Nota del Obispo

Vuelta a lo esencial

No entraba especialmente en las quinielas de estos días. El Espíritu, con la mediación de los cardenales, nos ha deparado una sorpresa: el primer papa jesuita en la historia del catolicismo y, además, hispanoamericano, del continente de la Esperanza, inmerso con fuerza en la Nueva Evangelización. Su nombre, Francisco. Como sucedió con el cardenal Ratzinger, es mucho más que un nombre: todo un programa. Nos habla de dos Franciscos: el primero, San Francisco de Asís, quien en su tiempo, escuchó la voz del Señor: “Reforma mi Iglesia”. ¿Con qué claves?: desde la pobreza y la austeridad, desde la sencillez y la cercanía, y desde la mirada al Señor y al Evangelio. Es la vuelta a lo esencial. Y, además, contando con el pueblo. Un Papa con un pectoral de madera y con la sotana blanca, sin añadidos.

En sus primeras palabras, una y otra vez hemos escuchado al nuevo Papa: “Gracias por vuestra acogida; cuento con vuestra oración”. Y, en sus primeros gestos, entre asustado y tímido, algo inaudito: “Antes de daros la bendición, bendecidme vosotros a mí”. El silencio en la Plaza de San Pedro era elocuente: allí se palpaba mucho más que un acto social o la presencia de un líder político o famoso: se gustaba el misterio de Dios y la grandeza y belleza de la fe y de una Iglesia Viva. Y, el segundo San Francisco, el nuestro, Francisco-Javier, evangelizador incansable en su tiempo, con nuevos métodos, nuevo ardor y nuevas expresiones para inculturar el Evangelio en tierras asiáticas. Así será el Papa electo. Estamos en un momento nuevo para la Iglesia. Sin duda, se cumplirá lo que se pedía estos días: un Papa espiritual, misionero, organizador-reformador y comunicador. Además, pastor bueno, muy cercano a los fieles.

Dos cosas más; por un lado, se ha mostrado que la renuncia del Papa Benedicto no ha sido “un mirar hacia atrás” sino un impulso profético de futuro para dejar manos libres al Espíritu, que es quien conduce la Iglesia, en estos momentos históricos, tan delicados como apasionantes, Y, por otro lado, se han roto todos los cálculos humanos de predicción: ha sido nombrado quien no se esperaba tanto, de forma “calculada y calculadora”.

Entramos en el final de la Cuaresma, aunque para la Iglesia se ha adelantado la “alegría pascual”. Los jóvenes de Brasil, y de todo el mundo, sueñan ya con encontrarse con el Papa en el verano. Y, los civitatenses, en esta pequeña diócesis castellana, a la alegría general de la catolicidad, unimos otra no menor: estamos inmersos en la celebración del octavo centenario del paso de San Francisco, según la tradición, por nuestra tierra, como peregrino procedente de Santiago de Compostela. Toda una bendición y una providencia. No podemos más que dar gracias a Dios: lo mejor de la herencia de los últimos Papas está consolidada y, además, se abren puertas de futuro y de esperanza, sobre todo para los más sencillos y necesitados.

+ Raúl Berzosa, Obispo de Ciudad Rodrigo