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Volver al Espíritu para que el Espíritu vuelva a nosotros

Conferencia de Mons Raúl Berzosa. Ciudad Rodrigo 24 de abril

«CREO EN EL ESPÍRITU SANTO»

“Volver al Espíritu para que el Espíritu vuelva a nosotros”

O.- Espíritu Santo como el gran desconocido, el gran temido y el gran ignorado (Trinidad: Padre-Hijo-Virgen María).

1.- El Espíritu Santo en la Trinidad: Ver Icono de Rublev.

2.- Nos advierte Benedicto XVI tres cosas:

1.- Hablar del Espíritu Santo es no sólo hablar de la vida íntima de Dios, sino de “Dios hacia fuera” (Trinidad Económica).

2.- El nombre de la tercera persona divina no expresaba algo específico sino que designaba lo común a Dios. Lo propio de esta tercera persona consiste “en lo común”, en la unidad del Padre y del Hijo. La denominación Espíritu Santo no facilita la presentación de lo que es peculiar a esta terca persona. Al contrario así podría llamarse también a cualquiera de las otras dos personas trinitarias: espíritu y santo, que es lo que les caracteriza como Dios. San Agustín verá entonces que lo propio del Espíritu Santo es precisamente lo que es común al Padre y al Hijo: la comunión.

3.- La Sagrada Escritura nunca afirma cómo es el Espíritu en sí; dice sólo cómo viene a los hombres y cómo se hace discernir de otros espíritus.

3.- Además, y según el Catecismo de la Iglesia…

1.- Jesús lo llama también Espíritu Paráclito (Consolador, Abogado) y Espíritu de Verdad.

2.- Se ha resumido al Espíritu Santo con las siguientes funciones: Crear (aleteaba sobre las aguas primordiales, Gn 1,2), Unir (que Dios sea todo en todos, 1 Cor 15,28), habitar en nuestros corazones (Ef, 1,13), santificar porque es Santo (Jn 20,22), liberar y guiar (Rm 8,14), testimoniar y revelar la verdad (Jn 16,15), consumar (1 Jn 3,1-2).

3.- “Sin el Espíritu Santo, Dios está lejos, Cristo queda en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia una simple organización, la autoridad una dominación, la misión una propaganda, el culto una evocación y el actuar cristiano una moral de esclavos. Pero con el Espíritu Santo, el cosmos está agitado y gime en el alumbramiento del Reino, Cristo resucitado está presente entre nosotros, el Evangelio es potencia de vida, la Iglesia significa la comunión trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la misión es un Pentecostés, la liturgia es memorial y anticipación y el actuar humano es divinizado” (Patriarca Sirio Ignacio de Lattaquié).

4.- El Espíritu Santo en la Sagrada Escritura: ningún texto habla “inequívocamente de la divinidad del Espíritu Santo”, pero sí de su acción y de su relación con el Padre y el Hijo.

4.1. En el Antiguo Testamento, se afirma:

1.- que el Espíritu planeaba sobre el mundo (Gn 1,1);

2.- que el hombre recibe el espíritu de Dios (Gn 2,7);

3.- también los ancianos de Israel reciben el espíritu en el desierto (Nm 11,17);

4.- igualmente, el espíritu de Dios está presente en los jueces que guían al pueblo a la conquista de la tierra prometida (Juec 3,10) y en los reyes como David (1 Sam 16);

5.- Samuel (1 Sam 3,12 ) y los profetas como Isaías (Is 6,11) o Jeremías (Jr 2-3) recibieron el Espíritu;

6.- Ezequiel habla de la necesidad de un espíritu nuevo (Ez 36, 24-29).

7.- En resumen, en el Antiguo Testamento se manifiesta como el espíritu de la promesa que sólo en el Nuevo Testamento se revelará totalmente (así, en Ac 2,17-19 se cita a Joel 3,1-3).

 

4.2. En el Nuevo Testamento:

1.- Primero hablamos de las manifestaciones del Espíritu Santo en la vida misma de Jesucristo:

– en la Anunciación, “El Espíritu Santo vendrá sobre María” (Lc ,1,35), porque lo engendrado en ella viene del Espíritu Santo (Mt 1,20).

– En el Bautismo de Jesús se lee: “El cielo se abrió y descendió sobre él el Espíritu Santo” (Mt 3,16; Mc, 1,10: Lc 3,21: Jn 1,32).

– Posteriormente, “entonces fue llevado al desierto por el Espíritu Santo”, para vencer al tentador, preanuncio de lo que será expulsar demonios durante su actividad pública (Mt 12,28). Cristo, por el Espíritu Santo, se enfrenta victoriosamente al mal. Por eso Jesús es el “Cristo” (el ungido por el Espíritu Santo) y es enviado en misión por el Padre.

– En su vida pública: “El Espíritu Santo está sobre mí y me ha ungido para que anuncie la buena noticia a los pobres” (Lc 4,18). Hace de Jesucristo Buena Noticia liberadora. Además, “se estremeció bajo la acción del ES” (Lc 10,21). El Amado, el Esposo, está unido al Padre con una alegría incesante y continua.

– El Espíritu Santo está presente en la pasión, muerte y resurrección del Señor”: es su fuerza, y nos lo regala en el último instante. En el momento, de su muerte, Jesús da al Padre su vida humana y también el Espíritu Santo que le habita (Jn 19,28-20). Al tiempo, nos deja el Espíritu Santo, en forma de agua y sangre, porque “el Espíritu Santo, el agua y la sangre atestiguan juntos” ( 1 Jn 5,8). Jesús es el verdadero Templo de Dios de donde el profeta Ezequiel (Ez 47) ve salir corrientes e Agua. La resurrección, como la encarnación, se operan gracias al Espíritu Santo (Rm 1,4). Por el Espíritu, el crucificado da su vida y transmite su Espíritu a la Iglesia, resucita de entre los muertos y recibe el señorío pleno y para siempre.

 

2.- En otros escritos del NT:

– Siguiendo a San Juan y a San Pablo podemos afirmar que el Espíritu Santo trabaja para el Hijo, el cual no busca otra cosa que la gloria del Padre.

– En San Juan leemos que el Espíritu Santo nos hará renacer de nuevo como a Nicodemo (Jn 3,1-21)); que él nos enseñará todas las cosas de Dios (Jn 3,1-4,6) y nos recordará todo lo revelado por Jesucristo (Jn 14,26). El Espíritu Santo hará que demos testimonio del Hijo (Jn 15,26) y nos dará todo lo de Cristo (Jn 16,14). El Espíritu Santo concluirá la obra de Cristo (Jn 16,12-13).

– En los escritos de San Pablo, se repite que la carne tiende a la muerte, mientras que el espíritu da la vida y la paz (Rm 8.6). El Espíritu nos hace Hijos de Dios y no esclavos (Rm 8,14-16). Por el Espíritu Santo tenemos libre acceso al Padre (Ef 2,18) y le llamamos “Abba”. El Espíritu Santo viene en auxilio de nuestra debilidad (Ef 2,26). Es el autor de los diversos carismas y, a la vez, de la unidad en la Iglesia (1 Cor 12,4). Frente a la división, necesitamos un sólo Espíritu ( 1 Cor 12).

– En otros pasajes de la Sagrada Escritura se lee que el Espíritu Santo hace a la Iglesia misionera y universal, como se manifiesta en Pentecostés (Hc 2,1-36). Las decisiones importantes se toman bajo el influjo del Espíritu Santo: “Hemos decicido el ES y nosotros” (Hc 1,2). Jesucristo se prolonga en los suyos por medio del Espíritu Santo y nos hace misioneros, como a Felipe (Hc 8,29). La Iglesia se multiplica alentada por el Espíritu Santo ” (Hc 9,31). En él encuentra la iglesia su fecundidad y su alegría.

5.- Los símbolos del Espíritu Santo

Son numerosos los símbolos con los que se representa al Espíritu Santo. Los más conocidos: el agua viva, que brota del corazón traspasado de Cristo y sacia la sed de los bautizados; la unción con el óleo, que es signo sacramental de la Confirmación; el fuego, que transforma cuanto toca; la nube oscura y luminosa, en la que se revela la gloria divina; la imposición de manos, por la cual se nos da el Espíritu; y la paloma, que baja sobre Cristo en su Bautismo y permanece en Él. Más en concreto, el Espíritu Santo se representa principalmente como:

* VIENTO Y SOPLO: RUAH es femenino; pneuma, neutro; Spiritus, masculino. Implica movimiento, vida, contrapuesto a inerte. Jesús transmite el Espíritu en su último aliento; sopla su Espíritu sobre los Apóstoles para concederles poder sobre los pecados; Pentecostés comienza con un ruido de Viento.

 

* FUENTE: Se ve, pero no su origen. Conversación con la samaritana (Jn 4,14); “El que tenga sed, que venga y beba” (Jn 7,37). De su costado traspasado, mana agua.

 

* PALOMA: Símbolo de belleza, paz y amor (paloma del Arca; Cantar de los Cantares). Jesús recibe el ES en forma de paloma en su Bautismo; es típico de la anunciación; S. Pablo habla de que el ES intercede por nosotros con “gemidos” inefables” (Rm 8,26).

 

* FUEGO Y LENGUAS: Juan habla de bautismo como Espíritu y fuego (Lc 3,16). En el AT Dios interviene por el fuego: concluída la Alianza , como sello (Gn 15,17); zarza Ardiente y Moisés (Ex 3,2); Monte Sinaí después del don de la ley (Dt 4, 33); en el desierto es la columna que guía al pueblo (Nm 14,14). El fuego es símbolo de purificación y de amor creciente. Jesús anuncia que ha venido a traer fuego (Lc 12,49). Los discípulos de Emaús sienten fuego cuando Jesús les explica las Escrituras (Lc 24, 32).

 

* ACEITE Y CRISMA: Significa unción y consagración. Los reyes y profetas son ungidos. Jesús, no. Porque el Espíritu no vendrá desde fuera: está en El. Los cristianos somos marcados por el sello de la promesa (Ef 1,13) para que en nuestro corazón estén las arras del ES (2 Cor 1,22). El cristiano es el buen olor de Cristo (2 Cor 2,15).

 

6.- El Espíritu Santo y la Iglesia: “en”…: Una observación muy importante: la complementariedad Espíritu Santo-Iglesia. En la fórmula bautismal de San Hipólito se dice: “¿Crees en el Espíritu Santo “dentro” de la Santa Iglesia?”… Porque, con San Ireneo, “donde está la Iglesia, ahí está el Espíritu; y donde está la Iglesia, ahí está el Espíritu y toda la gracia y toda la verdad” (Adv. Haerexes 3,24).

7.- En resumen, ¿para qué necesitamos el Espíritu Santo, tanto en nuestras vidas como en la Iglesia?

– El Espíritu Santo edifica, anima y santifica a la Iglesia; como Espíritu de Amor, devuelve a los bautizados la semejanza divina, perdida a causa del pecado, y los hace vivir en Cristo la vida misma de la Trinidad Santa. Los envía a dar testimonio de la Verdad de Cristo y los organiza en sus respectivas funciones, para que todos den «el fruto del Espíritu» (Ga 5, 22).

– Cada bautizado, lo necesitamos para conocer a Dios como El mismo es y se conoce, y para entrar, por Él, en la vida trinitaria; para conocer a Jesucristo integralmente, en todo su misterio; para conocer a la Iglesia en todo su misterio de sacramento de comunión para la misión; para conocernos a nosotros, como personas, en toda nuestra profundidad; y, finalmente, para conocer a los demás y el proyecto de Dios sobre los hombres en profundidad: vivimos en la era del Espíritu, que hace posible el Reino (“ya, pero todavía no”).

– En la Comunidad cristiana, en la Iglesia, desde Pentecostés, el Espíritu Santo es la nueva alianza, la ley grabada en los corazones que hace comprender a los discípulos la Buena Noticia en profundidad y proclamarla en la Vida Pública. El Espíritu Santo nos enseña que La Iglesia está destinada a todos los pueblos y se hablará, a pesar de la diversidad, la misma lengua divina.

– El Espíritu Santo nos otorga sus siete dones, como vienen preanunciados en Is ll, 2. Allí se señalan seis, pero la Iglesia, para completar el número perfecto de 7, añade el de piedad. Los recordamos: Sabiduría: opción para amar a Dios con todo el corazón, todo el ser, todo el alma; Inteligencia: adentrarse en el misterio de Dios; Consejo: ver el camino a seguir y discernir lo útil; Fortaleza: Voluntad determinada para seguir lo querido por el Señor; Ciencia: Clarividencia para conocer lo que Dios quiere para nosotros; Piedad: afecto y religación a Dios; y Temor de Dios: Respeto filial a Dios.

– En otras palabras, el Espíritu Santo es el maestro interior, que nos hace sacerdotes (orar a Dios y consagrar el mundo), profetas (escuchar, vivir y anunciar su palabra) y reyes (ordenar todo y transformar todo para Dios). Nos hace vivir las virtudes teologales: fe-esperanza-caridad. Nos da sus frutos: caridad, alegría, paz, paciencia, servicialidad, bondad, confianza, dominio de si (Gal 5,22-23) y nos hace vivir el verdadero amor cristiano (1 Cor 13)

– El Espíritu Santo es el protagonista en los sacramentos: en el Bautismo nos convierte en hijos en el Hijo; en la Confirmación , nos hace testigos de Cristo; en la Eucaristía, convierte en pan y el vino en el Cuerpo y Sangre del Señor; en la Penitencia, por Él se nos perdonan los pecados; en el Orden sacerdotal, nos configura con Cristo Cabeza, Pastor-Siervo y Esposo; en el Matrimonio, realiza la unión fecunda como Cristo Esposa-Iglesia Esposa ; y en la Unción fortalece al enfermo.

Una última observación sobre el Espíritu Santo, sugerida por el Papa Benedicto XVI: Pablo y Juan coinciden en llamarlo “Paráclito”, es decir, defensor, abogado, auxiliar, consolador. Es comunión y se opone al “dia-bolos”, al acusador, al calumniador (Ap 12,10). El Espíritu es alegría y buena nueva; el diablo, es tristeza y muerte.

 

Bibliografía de Mons. Raúl Berzosa: ID., Orar con el Cantar de los Cantares, Monte Carmelo, Burgos 2000; ID., Encuentros y miradas para despertar, Monte Carmelo, Burgos 2002; ID., Ante el Icono de la Trinidad de Andrej Rublev. 30 Miradas de contemplación,Monte Carmelo, Burgos 2003; ID., Orar con el Apocalipsis, Monte Carmelo, Burgos 2005; ID., En el misterio de María. Breve mariología en clave orante, Sígueme, Salamanca 2006; ID., Con los ojos del Espíritu. Espiritualidad desde el octavo día, Monte Carmelo, Burgos 2007; ID., Orar con San Ireneo. Carne ungida por el Espíritu, Monte Carmelo, Burgos 2008; ID., San Pablo nos habla hoy. 50 textos para vivir y orar, PPC, Madrid 2008; ID., 100 preguntas y respuestas sobre temas sociales y políticos de hoy, Editorial San Pablo, Madrid 2008; ID., Donde el viento y el Espíritu hablan, Editorial KHAF, Madrid 2010; ID., El credo de nuestra fe a la luz del catecismo de la Iglesia Católica y de la doctrina del Papa Benedicto XVI, EVD, Estella 20111; ID., Hablemos de nueva evangelización. Para que sea nueva y evangelizadora, DDB, Bilbao 2012; Dios no es mudo ni peligroso ni un espejismo. Cartas a Teófilo desde el atrio de los gentiles en el año de la fe, Desclée de Brouwer, Bilbao 2013.

Secuencia de Pentecostés

Ven, Espíritu divino,

manda tu luz desde el cielo.

Padre amoroso del pobre;

don, en tus dones espléndido;

luz que penetra las almas;

fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,

descanso de nuestro esfuerzo,

tregua en el duro trabajo,

brisa en las horas de fuego,

gozo que enjuga las lágrimas

y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,

divina luz, y enriquécenos.

Mira el vacío del hombre

si tú le faltas por dentro;

mira el poder del pecado

cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,

sana el corazón enfermo,

lava las manchas,

infunde calor de vida en el hielo,

doma el espíritu indómito,

guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones

según la fe de tus siervos;

por tu bondad y tu gracia

dale al esfuerzo su mérito;

salva al que busca salvarse

y danos tu gozo eterno.

Amén.