Jornada de la Vida Consagrada (Convento MM. Carmelitas)

Raúl Berzosa: «Hermanas, vivid cada día más y mejor el testimonio de la fraternidad en vuestras comunidades»

Queridos hermanos sacerdotes, muy queridas consagradas, queridos todos:

Este año, el día de la Vida Consagrada tiene como lema. “Encuentro con el amor de Dios”. El Amor de Dios, que está inseparablemente unido a su manifestación visible y patente en Jesucristo, nuestro Señor, el Esposo. Desde el inicio de esta celebración, tenemos un recuerdo muy especial para la hna. Dolores, de las Misioneras de la Providencia que subió al cielo el pasado día 30 de Enero. Nos dejó un excelente ejemplo de lo que es vivir y trabajar como consagrada. ¡Descanse en paz y sea nuestra mediadora, desde la comunión de los santos!

Narra el Evangelio de hoy que Simeón no sólo pudo ver al Mesías, sino que tuvo el privilegio de abrazarlo y, por eso, se le llenó el corazón de alegría. Su canto, el Benedictus, es el de un hombre de fe que, al final de sus días, proclama que la esperanza en Dios nunca decepciona.

Permitidme que en este día de la Vida Consagrada, comience con un sincero agradecimiento sobre todo a las más mayores y ancianas. En cierta manera, somos herederos de su fe, de su fidelidad y de sus sueños. Ellas nos están diciendo, como Simeón, que la esperanza no defrauda, que merece la pena la entrega de toda una vida en especial consagración. ¡Gracias, hermanas!

Precisamente, a la luz de las consagradas mayores superamos una doble tentación: la de la eficacia y la de la mera supervivencia. La eficacia que nos hace, al ser menos y más débiles, caer en la desesperanza y en la tristeza. Y la mera supervivencia que nos vuelve egocéntricos, reaccionarios y miedosos. Y, lo que es peor, el añorar tiempos pasados que nunca volverán…

Las mayores nos enseñan cuál es el don de la vida de especial consagración: sobre todo, la profecía. Un profeta consagrado siempre tiene el corazón joven y esponjado por el Espíritu y es capaz de convertir las dificultades, y las cruces de la vida, en oportunidades de gracia, de crecimiento y de misión.

Simeón no se miró a sí mismo, ni a los problemas y achaques de su edad: miró al futuro, porque miraba al Mesías y al Pueblo. He aquí también tres claves muy importantes y decisivas para la vida de especial consagración: mirada de futuro o de kairós y gracia, porque el tiempo no es sólo el cronológico sino tiempo de salvación; mirada siempre a Jesús, el Mesías, el Esposo y el Centro de nuestras vidas; y mirada al Pueblo, para servirle y hacerle que palpe la alegría de nuestra misión evangelizadora.

Hoy, nuestro mundo es complejo, multicultural. Las consagradas tenéis que ser el corazón de Dios en medio de la nueva cultura, de la nueva época que nos está tocando vivir. Con mucho humor el Papa Francisco dice que “tenéis que ser levaduras sin mirar las diferentes “harinas” donde tenéis que ser fermento del Evangelio”. A veces, encontraréis harinas de buena calidad; otras, dejarán mucho que desear. Y tenéis que ayudar a crecer el trigo de Dios en medio de tanta cizaña sembrada en nuestro mundo de hoy.

No lo olvidéis: para colocar a Jesucristo en medio del pueblo hay que tener un corazón contemplativo. Hermanas, sed consagradas orantes; no sólo oréis. Ojalá se os conceda la gracia de la oración incesante en vuestras vidas. Sólo así seréis capaces de ayudar a cargar la cruz  a nuestros hermanos y hermanas sufrientes (niños, adultos, mayores), según vuestra misión y carismas; y sólo así seréis capaces de tocar las llagas de Jesús encarnado en los hermanos más pobres y necesitados.

Consagradas: ¡Sois personas ungidas por el Espíritu desde el Bautismo para ungir a los demás y llevarlos el consuelo y la alegría, el amor y  la misericordia de Dios!

Finalmente, hermanas, vivid cada día más y mejor el testimonio de la fraternidad en vuestras comunidades. Vivir juntas veinticuatro horas es vivir dialogando, rezando, compartiendo trabajos, apoyándoos siempre… ¡Saliendo de vosotras mismas para estar disponibles al encuentro y al abrazo de la hermana consagrada! Es una gracia que sólo  concede el Espíritu. Porque esta entrega y generosidad rebasa lo simplemente humano.

Hermanas: muchas gracias por vuestra vida y por vuestro testimonio. Gracias por vuestra misión y cariño a esta pequeña Diócesis. Dios os pague lo que ni este Obispo ni nuestros diocesanos podemos hacer. Pido a la Buena Madre de las Consagradas que nos os falten nuevas y santas vocaciones y pido por la salud de cuerpo y alma de nuestras enfermas; y, cómo no, por el feliz y eterno descanso de quienes nos ha precedido.

Gracias al Sr. Delegado para la Vida Consagrada, D. Angel, y a las hermanas Carmelitas, un año más, por su acogida en este templo. Gracias a todos los presentes por vuestro afecto a las hermanas consagradas y por vuestras oraciones.

Concluyo con una buena noticia, que nos regala el Señor: el día 11, D.M., en el monasterio Agustino de San Felices de los Gallegos, profesarán solemnemente dos nuevas monjas. Y, además, para dicho Monasterio han venido otras dos monjas, ya profesas, como refuerzo. Pidamos por todas ellas.

¡Que en este Año Jubilar de Santa Teresa todos caminemos, como ella con determinación y entrega sincera al Señor y a los hermanos! Así sea.

+ Cecilio Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo