueños. Ellas nos están diciendo, como Simeón, que la esperanza no defrauda, que merece la pena la entrega de toda una vida en especial consagración. ¡Gracias, hermanas!

Precisamente, a la luz de las consagradas mayores superamos una doble tentación: la de la eficacia y la de la mera supervivencia. La eficacia que nos hace, al ser menos y más débiles, caer en la desesperanza y en la tristeza. Y la mera supervivencia que nos vuelve egocéntricos, reaccionarios y miedosos. Y, lo que es peor, el añorar tiempos pasados que nunca volverán…

Las mayores nos enseñan cuál es el don de la vida de especial consagración: sobre todo, la profecía. Un profeta consagrado siempre tiene el corazón joven y esponjado por el Espíritu y es capaz de convertir las dificultades, y las cruces de la vida, en oportunidades de gracia, de crecimiento y de misión.

Simeón no se miró a sí mismo, ni a los problemas y achaques de su edad: miró al futuro, porque miraba al Mesías y al Pueblo. He aquí también tres claves muy importantes y decisivas para la vida de especial consagración: mirada de futuro o de kairós y gracia, porque el tiempo no es sólo el cronológico sino tiempo de salvación; mirada siempre a Jesús, el Mesías, el Esposo y el Centro de nuestras vidas; y mirada al Pueblo, para servirle y hacerle que palpe la alegría de nuestra misión evangelizadora.

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