Homilía en el funeral de don Tomás Cid

Raúl Berzosa: «Estamos aquí para dar gracias a Dios por los 85 años de la existencia de un hombre bueno y sencillo, creyente y trabajador, familiar y sociable»

Muy queridos hermanos sacerdotes, especialmente, D. Gabi; querida familia de D. Tomás: Isabel, esposa, e hijos: Antonio, Inmaculada, Jesús Andrés; queridos familiares todos; queridas consagradas, especialmente las Hermanitas de los Ancianos Desamparados; queridos feligreses de esta parroquia del Salvador y de aquellas que os habéis querido unir a esta familia en este día tan señalado.

Desde que D. Tomás sufrió el grave accidente cardio-vascular, este Obispo que os habla, como tantos otros sacerdotes y feligreses civitatenses, hemos estado rezando con fe por él; conscientes de lo que nuestro querido D. Gabi nos informaba día a día: “La situación es extremadamente grave”. La noche del lunes, finalmente, nos llegaba la triste noticia: “Mi padre ha subido al cielo”. Gracias, D. Gabi, por tu fortaleza, en medio de tanto dolor, y por la información puntual durante este último recorrido de tu padre.

Estamos aquí, hoy, para dar gracias a Dios por los 85 años de la existencia de un hombre bueno y sencillo, creyente y trabajador, familiar y sociable.  Y, sobre todo, una persona muy colaboradora y activa en esta parroquia del Salvador. Aquí, permitidme la licencia, tengo incluso que añadir que las parroquias “separaban” al matrimonio: Doña Isabel, tiraba más a San Cristóbal y don Tomás al Salvador. Está bien que se reparta el buen hacer y los ministerios recibidos. Al fin y al cabo, es la misma y única Iglesia del Señor. En otro orden de cosas, y ya más en serio, no importa cómo han discurrido los últimos años de su vida. Hay que hacer, a la luz de Dios, una relectura de toda una existencia. Y, el balance, sin duda, es muy positivo. Además de dar gracias por D. Tomás, recemos por él. Como repetimos, desde la fe en la comunión de los santos, si él necesitara de nuestras oraciones, el Señor se las aplicará generosamente; si no las precisara, repercutirán, no menos generosamente, en todos nosotros.

En las lecturas cuaresmales de la Liturgia de hoy, hemos escuchado, en el profeta Daniel, que “Dios acepta un corazón contrito y un espíritu humilde”. Sin duda, nuestro querido D. Tomás, siempre conservó un corazón contrito y humilde. En el Salmo 24, hemos repetido “Recuerda Señor tu ternura y tu misericordia”. ¡Cuánta ternura y misericordias derrochadas por el Señor, con mucha generosidad, en la vida de D. Tomás! La prueba más evidente, su querida esposa, sus hijos, y toda su larga familia de sangre. ¡Qué suerte y qué sana envidia! Finalmente, del pasaje del Evangelio según San Mateo, subrayo el siguiente versículo: “Si cada cual no perdona a su hermano, tampoco el Padre os perdonará… ¡No hay que perdonar siete veces, sino hasta setenta veces siete”.  Es decir, ¡siempre! Esto lo practicó D. Tomás: se sabía perdonado, para perdonar. Si tuviéramos que sacar una lección de su vida sería la misma que nos viene repitiendo el Papa Francisco durante esta Cuaresma: “No enfriéis ni endurezcáis el corazón, por la maldad y por los malos”. ¡La Bondad vence siempre y, siempre, traducid en perdón y misericordia, tiene la última y más decisiva palabra!

Querida gran familia de D. Tomas (esposa, hijos e hija política, hermanos, nietos, sobrinos y primos), quedaros con este gran consuelo: estoy seguro que, purificado en su enfermedad, cuando D. Tomás se presentó ayer ante el Buen Dios, abrió su corazón y le mostró el nombre de todos vosotros, a los que tanto amó en vida. Y se atrevió a decirle: “Estos son, Señor, los nombres de aquellos a quienes tanto amé en vida y seguiré amando por toda la eternidad”. Tenemos un nuevo intercesor y sentiréis su presencia, especialmente Isabel, de manera palpable y constante. Es la misma experiencia de quienes ya hemos tenido que pasar por este trance doloroso pero, desde la fe, muy consolador.

 

Permitidme, que abusando del regalo que el Señor de la llamada concedió a D. Tomás, en la persona de su hijo D. Gabi, que también le ruegue que ejerza de “mediador vocacional”. Necesitamos nuevas y santas vocaciones para esta querida Diócesis.

No me alargo más. Gracias, de nuevo, querida familia, por todo lo bueno y extraordinario que hicisteis por D. Tomás. El Señor, rico en generosidad y en misericordia, os lo pagará. Gracias a todos los que cuidasteis en los últimos tiempos de él: médicos, personal sanitario y, sobre todo, Hermanitas de La Residencia San José, trabajadores y residentes de la misma. Gracias, por el cariño y dedicación con lo que lo habéis hecho. ¡Una vez más, sois un ejemplo cristiano de caridad y de buen hacer profesional con los mayores! Gracias a todos los presentes por vuestras oraciones y, sobre todo, por vuestra fe en la resurrección, que se acrecienta en este tiempo de Cuaresma, preparación a la gran Pascua del Señor.

Que la Virgen, a quien tantas veces acudía D. Tomás, le haya acompañado en este último tramo de su existencia y que, un día nos veamos de nuevo todos en el cielo; por la gracia del Espíritu Santo, que conduce nuestras vidas y que hará posible que el Pan y el Vino se conviertan un día más en el Cuerpo y en la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, el Resucitado, El que Vive para siempre, El que nos abrió las puertas de una vida que ya no tendrá fin. Que así sea.

+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo