Día de las Candelas

DSC_0208Raúl Berzosa:  «Que sepamos avivar nuestro “carisma fundante”, en fidelidad y creatividad, para responder a los nuevos retos sociales y eclesiales de hoy»

Queridos hermanos sacerdotes, queridas consagradas de vida activa y contemplativa, queridos todos:

¡Qué alegría poder celebrar esta Eucaristía en el año de la Vida Consagrada y en este templo de las Madres Carmelitas, donde podemos ganar el jubileo en el año de Santa Teresa! ¡Gracias, por ser, como reza el lema de esta Jornada, “Amigos fuertes de Dios”, como la santa abulense!

Brevemente, voy a resumiros y resfrescaros, como Pastor de esta Diócesis, algunos puntos de la Carta del Santo Padre Francisco, escrita con motivo de este importante evento, en el 50 aniversario de la Constitución dogmática Lumen Gentium y del Decreto Perfectae caritatis sobre la renovación de la vida religiosa. Así mismo, puesta la mirada en la Exhortación postsinodal Vita consecrata, en la que se lee: «Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir. Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas» (n. 110).

El Papa Francisco, resume de esta manera los objetivos de la Vida Consagrada: el primero, mirar al pasado con gratitud. Es una manera de tomar conciencia de cómo se ha vivido el carisma a través de los tiempos, de la creatividad que se ha desplegado, y hasta de las dificultades e incoherencias que se han debido afrontar y cómo fueron superadas. Este Año de la Vida Consagrada debe ser también una ocasión para confesar con humildad y gran confianza al Dios amor (cf. 1 Jn 4,8), la propia fragilidad y, a la vez, dar testimonio con gozo de la santidad y vitalidad de nuestras instituciones.

En segundo lugar es una llamada a vivir el presente con pasión. Hemos de preguntarnos, personalmente y como comunidades: “Jesús, ¿es realmente el primero y único amor?” El Año de la Vida Consagrada nos interpela sobre la fidelidad a la consagración y a la misión confiadas. Vivir el presente con pasión es también ser «expertos en comunión» en una sociedad del enfrentamiento. Hay que vivir la mística del encuentro, de la capacidad de escuchar y de buscar juntos el mismo camino.

Finalmente, el tercer objetivo de este Año es el de abrazar el futuro con esperanza. Una esperanza que no se basa en los números o en las obras, sino en Aquel en quien hemos puesto nuestra confianza (cf. 2 Tm 1,12) y para Quien «nada es imposible» (Lc 1,37). Esta es la esperanza que no defrauda.

Y, junto a estos tres objetivos principales, el Papa Francisco señala algunas expectativas para el Año de la Vida Consagrada, y que hacemos nuestras:

Que sea siempre verdad que Donde hay religiosos hay alegría.

Que entre nosotros no se vean caras tristes o personas descontentas porque un seguimiento triste es un triste seguimiento.

Que “despertemos al mundo”, porque la nota que caracteriza la vida consagrada es la profecía y la  utopía.

Que seamos en la “espiritualidad de comunión”. La vida consagrada está llamada a buscar una sincera sinergia o complementariedad entre todas las vocaciones en la Iglesia, y también con los presbíteros y los laicos. Sin olvidar lo primero: la comunión entre los propios religiosos.

Que salgamos de nosotros mismos para ir a las periferias existenciales y geográficas.

Que nos preguntemos sobre lo que Dios y la humanidad de hoy piden de nosotros. Sólo desde esta atención a las necesidades del mundo, y con la docilidad al Espíritu Santo, este Año de la Vida Consagrada se transformará en un auténtico kairòs, un tiempo de Dios lleno de gracia y de renovación.

 

Y, me atrevo a añadir como Pastor de esta querida Diócesis: que sepamos avivar nuestro “carisma fundante”, en fidelidad y creatividad, para responder a los nuevos retos sociales y eclesiales de hoy.

Todo esto espera el Papa Francisco de nosotros, los consagrados, y de los laicos que comparten nuestros carismas, nuestros ideales, y nuestro espíritu y misión.

Y, como no podía ser de otra manera, el Papa Francisco pide a todo el pueblo cristiano, que tome conciencia cada vez más del don y de la gracia de los consagrados: ¿Qué sería la Iglesia sin san Benito o san Basilio, san Agustín o san Bernardo, san Francisco o santo Domingo, san Ignacio de Loyola o santa Teresa de Ávila, san Juan de la Cruz o san Vicente de Paúl, san Juan Bosco o Teresa de Calcuta, o sin todas y cada una de nuestras fundadoras y fundadores de las casas e instituciones con presencia en nuestra Diócesis?…

El Papa bendice la feliz coincidencia del Año de la Vida Consagrada con el Sínodo sobre la familia y, en España, con el añ0 jubilar teresiano; porque la familia y la vida consagrada se pueden ayudar y complementar mutuamente.

Finalmente, el Papa Francisco, y lo tomo muy en serio, nos invita a los Obispos a una solicitud especial para promover los distintos carismas y vocaciones, sosteniendo, animando, y ayudando en el discernimiento.

Como el Papa, nos encomendamos a María, la Virgen de la escucha y de la contemplación, la primera discípula de su amado Hijo y modelo de entrega a los demás. Que el Padre de todos los dones suscite nuevas y santas vocaciones a la vida consagrada; que el  Espíritu Santo sostenga la fidelidad de las que ya sois consagradas; y que Jesucristo nos enamore cada día más a todos para poder vivir la consagración como dimensión esponsal, de “entrega y expropiación de vida”, y de actitud samaritana, para ayudar a los más necesitados. ¡Gracias, queridas consagradas, por vuestra generosidad y amor a nuestra Diócesis!

+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo