Corpus Christi (Catedral de Santa María)

Raúl Berzosa: «La procesión del Corpus, es como un homenaje sincero y emotivo a Jesús, de los niños y niñas que este año han recibido su primera Comunión» 

Queridos hermanos sacerdotes, especialmente los miembros del Cabildo y los párrocos de la Ciudad, queridas consagradas, queridos todos:

Estamos celebrando una de las Solemnidades más importantes de nuestra Fe: el Corpus Christi. Permitidme que, brevemente, me centre y desarrolle el contenido de algunos pasajes del Nuevo Testamento para actualizar el sentido profundo de lo que celebramos.

En las Cartas de San Pablo, recordando lo acontecido en el día de Jueves Santo, el Señor nos pide: “Haced esto en conmemoración mía”.

“¿Qué quiere decir “Haced esto”: Sin duda, y principalmente, repetir lo que hizo Jesús en la última Cena y en el Camino de Emaús: tomar el pan, bendecirlo, partirlo y repartirlo. No nos quedemos solo con el Pan; somos nosotros, como Eucaristías vivientes a quienes el mismo Jesús nos toma, nos consagra y nos bendice, nos parte para Dios y para los demás, y nos reparte para que vayamos a la sociedad a misionar y evangelizar, a anunciar la Buena Noticia. ¡Qué misterio tan hondo y tan hermoso!

¿Qué quiere decir “en memoria mía”? – No se refiere a un simple recuerdo, más o menos bello, sino a una memoria presencial, sacramental, actualizada; sí, cada vez que celebramos la Eucaristía, y comulgamos, Él se hace presente, realmente presente. ¡Qué locura: todo un Dios con nosotros, en nosotros y en nuestras vidas!

Pasamos, complementariamente, al pasaje de la multiplicación de los panes y de los peces. ¿Qué quiere decir “repartirlo vosotros”?… – Jesús quiere invitarnos no sólo a donar cosas, incluso de las que necesitamos para vivir, sino “donarnos a nosotros mismos”: ¡Dar y darnos! ¡Lo mucho o poco que tengamos y lo mucho o poco que seamos!   A veces no tenemos casi nada para poder dar; pero siempre podemos y debemos darnos nosotros. Los gestos de acogida, de escucha, de cariño verdadero, son más importantes y llenan mucho más que las cosas o los regalos…

¿Quiénes son los “hambrientos de hoy”?… – No sólo a quienes les falta el pan físico, que por desgracia incluso aquí entre nosotros siguen existiendo; se trata del hambre de cariño y afecto, como hemos dicho, para romper el infierno de la soledad; el hambre de integración social de los marginados y excluidos; el hambre de cultura para un mejor y mayor nivel digno de vida; el hambre de sin-sentido a la vida para salir del vacío y de la superficialidad; y el hambre de Dios para vivir una vida mucho más rica y más plena…

Finalmente, unas breves palabras sobre la procesión pública: ¿Qué sentido tiene y queremos darle hoy, en pleno siglo XXI?… – Ante todo, el reconocer la presencia real  de Jesucristo entre nosotros. Más de una vez he contado que, en Asturias, D. Avelino, en El Franco y otras parroquias, había colocado en la puerta de los templos el siguiente cartel: “Aquí habita el vecino mejor y más importante del pueblo; ven a visitarlo, no lo dejes tan solo”. Había conseguido con ello que muchas familias, por turnos, visitaran al Señor durante la semana y, de paso, mantuvieran limpio el Templo. ¡Qué iniciativa tan sencilla y qué certera!

Además, la procesión del Corpus, es como un homenaje sincero y emotivo a Jesús, de los niños y niñas que este año han recibido su primera Comunión. ¡Ojalá no sea la última y sea el inicio de una amistad con Jesús que perdure para siempre!

Un tercer aspecto o dimensión de la procesión es el compromiso de dar “de comer” a los hambrientos de hoy, en todas y cada una de las hambres de las que hemos hablado anteriormente. Ante los pobres y más necesitados no podemos “despedirlos como si no fuere con nosotros” ni decir que “son otros, y no nosotros, quienes debemos atenderlos”. Cáritas, este año, ha sido muy claro en el Slogam de su Campaña: “Tu compromiso mejora el mundo”.

Y, finalmente, en esta sociedad laicista y secularizada, donde estamos echando a Dios de todos los lugares, y hasta de nosotros mismos, la procesión del Corpus es un testimonio público de fe: confesamos que no nos avergonzamos de que Jesús sea nuestro Señor y centro de nuestras vidas. ¡No nos avergonzamos de creer en Jesucristo!

Que el Espíritu Santo, que va a transformar el Pan y el Vino en el Cuerpo y en la Sangre de Nuestro Señor, nos ayude a hacer posible el hombre y mujer nuevos, el ser Eucaristías vivas y vivientes, que esta Iglesia y este mundo de hoy necesitan.

+ Cecilio Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo