Carta Hoja Diocesana Marzo

CUARESMA Y MANOS UNIDAS

                  El Papa Francisco, en esta Cuaresma 2015, nos invita “a fortalecer nuestros corazones” (Santiago, 5,8). Cuaresma es un tiempo de conversión, de volver a un Dios que nos ha amado primero y nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando nos alejamos de Él. Este mismo Dios nos pide que no seamos indiferentes ni egoístas ante los demás, aunque las cosas nos vayan relativamente bien en la vida.

Dios nunca es indiferente a lo que sucede en nuestro mundo: lo ama, hasta el punto de entregarnos, por amor, a su Hijo. La Iglesia, hoy, es como la mano abierta de Dios, que nunca se cierra ni se repliega en sí misma. En la Iglesia, “si un miembro sufre, todos sufren con ella” (1 Cor 12,26). Los cristianos, en la Cuaresma, tenemos que dejar lavarnos los pies por Cristo para así lavarlos a los demás, que quiere decir servir a todos. En nuestras parroquias y comunidades sigue viva la pregunta: “¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4,9). Tenemos que ver en cada hermano y hermana a aquel por quien Jesucristo murió y resucitó.

En resumen, ¿cómo “fortalecer el corazón”, y no ser indiferentes a los demás, en esta Cuaresma? – El Papa nos regala algunas pistas: Lo primero, orar en comunión con toda la iglesia terrestre y celeste. Lo segundo, ayudar con gestos de verdadera caridad, aunque sean pequeños. Y, lo tercero, recordar que sin Dios no podemos nada. Hay que resistir a la tentación diabólica de creer que nosotros solos podemos salvar el mundo. Tenemos que salir de nuestra prepotencia. Para ello, dejemos que el Espíritu Santo entre en nuestros corazones, con su amor, para que “nuestro corazón sea semejante al de Jesús mismo”.

El mensaje de nuestro querido Papa Francisco enlaza perfectamente con el lema de la Campaña de Manos Unidas de este año: “¿Te apuntas?” Se nos ha vuelto a recordar que existen todavía 805 millones de personas que pasan hambre en el mundo. Tenemos que ponernos en su lugar con gestos eficaces y con nuestra aportación económica para poder realizar proyectos de desarrollo humano y social, especialmente con protagonismo femenino.

Es significativo que, Manos Unidas, destaque dos pasajes del Evangelio: el de Jesús con la samaritana que va a buscar agua al pozo (Jn 4, 1), y el del buen samaritano (Lc 10,30). Y, como las dos caras de una misma moneda, nos interpela: por un lado, “¿te apuntas a que Jesucristo, el Agua Viva, apague tu sed de felicidad y de infinito?”… Por otro lado, “¿Te apuntas, como Él, a ser buen samaritano para los demás?”… – En Manos Unidas, las voluntarias van por delante, dándonos ejemplo. ¡Muchas gracias por vuestra generosidad! ¡Que el Señor y los más pobres os lo paguen! Con mi afecto y bendición reiterados,

+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo

Funeral D. Juan José Peña

Raúl Berzosa: «Don  Juan José fue todo un ‘señor y un sacerdote de cuerpo entero»

Queridos hermanos sacerdotes, queridos familiares de D. Juan José, queridos todos:

Ayer, lunes, recibí dos mensajes. Uno, como cada día, sobre las 8,00 de la mañana, de Manuel, su primo-sobrino, dándome el parte de salud de D. Juan José. Y, otro, a las 8,30 de la tarde-noche, anunciándome su fallecimiento. Gracias, Manuel y familia, por todas las atenciones, sinceras y generosas, mostradas hacia vuestro querido primo.

Me atrevo a afirmar que D. Juan José ha sido, en el ejercicio de su ministerio, y en los últimos meses de enfermedad, todo un ejemplo. Nacido en Hinojosa de Duero, en 1938, fue ordenado sacerdote en 1961. Ejerció su ministerio parroquial en Villar de Argañán, Sexmiro, Alberguería de Argañán, Puebla de Azaba, Castllejo de Azaba, Alamedilla, Sancti Spiritus, Fuenterroble y Paradinas, y Castraz de Yeltes. Ejerció como Subprefecto de filósofos y teólogos en el Seminario, y como arcipreste de Fuenteguinaldo y  de La Fuente San Esteban. En los últimos años, se le nombró Vice-Notario de la Curia Diocesana y capellán de las Agustinas de San Felices de los Gallegos

Todo lo anterior no es más que una rápida y sucinta pincelada, y ni siquiera exhaustiva,  de una rica vida humana y sacerdotal. Una persona de una talla enorme. Os cuento dos detalles vividos con él: al poco tiempo de mi llegada a Ciudad Rodrigo como obispo, en el año 2011, visité con mi madre, que en paz descanse, su parroquia de Sancti Spiritus. Se volcó conmigo pero, sobre todo, en atenciones a mi querida madre. Entonces supe de la dedicación que él también había regalado a su madre, Mónica, y de la atención diaria, entonces, para con su padre, Juan, residente en Fuenteliante. ¡Todo un ejemplo de cómo se cumple el cuarto mandamiento!

El segundo detalle, con motivo de su enfermedad. Justamente el miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma, le vinieron a confirmar su terrible y gravísima enfermedad.

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