En la memoria de Santa Teresa de Jesús (MM. Carmelitas)

Raúl Berzosa: «La Santa fue testigo y mensajera de la alegría del Evangelio»

Queridos hermanos sacerdotes, querida comunidad de consagradas carmelitas, queridas Teresianas y consagradas, queridos bienhechores de esta casa, queridos todos:

Un año más, el Señor nos ha reunido para celebrar la memoria viva de Santa Teresa de Jesús. ¿Cómo se puede resumir la vida y el mensaje de la gran Santa Abulense?… Desde la primera lectura que acabamos de escuchar, como la que encontró la Sabiduría – Jesucristo – por la que se puede dejar todo lo demás. Y, desde el Evangelio, se hizo realidad en ella una doble dimensión: bebió del Agua Viva, que es Cristo, para apagar su sed; y, al tiempo, respondió a la llamada de Cristo en ella: “Tengo sed de Ti”. Esta es la dimensión mística profunda.

Desde otro punto de vista, La Santa, al igual que el gran San Francisco de Asís, del que días atrás celebrábamos su Fiesta, fue «testigo y mensajera de la alegría del Evangelio».

«Testigo», porque la alegría no se puede comunicar si no está presente y profundamente enraizada tanto en la propia vida como en la de la comunidad.

«Mensajera», porque lo bueno hay que compartirlo y al compartirla la alegría se purifica y se multiplica, haciéndose verdaderamente «evangélica».

Y “del Evangelio” porque, con su vida y obra, fue Evangelio viviente y encarnado.

¿Qué nos pide la Santa en esta ocasión?… – Lo mismo que el Papa Francisco nos recordaba al celebrar el reciente Año de la Vida consagrada, y que tuve la dicha de repetir a las Franciscanas del Zarzoso y a las Clarisas de Ciudad Rodrigo: mirar al pasado con gratitud; vivir el presente con pasión; y abrazar el futuro con esperanza.

Hacer «memoria agradecida del pasado» equivale a dar gracias a Dios por el testimonio de quienes, en esta casa, sostenidas por su fe, vivieron con profundo gozo su vocación – algunas de ellas con merecida fama de santidad. Es también, reconocer la misericordiosa mano del Señor que, a pesar de nuestra debilidad y de nuestra inconstancia, sigue obrando maravillas en medio de su Pueblo.

«Vivir el presente con pasión» es fundamentar toda nuestra vida en Jesucristo, por el Espíritu, bajo el carisma carmelitano que muestra dos caras inseparables: por un lado, “Reformar en profundidad espiritual y mística la Iglesia, dejando que el Espíritu Santo actúe en las personas y en las comunidades”; y, por otro lado, “ser las unas para los otras, esposas que se dejan fecundar por el Espíritu Santo, madres que se ayudan a dar a luz a Jesucristo, y hermanas que viven sin glosa el Evangelio”.

Y, «abrazar el futuro con esperanza», significa no dejarse arrastrar por el desánimo y no tener miedo. A pesar de la pequeñez de nuestra comunidad. A pesar de la falta de nuevas vocaciones. Es el Señor quien suscita y envía vocaciones. Por nuestra parte tenemos que insistir en la oración incesante y en un testimonio de vida contagioso.

Como obispo y pastor, agradezco sinceramente vuestra vida y desvelos a favor de nuestra querida Diócesis. Os invito a cuidar especialmente de las más débiles y enfermas. Cuidad la formación permanente para interiorizar en profundidad en vuestro carisma. Este año he encargado a D. Ángel Olivera, Delegado para la Vida Consagrada, que os imparta Formación desde las nuevas claves que el Papa Francisco nos está solicitando para la Vida Consagrada Monástica. Y, finalmente, acoged fraternalmente a quienes se acerquen a visitaros y a compartir lo mejor de vuestra vida.

Con la Virgen María me uno a esta comunidad para entornar el hermoso canto del Magníficat; y la pido que sepáis ejercer la maternidad misericordiosa de la Iglesia, resaltada en este Año Jubilar. Una Iglesia que nunca se cansa de esperar, de acompañar y de perdonar. Junto a María, os encomiendo también a todos los santos y santas de la Orden Carmelita.

No dejéis de rezar por este obispo y por toda nuestra Diócesis, ahora que comenzamos un nuevo curso pastoral con el lema: “La celebración cristiana”. Que, también en este sentido, con la gracia del Espíritu, esta comunidad sea modelo y referencia de celebraciones vivas, personales y comunitarias, capaces de configurar toda la vida cotidiana. Que así sea. Amén.

+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo