San Antón en la parroquia de San Andrés

Numerosos fieles celebraron el día de San Antón en San Andrés.

Raúl Berzosa: «Os pido imitar al Santo en los siguientes rasgos, a modo de brújula: experiencia de oración; sencillez y austeridad en nuestras vidas; amor y respeto a los animales; y cuidado de nuestro enfermos, física y espiritualmente»

Queridos hermanos sacerdotes; queridos Mayordomos y Cofrades de San Antón; queridos ganaderos y agricultores; queridos todos:

Un año más nos reúne el Señor en este templo de San Andrés para celebrar la memoria de San Antón. Comienzo recordando algunos datos de su vida, en atención, especialmente, a los más jóvenes. Además, consciente de que los mayores, aunque lo hayan escuchado más veces, también se alegrarán.

San Antón o San Antonio Abad, nació en el S.III en Egipto. A los 20 años vendió sus propiedades, se las entregó a los pobres, y se fue a vivir a una cueva sepulcral, como eremita. Dedicado a la oración incesante, fue muy tentado por el diablo. De ahí que, en su iconografía, aparezca con un cerdo a sus pies, símbolo del diablo vencido.

A pesar de ser eremita, fue padre espiritual de otros monjes y hasta se dirigió a Alejandría para predicar contra los arrianos.

Cuenta la historia que, un día, fue visitado por Pablo el ermitaño y éste presenció como un cuervo le llevaba a San Antón la hogaza de pan cotidiana. En aquel día fueron dos. De ahí la tradición de la bendición de los panecillos.

Cuando murió Pablo, lo enterró con ayuda de dos leones y otros animales. Por lo que San Antón es patrón de los sepultureros y de los animales.

En relación a esto último, cuentan que un día se le acercó una jabalina con sus jabatillos ciegos, en actitud de súplica para que los curara. Así lo hizo San Antón y, desde entonces, la madre no se separó de él y le cuidó contra todas la alimañas.

Dicen que vivió hasta los 105 años. De su ejemplo, nacen los religiosos Antonianos, especializados en curar enfermedades contagiosas como la peste, la lepra, las enfermedades venéreas y el ergotismo o fuego de San Antón o culebrilla. Estaban en las afueras de las ciudades del Camino de Santiago para curar a los peregrinos. También nacieron los Foseros de la Misericordia para enterrar a los más pobres y necesitados.

Siempre fue un santo muy popular y querido. Hasta el refranero se hace eco de él:

El 20 de Enero, San Sebastián primero. Detente, varón, que primero es San Antón. Hombre, mira lo que dices, que es primero San Felices; y, si vamos a las leyes, antes son los reyes.

Hasta San Antón, Pascuas son y, si quieres más, hasta la Virgen de la Paz.

Por San Antón, se acabó el turrón.

Por San Antonio, hace un frío del demonio

Por San Antonio de Enero, la mitad del pajar y la mitad del granero.

San Antón mete las mozas en un rincón y San Sebastián las saca a pasear.

San Antón, frío y tristón, barre las nieblas a un rincón. Por San Antón, la niebla no llega a las dos.

Por San Antón, media hora más de sol.

Las cinco dan con sol el día de San Antón; sí en Valencia pero no en Aragón.

Por San Antón “el huevero”, ponen las gallinas hasta en el suelo. Por San Antón, las gallinas ponen huevos a montón.

Por San Antón, busca la perdiz el perdigón.

Por San Antón, pocos cerdos ven el sol.

Hasta aquí, algunos rasgos de la memoria de San Antón. Hablando más en serio, y con esto finalizo, este Obispo, que tanto os quiere, os pide imitar al Santo en los siguientes rasgos, a modo de brújula: experiencia de oración; sencillez y austeridad en nuestras vidas; amor y respeto a los animales; y cuidado de nuestro enfermos, física y espiritualmente, y, si les llega la hora, orar por nuestros  difuntos. Que el santo nos lo conceda y podamos celebrarlo un año más. Así sea.

+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo