‘Conversaciones en La Colada’

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Foessa Y Cáritas urgen a fortalecer los sistemas públicos de protección social y a impulsar los valores cívicos para construir un nuevo modelo de sociedad

 

La Fundación FOESSA (Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada) y Cáritas Autonómica de Castilla y León son los encargados de elaborar el VII Informe sobre exclusión y desarrollo social en España 2014 y el Informe sobre la Exclusión y desarrollo social en Castilla y León.

Un trabajo de investigación sociológica basada en 8.800 encuestas familiares, de ellas 646 encuestas familiares en Castilla y León y en el que han participado más de 90 expertos e investigadores de 30 universidades de todo el país, también de Castilla y León. A lo largo de 106 páginas y dividido en 6 capítulos, el Informe analiza el contexto de la exclusión y el desarrollo social en Castilla y León, la integración social y las características de los hogares y los sustentadores principales afectados por procesos de exclusión social. Posteriormente el informe destaca las dificultades de los tres grandes ejes de análisis de la situación de los hogares, el eje económico, el eje político y de ciudadanía y el eje social-relacional. Finalmente en un capítulo de Conclusiones ofrece una mirada a los rasgos más dominantes de la situación del desarrollo y exclusión en Castilla y León.

Una de las personas que ha participado en la elaboración de ese informe es Raúl Flores, sociólogo, que también ha estado en las ‘Conversaciones en La Colada’ de Cáritas.

Las constataciones del VII Informe FOESSA y del Informe sobre la Exclusión y desarrollo social en Castilla y León ofrecen tanto elementos para la preocupación, dada la envergadura de los efectos que la crisis ha tenido en la estructura social del país, como razones para la esperanza, a la luz de las fortalezas que muestran ámbitos como la participación social, la solidaridad, el voluntariado y las redes familiares.

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Funeral de D. Juan Manuel Jorge

Raúl Berzosa: «Don Juan Manuel, ha amado mucho su sacerdocio y ha creído mucho en él»

(Templo de Residencia Calatrava de Salamanca, 13-4-2015)

Muy queridos D. Carlos, obispo de Salamanca, y D. José; querida Ana María, hermana teresiana, y Teresianas; queridos hermanos presbíteros, de Salamanca y Ciudad Rodrigo; queridos sobrinos y familiares, queridos todos:

Recibí la comunicación del fallecimiento de nuestro querido D. Juan Manuel, ayer por la mañana, muy temprano, a través de D. Florentino. Celebré la Misa del Domingo de la Misericordia pidiendo por él y, recordé, que había sido una suerte fallecer en tiempo pascual, donde revivimos la victoria de Cristo sobre la muerte, y en Él la de todos los cristianos. Como nos ha subrayado el Evangelio de hoy, tomado de San Juan, hemos nacido de nuevo, ya desde el Bautismo, para poder ver y entrar en el Reino de Dios, en el Reino de Cristo, que no es otra realidad que la Trinidad misma. Esa es nuestra gran vocación desde que venimos a este mundo y reforzada por el Bautismo, como una y otra vez rezan las oraciones pascuales. Algunos, como D. Juan Manuel, han sido configurados más con Cristo por el sacramento del orden y llamados a anunciar con valentía la Palabra de Dios, como se nos decía en la primera lectura de este Día, tomada de los Hechos de Los Apóstoles.

D. Juan Manuel Jorge, nació en Herguijuela en 1927. Fue ordenado sacerdote en 1951, en Coria (Cáceres). Sirvió como coadjutor en Fuentes de Oñoro y párroco en Fuenteguinaldo. De su ministerio, lo más preciado y precioso, como él siempre presumía, fueron sus años como misionero y formador de sacerdotes, primero, en el Seminario Menor de Concepción (Paraguay) y, más tarde, como párroco, Vicario de Religiosas, y otros cargos, en Morón (Argentina), respondiendo a la Gran Misión Continental, promovida por la Ocsha (Obra de Cooperación de Sacerdotes para Hispanoamérica). Es verdad que nunca perdió sus raíces civitatenses y, mientras pudo, participó en todos los actos a los que se le convocaba en nuestra querida Diócesis. Era muy querido por el presbiterio de Ciudad Rodrigo. En 1988, por sus méritos como buen servidor y pastor, se le reconoció con el título de Prelado de honor de su Santidad; lo cual, le daba derecho, como él repetía con sentido de humor, hasta poder “tutear” a los obispos. En los últimos años, llenos de muchísimas limitaciones y enfermedades, se refugió en el Señor, como hemos cantado con el Salmo 2 y, fue acogido en esta casa sacerdotal de Salamanca, a quien nuestra Diócesis y, un servidor, estamos tan reconocidos como agradecidos. Gracias especiales al cualificado personal laboral de la misma; gracias por vuestro buen hacer, por vuestra paciencia y por tanto amor como mostráis al servir a nuestros sacerdotes mayores y enfermos. Dios os pague lo que, humanamente, ni sabemos ni podemos hacer.

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Hoja diocesana abril

Pascua y  elecciones

         Los ciudadanos españoles, a partir del mes de marzo de 2015, estamos convocados a diferentes elecciones. Como pastor, y con honestidad, me atrevo a resumir en cuatro puntos principales lo que se puede afirmar. Lo primero, la obligación moral de votar. La política es cosa de todos. En las democracias, el voto ciudadano es insustituible, aunque no sea la única forma de participación. No votar por dejadez, comodidad o simple negatividad, no es justificable. No hay que identificar, sin más, “democracia” con “partidos”; ni partidos con corrupción generalizada. La política, y el ser político, es una “altísima vocación” que busca el bien común (Evangelii Gaudium, n. 205).

Lo segundo, la iglesia católica que peregrina en España, ya desde la llamada “transición”, no apuesta por un partido concreto y determinado. En este sentido, los católicos militan en diversos partidos y votan, pluralmente, en conciencia y libertad.

En tercer lugar, ningún partido político, con sus programas, agota las exigencias del Evangelio ni de la Doctrina Social de la Iglesia. Por dicha razón, en cada momento histórico, y en cada elección (municipal, autonómica, general), los católicos deben leer y meditar los programas políticos y, al mismo tiempo, valorar a los políticos que los representan.

Y, finalmente, los obispos españoles siempre han recordado a los católicos cuáles son algunos de los principios y valores a los que no renunciamos: así, la defensa de la vida, desde su concepción hasta su final; la defensa del matrimonio, entre hombre y mujer, y de la familia; el derecho de los padres católicos a elegir formación religiosa, en la escuela, para sus hijos; la defensa de todos los derechos humanos, incluido el de sana libertad religiosa, en sus manifestaciones privadas y públicas; la búsqueda de la paz entre pueblos y del bien común; el diálogo y la reconciliación social; la lucha contra el fraude y la corrupción; la solidaridad entre las naciones ricas y pobres; y, el desarrollo integral de los más pobres y necesitados, aquí y fuera de nuestras fronteras, a los que el Papa Francisco se atreve a calificar de “sobrantes, invisibles y descartados sociales”. Una doble anotación final: por un lado, la iglesia no emite juicios políticos sino morales. Por otro lado, cuando firma Acuerdos con los Estados, no busca privilegios para sí, sino los medios y las maneras para mejor servir a la sociedad. Cuando se ataca o se ningunea el cristianismo, salimos perdiendo todos.

Tras la Semana Santa, entraremos en tiempo Pascual. Se nos regala un bello mensaje: ni el sufrimiento, ni el pecado, ni la muerte tienen la última palabra: es posible una sociedad nueva de hombres y mujeres nuevos. Dejemos que el Espíritu de Pentecostés nos renueve. Algunos de los frutos de dicho Espíritu son la paz, la concordia, la libertad, la alegría, la esperanza. La solidaridad y la fraternidad. Necesarios más que nunca. ¡Feliz Pascua de Resurrección!

+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo.